martes, 27 de septiembre de 2016

UNA SUTIL FORMA DE VIOLENCIA

Violencia y prostitución
Sexualidad masculina y prostitución


El pasado 23 de septiembre fue el Día internacional contra la explotación sexual y el tráfico de mujeres, niñas y niños. El autor nos recuerda que el 95% de las personas en situación de prostitución son mujeres.
No se comprende el patriarcado si no se considera toda la violencia, real y simbólica, que configura el fenómeno de la prostitución. Violencia simbólica,porque todas los estudios coinciden en que en torno al 95% de las personas en situación de prostitución son mujeres, y el 5% restante son hombres gays o transexuales. Y en todos los casos la prostitución se ejerce al servicio del hombre, excepto en un porcentaje claramente residual -máximo el 1%- de casos, en los que es la mujer la que busca sexo con un hombre en prostitución. A su vez, otros estudios indican que solamente un porcentaje también puramente testimonial -máximo el 1%- de la riqueza mundial está en manos de mujeres. Los datos dejan entrever una cruda realidad: que en este mundo, la prostitución es proporcional a la desigualdad económica entre hombres y mujeres. 
Género y economía se complementan en el fenómeno de la prostitución. -“Me prostituyo para que mi hija no tenga que hacer lo mismo”, comentó una mujer. Prostitución y violencia sexual masculina (simbólica y real) se nutren mutuamente. La prostitución como ritual social, o como escuela de sexualidad, aún impone al hombre un concepto de virilidad profundamente alejado de sus propios y más genuinos sentimientos; aún conforma un patrón, realmente violento, de sexualidad. Víctima de una profunda inmadurez emocional, el mal llamado ‛usuario’ de prostitución es impelido socialmente a relacionarse con unas mujeres a las que, tanto por el estigma social, como por su propia falta de empatía personal, considera inferiores (según foros machistas: ‛guarras’, ‛ninfómanas’, ‛les gusta que les peguen y les violen’ y un largo etcétera de insultos y vejaciones). Invalidado para satisfacer sus auténticos deseos, las relaciones se tornan compulsivas. Sobreabundancia de estímulos y drogas, imperativo del número de coitos, deseos estrafalarios, hombres en grupo, una mujer tras otra o muchas a la vez... sólo le importa alimentar la fantasía de que la próxima vez ya no va a ser igual. Incapaz de relacionarse en igualdad, el mal llamado ‛cliente’ frecuentemente mantiene relaciones sexuales despojadas de todo su rico potencial lúdico o amoroso, y despojadas del más mínimo sentido ético: maltrata y desprecia, conculca derechos, acude a todo tipo de tretas y engaños para abusar, para pagar menos o para quitarse el condón.Extralimitaciones que embrutecen cada vez más su sexualidad, acaba por excitarle la violencia de someter, la violencia de humillar. Finalmente paga para sustraer dignidad.
La violencia sexual masculina (real y simbólica) articula la relación entre la prostitución y una de las actividades ilícitas más violenta y lucrativa del planeta, como es la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. El negocio clandestino de la trata es inherente al fenómeno de la prostitución. Él, el hombre prostituyente, no quiere saber nada acerca de las circunstancias de la mujer a la que está prostituyendo; muy al contrario, a menudo sólo le interesa que se cumplan condiciones que redunden en su extrema vulnerabilidad: sin documentación, menores y vírgenes, o con la seguridad de poder tener relaciones sin protección. El hombre que acude al mercado de la trata requiere garantías de plena sumisión, y exige el poder de violar y humillar con absoluta impunidad. En el contexto neoliberal, con la industria del sexo en constante alza, las mafias de trata abastecen buena parte de los mercados occidentales: rumanas, nigerianas, camboyanas o brasileñas; da igual el origen de la mercancía, sólo interesan los ojos rasgados, una voz ‛sensual’ o la piel negra. El supuesto exotismo racial actúa como escaparate de unos agujeros puestos en venta una y otra vez. Machismo, racismo y clasismo estructuran los mercados de trata y prostitución. Vidas secuestradas y esclavizadas, derechos humanos vulnerados, mujeres profundamente humilladas hasta la completa despersonalización se contraponen a captadores, pasantes, traficantes y empresarios de burdeles que se confabulan en poderosas mafias, que obtienen grandísimos beneficios y que se sostienen, en su base, sobre todos y cada uno de los hombres que acuden a prostituir.
La existencia de estas redes transnacionales sólo es posible con la connivencia de políticos y legisladores, de organismos e instituciones públicas nacionales e internacionales. ¿Cómo se puede entender que una mujer, liberada de la red, denuncie a ésta y en consecuencia su familia sea represaliada? ¿Cómo se puede entender que una mujer, liberada de la red, y que por miedo no la denuncia, sea deportada y vuelta a capturar por la misma red? Sociedad occidental, racista, clasista y patriarcal, destino fundamental de redes de trata (de mujeres, y de niñas) porque no hay igualdad ni justicia social. Porque las políticas de prevención y persecución de la violencia de género todavía son claramente insuficientes. Y porque el alto porcentaje de hombres que acude a prostituir tampoco ha recibido, aún, la suficiente educación sexual.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


martes, 20 de septiembre de 2016

EN EL ABISMO


La humanidad está naufragando y no queda mucho tiempo para seguir equivocándose
Es ya una cuestión de supervivencia



La humanidad está naufragando. El deterioro ecológico acelerado, la profundización de las desigualdades en todos los ejes de dominación y la crisis de legitimidad política –con su derivada del crecimiento de los movimientos xenófobos y neofascistas– amenazan con colapsar nuestra civilización. Es urgente abordar la crisis, no queda mucho tiempo para seguir equivocándose.Después de décadas de aplicación de capitalismo neoliberal, hemos topado con los límites del planeta. Los territorios de los países empobrecidos, utilizados como mina y vertedero, también dan síntomas de agotamiento, tanto de energía y materiales, en el mantenimiento de los ciclos naturales, así como en la capacidad regenerativa de la biosfera.
El cambio climático es ya tan evidente que el negacionismo, tan eficazmente impulsado por los grandes lobbies transnacionales, retrocede. Aunque, como hemos visto en la última Cumbre de París, esa consciencia no se traduzca en decisiones reales que permitan plantar cara a los problemas cruciales que hemos de afrontar. Más bien, nos encontramos con las propuestas de un capitalismo disfrazado de verde y tecnoeficiente que se ofrece a resolver los problemas que él mismo ha causado.
Hay quien dice que el deterioro ecológico ha sido el precio pagado para alcanzar el bienestar, pero no es así. A la vez que se destruye la naturaleza, se profundizan las desigualdades en todos los ejes de dominación. Se ha agravado la situación de las poblaciones más empobrecidas que llevan décadas sufriendo esta guerra encubierta y los indicadores muestran cómo crece la distancia entre el Norte Global y el Sur Global.
Y las desigualdades también se agrandan en las llamadas sociedades del bienestar: buena parte de la población es precaria y millones de personas se encuentran hoy en día en una situación de exclusión. Especialmente sangrante es la situación de migrantes y refugiadas. Desposeídas de su derecho a permanecer y expulsadas de sus territorios, muchas personas hacen el mismo viaje que las materias primas y los flujos de riqueza, hasta que se encuentran las vallas de la vergüenza, que permiten la entrada de los recursos expoliados y de los capitales pero no así de quienes tratan de escapar de la miseria o la guerra.
Millones de personas están en paro y muchas personas empleadas son pobres. El empleo, base sobre la que se construye en las sociedades occidentales el bienestar, ya no es espacio de derechos y las propias condiciones laborales generan pobreza.
Así las cosas, muchos seres humanos solo cuentan con el colchón familiar para tratar de eludir la miseria. Y dentro de los hogares, en los que predominan las relaciones patriarcales y desiguales, son las mujeres las que en mayor medida cargan con las tareas que se dejan de cubrir con los recursos públicos. Son quienes cargan con el trabajo y las tensiones que se derivan de la resolución de las necesidades cotidianas en contextos de miseria y sufren en sus cuerpos la violencia del conflicto.
Paradójicamente, a pesar de que las señales de desastre son cada vez más claras y más explícitas, los poderes económico y político y las mayorías sociales siguen actuando como si la crisis global no existiese. La inviabilidad material del modelo productivo global y sus nefastas consecuencias sobre amplios sectores de la población permanece fuera de los debates públicos y de las urgencias de las agendas políticas al uso.
Solo se podrá abordar esta crisis compleja reorientando el metabolismo social, de forma que no se fuerce a las personas a competir absurdamente contra aquello a lo que le deben la vida. Nos atrevemos a apuntar algunos principios básicos que son insoslayables en esta reorientación.
El primero, el inevitable decrecimiento de la esfera material de la economía. Se decrecerá materialmente por las bue- nas (de forma planificada, democrática y justa) o por las malas (a costa de la expulsión y precariedad de muchos).
El segundo, el radical reparto de la riqueza y de las obligaciones y la necesidad de reorganizar los trabajos, todos los trabajos. Luchar contra la pobreza es lo mismo que luchar contra la excesiva acumulación. Será obligado, entonces, distribuir el acceso a la riqueza, poner límites a los excesos materiales y aplicar el principio de suficiencia, poniendo como eje central la equidad.
Esta transición no será sencilla ni podrá ser realizada sin conflicto. ¿Sería posible afrontar este cambio sin que los poderosos y ricos sientan que las soluciones que permitan resolver la crisis civilizatoria amenazan su posición? ¿Pueden mantenerse los privilegios de las elites a la vez que se garantiza una vida decente a las mayorías y asegura la sostenibilidad ecológica?
Sobre todos estos temas pretendemos debatir y reflexionar en los III Encuentros Ecosocialistas Internacionales (www.ecosoc.org), que se celebran en Bilbo el 23, 24 y 25 de septiembre y que tratan de seguir profundizando los diálogos y propuestas ya iniciadas en Ginebra (2014) y en Madrid (2015).
Al igual que en los encuentros anteriores, en Bilbo se darán cita sindicalistas, ecologistas, feministas, organizaciones políticas, movimientos sociales, etc. de diversas procedencias geográficas. Es un debate necesario que pretende abordar la situación actual con toda su complejidad, sus contradicciones y dificultades. Poner en colectivo los análisis y propuestas que cada una hacemos por separado, nos puede ayudar a vislumbrar posibilidades y propuestas para abordar las urgentes y necesarias transiciones.
Es ya una cuestión de supervivencia.
Fuente: http://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/es-ya-una-cuestion-de-supervivencia
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.