jueves, 23 de abril de 2009

LIGERO FONDO DE INSANÍA





Los desvaríos de un fondillo
por Eduardo Montes de Oca

Lo reconozco sin rubor alguno: tendría razón quien pensara que la tenemos cogida con el Fondo Monetario Internacional. Sí, resulta obvia nuestra insistencia en despotricar contra un “fondillo” -me niego a utilizar el diminutivo fondito- que se las trae en verdad. Pero corrijamos un tanto el tiro. El encabritamiento encuentra causa ante todo en el desparpajo de los mandamases políticos del capitalismo. Los gringos en primer término.
¿Por qué? Entre otros motivos, por la señal que lanzaran al rostro del mundo con su inasistencia a los encuentros regionales -de Brasil, Tailandia y Bélgica- preparatorios de la reciente Cumbre del G-20, entidad nacida en 1999, en respuesta a la crisis asiática y con la “divina” misión de viabilizar el intercambio entre las principales naciones industrializadas y los llamados mercados emergentes.
Luego, ya en la máxima cita de esta institución rediviva -emergió de un período de letargo-, mientras países como Alemania y Francia se decantaban por atribuirle “oficialmente” a la desregulación de los mercados financieros el origen de la crisis actual y, por ende, sus proposiciones apuntaban al reforzamiento del papel del Estado, la creación de una nueva arquitectura financiera, la desaparición de los paraísos fiscales y el control supranacional del malhadado fondillo, a la postre triunfaba la corriente que, liderada por USA, abogaba por estímulos fiscales (rebajas de impuestos a los empresarios) para impulsar la economía, y mantenía (mantiene) inconmovible fe en el FMI y su compadre el Banco Mundial (BM), a los que se les confirió “un papel más preponderante en las soluciones para la crisis”.
De manera que el Fondo, el fondillo, triplicará sus recursos, al recibir 500 mil millones de dólares adicionales a los 250 mil millones ya convenidos, sin contar la plata que se adjudicará al BM y al llamado Fondo de Estabilidad Financiera. Recursos estos que estarán destinados al “rescate” de naciones en emergencia financiera, como las del este de Europa, las cuales, según diversos observadores, por experimentar un gigantesco incremento de su deuda externa quedarán aún más supeditadas al fondillo y al banquillo, que tradicionalmente han obligado a los receptores a recortes sociales y políticas de privatización y precarización del empleo.
Nada, que la medida de elevar la aportación al fondillo constituye el más nítido signo de que el sistema financiero de hoy, el de la crisis horrenda, quedó virginalmente intacto. Y no solo de himen, no. De espíritu, más que pudoroso, pudibundo. Y hábil en su amnesia, pues algunos “olvidan” el hecho de que precisamente el fondillo y el banquillo han impuesto normas de desregulación y programas de (des)ajuste estructural -no me canso de repetirlo- conducentes al presente estado de cosas, o de caos.
Por supuesto, una mente cartesiana en feliz connubio con un miocardio honrado no confiaría en instituciones hiperfalibles hasta en sus previsiones económicas, al extremo de que, en noviembre de 2008, el FMI pronosticara para 2009 un crecimiento planetario de 2,2 por ciento, después corrigiera la cifra al 0,5 por ciento, y finalmente estimara que esta será negativa… Conforme a Eric Toussaint y otros especialistas, la institución sigue en papel de dócil instrumento de quienes han provocado la crisis financiera, y se muestra incapaz de propuestas racionales, como la aplicación de una tasa (o impuesto) del tipo Tobin-Spahn, que reduciría las variaciones de las cotizaciones, combatiendo la especulación y permitiendo juntar los fondos -no fondillos esta vez- necesarios para erradicar la pobreza y liberar el desarrollo.
Cómo diantre no encabritarse cuando, transgrediendo la lógica de un equilibrio universal en tiempos preapocalípticos, la miopía, los intereses creados, la sempiterna búsqueda de plusvalía, hipotecan el futuro al ponerlo en la diestra y en la siniestra -sobre todo en la siniestra- del FMI (el fondillo, sí) y del BM (el banquillo de los acusadores), sobre cuyos hombros recae la culpa de al menos dos de las causas de la crisis mundial: la desregulación de los mercados financieros y la del movimiento de capitales.
Y lo más triste -apunta Toussaint- es que, si bajo el empuje popular, un número suficientemente grande de gobiernos no establece una nueva arquitectura financiera internacional, que excluya a fondillos y banquillos, esos mismos fondillos y banquillos, el FMI y el BM entre otras “hierbas aromáticas”, estarán en condiciones de superar su crisis y quizás incluso la crisis económica explayada, aprovechando la caída de los precios de los productos básicos, y llevando a los países débiles, la mayor parte del “concierto” de naciones del orbe, a una nueva dependencia. Y salvarían el sistema… temporalmente, en detrimento de la satisfacción de criterios humanos y ecológicos. El futuro se diferiría aún más, si al fin y al cabo no perece la especie.
¿Ven? Por eso la tenemos cogida con el Fondo Monetario Internacional. Y ¿quién no?

-----------------------------------

No hay comentarios: