miércoles, 7 de diciembre de 2011

LA MAS CIERTA LECCIÓN DE LA HISTORIA

La esclavitud de la deuda: por qué destruyó Roma, por qué nos destruirá si no le ponemos atajo

Hammurabi lo sabía mejor


El Libro V de La Política de Aristóteles describe la eterna transición de oligarquías que se convierten en aristocracias hereditarias y que terminan derrocadas por tiranos o desarrrollando rivalidades internas mientras algunas familias deciden “conducir a la multitud a su campo” e introducir la democracia, dentro de la cual vuelve a emerger una oligarquía, seguida por la aristocracia, la democracia, y así sigue toda la historia.
La deuda ha sido la principal dinámica que impulsa esos cambios, siempre con nuevos altibajos. Polariza la riqueza para crear una clase acreedora, cuyo régimen oligárquico termina mientras nuevos dirigentes (“tiranos” según Aristóteles) conquistan el apoyo popular anulando las deudas y redistribuyendo la propiedad o llevando su usufructo al Estado.
Desde el Renacimiento, sin embargo, los banqueros han transferido su apoyo político a las democracias. Eso no reflejó convicciones políticas igualitarias o liberales como tales, sino más bien el deseo de lograr más seguridad para sus préstamos. Como explicó James Steuart en 1767, los préstamos reales siguieron siendo asuntos privados en lugar de constituir verdaderas deudas públicas. Para que las deudas de un soberano fueran vinculantes para toda la nación, los representantes elegidos tuvieron que estatuir los impuestos para pagar sus cobros por interés.
Al dar a los contribuyentes esta voz en el gobierno, las democracias holandesa y británica facilitaron a los acreedores demandas mucho más seguras para su pago que lo que hicieron reyes y príncipes cuyas deudas murieron con ellos. Pero las recientes protestas por la deuda desde Islandia a Grecia y España, sugieren que los acreedores están retirando su apoyo a las democracias. Exigen austeridad fiscal e incluso privatizaciones.
Las finanzas internacionales se están convirtiendo en un nuevo modo de guerra. Su objetivo es el mismo que el de la conquista militar en el pasado: apropiación de tierras y recursos minerales, también de infraestructura comunal y extracción de tributo. Como reacción, las democracias demandan referendos sobre si pagar a los acreedores, venden el dominio público y aumentan los impuestos para imponer el desempleo, la caída de los salarios y la depresión económica. La alternativa es condonar deudas o incluso anularlas, y restablecer el control regulador sobre el sector financiero.
Gobernantes en Medio Oriente proclamaron cuentas limpias de deudores para preservar el equilibrio económico
El cobro de intereses por adelantos de bienes o dinero no tenía originalmente la intención de polarizar la economía. Administrado a principios del tercer mileno a. C. como un acuerdo contractual por los templos y palacios con mercaderes y empresarios que trabajaban habitualmente en la burocracia real, el interés de un 20% (duplicando la inversión en cinco años) se aproximaba supuestamente a una parte justa de la rentabilidad del comercio a larga distancia o del arrendamiento de tierras y otros activos públicos, como talleres, embarcaciones y cervecerías.
A medida que la práctica era privatizada por recaudadores reales de tarifas y rentas de usuarios, la “monarquía real” protegía a los deudores agrarios; las leyes de Hammurabi (c. 1750 a.C.) cancelaban sus deudas en tiempos de inundaciones o sequías. Todos los gobernantes de la dinastía babilonia comenzaron su primer año completo en el trono anulando las deudas agrarias para eliminar las deudas atrasadas proclamando una pizarra limpia. Los esclavos por deudas, derechos sobre tierras o cosechas y otros compromisos se devolvían a los deudores para “restaurar” el orden a una condición “original” idealizada de equilibrio. Esta práctica sobrevivió en el Año del Jubileo de la Ley de Moisés en Levítico 25.
La lógica era bastante clara. Las sociedades antiguas necesitaban preparar al ejército para defender sus países, y eso requería liberar a ciudadanos endeudados de la esclavitud. Las leyes de Hammurabi protegían a los conductores de cuadrigas y a otros combatientes contra la esclavitud por deudas, e impedían que los acreedores se apoderaran de las cosechas de inquilinos en tierras reales y públicas y en tierras comunales que debían servicio laboral y militar al palacio.
En Egipto, el faraón Bakenrenef (c. 720-715 a.C., “Bojjoris” en griego), proclamó una amnistía de la deuda y abolió la esclavitud por deuda cuando se vio enfrentado a una amenaza militar de Etiopía. Diodoro de Sicilia (I, 79, que escribió en 40-30 a.C.), dictaminó que si un deudor cuestionaba la pretensión, la deuda era anulada si el acreedor no podía respaldarla presentando un contrato escrito. (Parece que los acreedores siempre han tendido a exagerar lo que les deben). El faraón razonó que “los cuerpos de los ciudadanos debían pertenecer al Estado, con el fin de que pueda disponer de los servicios que sus ciudadanos le deben, en tiempo de guerra y de paz. Porque pensaba que sería absurdo que un soldado… fuera arrastrado a la prisión por su acreedor por un préstamo impagado, y que la codicia de ciudadanos privados pusiera de esa manera en peligro la seguridad de todos”.
El hecho de que los principales acreedores en Medio Oriente fueran el palacio, los templos y sus recaudadores, hacía que fuera políticamente fácil anular las deudas. Siempre es fácil anular deudas debidas a uno mismo. Incluso los emperadores romanos quemaban los registros de impuestos para impedir una crisis. Pero se hizo mucho más difícil cancelar deudas debidas a acreedores privados a medida que la práctica de cobrar intereses se propagó hacia occidente a comarcas mediterráneas después de cerca 750 a.C. En lugar de posibilitar que las familias paliaran las diferencias entre ingresos y gastos, la deuda se convirtió en la mayor palanca de expropiaciones de tierras, polarizando a las comunidades entre oligarquías acreedoras y clientes endeudados. En Judá, el profeta Isaías f: 8-9) denunció a acreedores embargadores quienes “agregan una casa a la otra y suman un campo a otro hasta que no queda espacio y se vive solo en la tierra”.
El poder de los acreedores y el crecimiento de los establos pocas veces van juntos. La mayoría de las deudas personales en este período clásico fueron el producto de pequeñas sumas de dinero prestadas a individuos que vivían al borde de la subsistencia y que no podían mantenerse con sus ingresos. El decomiso de tierras y activos –y de la libertad personal– forzó a los deudores a la esclavitud por deudas que se hacía irreversibles. Al llegar el siglo VII a.C., emergieron “tiranos” (dirigentes populares) para derrocar a las aristocracias en Corintio y otras ciudades griegas acaudaladas, obteniendo apoyo mediante la cancelación de deudas. De una manera menos tiránica, Solón fundó la democracia ateniense en el 594 a.C. prohibiendo la esclavitud por deudas.
Pero las oligarquías resurgieron y llamaron a Roma cuando los reyes de Esparta Agis, Cleómenes y su sucesor Nabis trataron de anular deudas a finales del siglo III a.C. Los mataron y expulsaron a sus partidarios. Ha sido una constante política de la historia desde la antigüedad que los intereses de los acreedores se oponen a la democracia popular y al poder real capaces de limitar la conquista financiera de la sociedad, una conquista con el propósito de imponer reclamos de deudas con intereses a ser pagados por la mayor parte posible del excedente económico.
Cuando los hermanos Gracchi y sus seguidores trataron de reformar las leyes crediticias en el 133 a.C., la clase senatorial dominante actuó violentamente, los mató e inauguró un siglo de Guerra Social, resuelto por el ascenso de Augusto como emperador en el año 29 a.C.
La oligarquía crediticia de Roma gana la Guerra Social, esclaviza a la población e introduce la Edad Oscura
Las cosas eran más sangrientas en el extranjero. Aristóteles no mencionó la construcción del imperio como parte de su esquema político, pero la conquista exterior siempre ha sido un factor importante en la imposición de deudas, y las deudas de guerra siempre han sido una causa importante de la deuda pública en tiempos modernos. El gravamen más duro de la deuda fue el de Roma, cuyos acreedores se extendieron para plagar Asia Menor, su provincia más próspera. El vigor de la ley prácticamente desapareció cuando llegaron “caballeros" acreedores republicanos. Mitridates del Ponto encabezó tres revueltas populares, y las poblaciones locales en Efeso y otras ciudades se levantaron y mataron, según la historia, a 80.000 romanos en el año 88 a.C. El ejército romano tomó represalias, y Sulla impuso un tributo de guerra de 20.000 talentos en el 84 a.C. Las cargas por intereses atrasados multiplicaron por seis esta suma en el 70 a.C.
Entre los principales historiadores de Roma, Livio, Plutarco y Diodoro culparon de caída de la República a la intransigencia de los acreedores en la conducción de la Guerra Social centenaria marcada por asesinatos políticos del año 133 al 29 a.C. Los dirigentes populistas trataron de lograr apoyo propugnando cancelaciones de deudas (por ejemplo la conjuración de Catilina en 63-62 a.C.). Los mataron. Al llegar el siglo II casi un cuarto de la población estaba reducido a la esclavitud por deudas. En el siglo V la economía de Roma colapsó por falta de dinero. La subsistencia volvió al campo.
Los acreedores encuentran una razón legal para apoyar la democracia parlamentaria
Cuando la banca se recuperó después de que las Cruzadas saquearon Bizancio e implantaron la plata y el oro para revisar el comercio europeo occidental, la oposición cristiana al cobro de intereses fue superada por la combinación de prestigiosos prestamistas (los Caballeros Templarios y Hospitalarios suministraron crédito durante las Cruzadas) y sus principales clientes: los reyes, primero para pagar a la Iglesia y cada vez más para librar guerras. Pero las deudas reales se derrumbaron con la muerte de los reyes. Los Bardi y Peruzzi fueron a la bancarrota en 1345 cuando Eduardo III repudió sus deudas de guerra. Las familias bancarias perdieron más en préstamos a los déspotas Habsburgo y Borbones en los tronos de España, Austria y Francia.
Las cosas cambiaron con la democracia holandesa, que trató de lograr y asegurar su libertad de la España de los Habsburgo. El hecho de que su parlamento debía contratar deudas públicas permanentes por cuenta del Estado posibilitó que los Países Bajos obtuvieran préstamos para emplear mercenarios en una época en la cual el dinero y el crédito eran los recursos para la guerra. El acceso al crédito “fue por lo tanto su arma más poderosa en la lucha por su libertad”, escribió Richard Ehrenberg en su Capital y Finanzas en la Era del Renacimiento (1928): “Cualquiera que otorgaba crédito a un príncipe sabía que el pago de la deuda dependía solo de la capacidad y la voluntad de pagar del deudor. El caso era muy diferente en las ciudades, que tenían poder como jefes supremos, pero también eran corporaciones, asociaciones de individuos que compartían la garantía. Según la ley generalmente aceptada cada burgués individual tomaba la responsabilidad de las deudas de la ciudad con su persona y su propiedad”.
Por lo tanto el logro financiero del gobierno parlamentario fue el establecimiento de deudas que no eran solo obligaciones personales de los príncipes, sino que eran verdaderamente públicas y vinculantes no importa quién ocupara el trono. Por eso las dos primeras naciones democráticas, Holanda y Gran Bretaña después de su revolución de 1688, desarrollaron los mercados de capital más activos y procedieron a convertirse en las principales potencias militares. Lo irónico es que fue la necesidad de financiamiento de la guerra lo que promovió la democracia, formando una trinidad simbiótica entre la guerra, el crédito y la democracia parlamentaria que ha durado hasta nuestros días.
Todo este tiempo “la posición legal del Rey como prestamista era oscura, y todavía era dudoso si sus acreedores tenían algún remedio en caso de default”. (Charles Wilson, England’s Apprenticeship: 1603-1763, 1965.) Mientras más despóticas se hacían España, Austria y Francia, más dificultades enfrentaban para financiar sus aventuras militares. A finales del siglo XVIII Austria se quedó “sin crédito, y en consecuencia sin mucha deuda”, el país menos digno de crédito y peor armado de Europa, totalmente dependiente de subsidios británicos y garantías de préstamos en la época de las Guerras Napoleónicas.
Las finanzas se acomodan con la democracia, pero luego presionan a favor de la oligarquía
Mientras las reformas democráticas del siglo XIX reducían el poder de las aristocracias terratenientes de controlar a los parlamentos, los banqueros se movieron con flexibilidad para lograr una relación simbiótica con casi cualquier forma de gobierno. En Francia, los seguidores de Saint-Simon promovieron la idea de que los bancos que actuaban como fondos mutuos, extendieran crédito contra acciones de participación en los beneficios. El Estado alemán hizo una alianza con grandes bancos y la industria pesada. Marx escribió con optimismo que el socialismo haría que las finanzas fueran productivas en lugar de parasíticas. En EE.UU., la regulación de los servicios públicos fue al unísono con la garantía de rendimiento. En China, Sun-Yat-Sen escribió en1922: “Me propongo convertir todas las industrias nacionales de China en un Gran Trust de propiedad del pueblo chino, y financiado por el capital internacional por el beneficio mutuo”.
La Primera Guerra Mundial produjo el reemplazo de Gran Bretaña por EE.UU. como la principal nación acreedora, y hacia el final de la Segunda Guerra Mundial había acaparado cerca de un 80% del oro monetario del mundo. Sus diplomáticos crearon el FMI y el Banco Mundial junto a las líneas orientadas a favor del acreedor que financiaban la dependencia del comercio, sobre todo de EE.UU. Los préstamos para financiar el comercio y los déficit de pagos se sometieron a "condiciones" que transfirieron la planificación económica a oligarquías clientes y dictaduras militares. La reacción democrática a los planes de austeridad resultantes que extraen el servicio de la deuda no pudo llegar mucho más allá de “disturbios contra el FMI” hasta que Argentina rechazó su deuda externa.
Una austeridad semejante orientada a favor de los acreedores están imponiendo en Europa el Banco Central Europeo (BCE) y la burocracia de la UE. Ostensiblemente, los gobiernos socialdemócratas se han dirigido más a salvar a los bancos que a reanimar el crecimiento económico y el empleo. Las pérdidas por los préstamos bancarios tóxicos y las especulaciones han pasado al estado financiero público mientras se reducen los gastos públicos e incluso se venden las infraestructuras. La reacción de los contribuyentes que tienen que cargar con la deuda resultante ha sido montar protestas populares a partir de Islandia y Letonia en enero de 2009, y manifestaciones más generalizadas en Grecia y España este otoño para protestar contra la negativa de sus gobiernos a realizar referendos respecto a esos aciagos rescates de dueños extranjeros de bonos.
Transferencia de la planificación de los representantes públicos elegidos a los banqueros
Toda economía está planificada. Ha sido tradicionalmente la función del gobierno. La renuncia a ese papel bajo la consigna de los “libres mercados” la deja en manos de los bancos. Sin embargo resulta que el privilegio de planificación, de la creación y asignación dee crédito está aún más centralizado que el de los cargos públicos elegidos. Y para empeorar las cosas, el marco del tiempo financiero es de golpes sorpresivos a corto plazo, que termina en la liquidación de activos. Al buscar sus propios beneficios, los bancos tienden a destruir la economía. El excedente termina consumido por los intereses y otras cargas financieras, lo que no deja ingresos para nuevas inversiones de capitales o gastos sociales básicos.
Por eso la abdicación del control de la política en favor de una clase acreedora pocas veces se ha combinado con el crecimiento económico y el aumento de los niveles de vida. La tendencia de que las deudas crezcan más rápido que la capacidad de pago de la población ha sido una constante básica a través de toda la historia escrita. Las deudas aumentan exponencialmente, absorbiendo el excedente y reduciendo a gran parte de la población al equivalente de la esclavitud por deudas. Restaurar el equilibrio económico, el grito de la antigüedad de la cancelación de la deuda buscó lo que el Medio Oriente de la Edad de Bronce logró mediante decreto real: la anulación del crecimiento excesivo de las deudas.
En tiempos más modernos las democracias han estimulado un Estado fuerte que grave el ingreso y la riqueza rentista, y cuando era necesario, que condone las deudas. Esto se hace con más facilidad cuando el propio Estado crea dinero y crédito. Es más difícil cuando los bancos traducen sus beneficios en poder político. Cuando se permite que los bancos se autorregulen y tengan poder de veto sobre los reguladores gubernamentales, la economía se deformada para permitir que los acreedores se dediquen a los juegos especulativos y fraudes irrestrictos que han marcado la última década. La caída del Imperio Romano demuestra lo que pasa cuando no se limitan las demandas de los acreedores. Bajo esas condiciones la alternativa a la planificación gubernamental y a la regulación del sector financiero se convierte en un camino a la esclavitud de la deuda.
Finanzas contra gobiernos: oligarquía contra democracia
La democracia implica subordinación de la dinámica financiera al equilibrio y el crecimiento económico, y el gravamen del ingreso rentista o el mantenimiento de monopolios básicos en el dominio público. La liberación de impuestos o la privatización de ingresos de la propiedad los “libera” para que se pongan como garantías en los bancos, para capitalizarlos en préstamos mayores. Financiados mediante el apalancamiento de la deuda, la inflación de los precios de los activos aumenta la riqueza rentista mientras endeuda a la economía en general. La economía se encoge y cae a un valor negativo.
El sector financiero ha obtenido suficiente influencia para aprovechar semejantes emergencias como una oportunidad para convencer a los gobiernos de que la economía se colapsará si no “salvan a los bancos”. En la práctica esto significa la consolidación de su control sobre la política, que utiliza de maneras que polarizan aún más las economías. El modelo básico es lo que ocurrió en la antigua Roma, que pasó de la democracia a la oligarquía. En los hechos, dar la prioridad a los banqueros y dejar que la planificación económica la dicten la UE, el BCE y el FMI amenaza con despojar a la nación-Estado del poder de acuñar o imprimir dinero y cobrar impuestos.
El conflicto resultante enfrenta los intereses financieros con la autodeterminación nacional. La idea de que un banco central independiente sea “la marca de la democracia” es un eufemismo de la abdicación de la decisión política más importante –la capacidad de crear dinero y crédito– a favor del sector financiero. En lugar de dejar la elección de políticas a referendos populares, el rescate de bancos organizado por la UE y el BCE representa ahora la mayor categoría del aumento de la deuda nacional. Las deudas de los bancos privados incorporadas a los balances en Irlanda y Grecia se han convertido en obligaciones de los contribuyentes. Lo mismo vale para los 13 billones de dólares agregados desde septiembre de 2008 (incluidos 5,3 billones de dólares de hipotecas tóxicas en Fannie Mae y Freddie Mac incorporadas al balance del gobierno, y 2 billones de dólares de swaps de “dinero por basura”).
Esto lo dictan testaferros financieros denominados tecnócratas. Designados por lobistas de los acreedores, su papel es calcular exactamente cuánto desempleo y depresión hacen falta para exprimir un excedente para pagar a los acreedores por deudas que tienen en cartera. Lo que hace que el cálculo sea contraproducente es el hecho de que la contracción económica –deflación de la deuda– hace que el peso de la deuda sea aún más impagable.
Ni los bancos ni las autoridades públicas (o los académicos de la línea dominante, en realidad) calcularon la capacidad económica realista de pagar, es decir, pagar sin contraer la economía. Mediante sus medios noticiosos y think-tanks, convencieron a las poblaciones de que la manera de enriquecerse más rápido es pedir prestado para comprar bienes raíces, acciones y bonos que aumenten de precio –inflados por el crédito bancario– y revertir la tributación progresiva de la riqueza del siglo pasado.
Para decir las cosas de modo terminante, el resultado ha sido una economía chatarra. Su objetivo es inhabilitar los controles y balances públicos, transfiriendo el poder planificador a manos de las altas finanzas basándose en la afirmación de que es más eficiente que la regulación pública. La planificación gubernamental y la tributación son acusadas de constituir el “camino a la servidumbre”, como si los “libres mercados” controlados por banqueros con carta blanca para actuar de forma temeraria no estuvieran planificados por intereses especiales de manera que son oligárquicos, no democráticos. A los gobiernos les dicen que paguen el rescate de deudas tomadas no para defender países en guerra como en el pasado, sino para beneficiar a la capa más rica de la población transfiriendo sus pérdidas a los contribuyentes.
El hecho de que no se tengan en cuenta los deseos de los votantes deja las deudas nacionales resultantes en un terreno peligroso, política e incluso legalmente. Las deudas impuestas por decreto, por gobiernos o agencias financieras extranjeras pese a la fuerte oposición popular pueden ser tan endebles como las de los Habsburgo y otros déspotas del pasado. A falta de validación popular, pueden morir con el régimen que las contrajo. Nuevos gobiernos pueden actuar democráticamente para subordinar el sector bancario y financiero a fin de que sirva a la economía, no al revés.
Por lo menos, pueden tratar de pagar volviendo a introducir la tributación progresiva de la riqueza y la renta, transfiriendo la carga fiscal a la riqueza y la propiedad rentista. La "re-regulación" de la banca y el suministro de una opción pública para el crédito y los servicios bancarios renovarían el programa socialdemócrata, que parecía estar bien encaminado hace un siglo.
Islandia y Argentina son los ejemplos más recientes, pero se puede ver retrospectivamente la moratoria de las deudas de armas entre los Aliados y las reparaciones alemanas en 1931. Un principio matemático y político básico entra en acción: Las deudas que no se pueden pagar no se pagarán.
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Michael Hudson es ex economista de Wall Street, distinguido profesor investigador de la Universidad de Missouri, en Kansas City, y autor de numerosos libros.

LIBROS Y CADÁVERES por Mario Vargas Llosa


Entre el 21 y el 23 de noviembre hubo en los barrios pobres de Guadalajara (Jalisco) lo que los mexicanos llaman ‘levantones’, es decir, secuestros.  Las víctimas eran, casi todas, jóvenes de humildes oficios –repartidores, electricistas, mecánicos, vendedores de chatarra, panaderos– y algunos de ellos estaban fichados por la Policía por delitos menores como atracos callejeros y robo de autos.
Un día después, el 24, todos ellos aparecieron –eran 26– muertos, con las manos y pies atados, huellas de balas en la cabeza y algunos con señales de tortura.  Los asesinos embutieron los veintiséis cadáveres en tres camionetas robadas, que dejaron cerca de los Arcos del Milenio, en pleno centro de la ciudad y a pocas cuadras del local donde dos días más tarde se inauguraría la 25 edición de la Feria Internacional del Libro, sin duda la más importante de las muchas que se celebran en el mundo de lengua española.
¿Quién y por qué perpetró ese horrendo crimen?  Según un reportaje estremecedor aparecido en el semanario Proceso, del 27 de noviembre, los asesinos fueron sicarios de uno de los cárteles más poderosos de la droga, el de Zeta-Milenio, que con esta matanza se  proponía simplemente advertir a un cártel rival, el del Pacífico, lo que le esperaba si seguía empeñado en tender sus redes en tierras de Jalisco, que los zetas consideran exclusivamente suyas.  Lo que pone los pelos de punta al leer esta crónica no son sólo los horripilantes excesos de crueldad cometidos por los forajidos en esta ocasión, sino que salvajismos de esta índole son frecuentes en distintos lugares de México, donde cerca de cincuenta mil personas han perecido ya desde que el gobierno del presidente Felipe Calderón decidió enfrentar militarmente los cárteles de la droga que habían comenzado a infiltrarse como una hidra por todos los vericuetos del Estado, empezando por los cuerpos policiales.
Declarar esta guerra fue un acto de coraje, sin duda, que ha servido para sacar a la luz del día y mostrar el enorme poder económico y bélico del monstruo que anidaba en las entrañas de la sociedad mexicana, pero, también, para comprobar lo quimérico que es ya en nuestros días creer que se podrá acabar con el tráfico de drogas y la delincuencia y crímenes que genera mediante la simple represión.  La bestia ha crecido demasiado y cuenta con demasiados recursos para poder derrotarla por las armas de modo definitivo.  Ella se reproduce como las serpientes en la cabeza de la Medusa y la violencia que desata puede llegar a desarticular el funcionamiento de todas las instituciones y a convertir la democracia en una caricatura de sí misma.
Proceso reproduce el mensaje que los autores del asesinato dejaron garabateado en una de las camionetas.  Basta tratar de leerlo para darse cuenta de la indescriptible mescolanza de ignominia, crueldad y estupidez que guía a los forajidos.  Comienzan advirtiendo que “El pleito no es con la población civil.  Es con el Chapo y Mayo Zambada que andan queriendo pelear y no defienden ni su tierra”.  Acusan a sus enemigos de ser “informantes de los gringos” y piden a las gentes de Jalisco que “se quiten la venda de los ojos”.  Añaden: “Aquí les dejamos estos muertitos.  Sí, los levantamos nosotros para que miren que sin la ayuda de ningún cabrón estamos metidos hasta la cocina”.  Se despiden de este modo jactancioso: “Atentamente.  Grupo ‘Z’, el cártel fuerte a nivel nacional.  El único cártel no informante de los gringos.  Lealtad, honor,  Grupo Z, siempre leales”. (He puesto la puntuación para hacer algo más comprensible ese mazacote sintético).  Lo que parecen querer decir es muy simple: “Asesinamos a esos 26 sólo para demostrar que  podemos hacerlo”.  No tenían inquina alguna contra sus víctimas.  Los aniquilaron solamente para que el enemigo supiera que estaban en condiciones de acabar con cualquiera que pretendiera disputarles el monopolio que se habían ganado a punta de dinero y balazos.
¿Significa esto que México seguirá hundiéndose en la barbarie de manera irreversible?
Nada de eso.  Yo llegué a la ciudad de Guadalajara dos días después de aquella matanza, permanecí cuatro días en la ciudad y no vi ni un solo muerto ni una sola escena de violencia.  Más bien, mañana, tarde y noche estuve rodeado de libros y de gentes cultas, apasionadas por el arte, las ideas, la música, la poesía, las novelas, hombres y mujeres que acudían en masa a escuchar presentaciones de novedades literarias, diálogos y debates de escritores, filósofos, politólogos, críticos, y masas de personas que salían de los interminables pabellones de la Feria con enormes bolsas llenas de los libros que acababan de comprar.  Tuve un diálogo público con Herta Müller sobre la vocación literaria y creo que ninguno de los dos vio jamás un público tan atento y numeroso, unos mil ochocientos espectadores.  Cualquiera que hubiera vivido sólo esa experiencia hubiera concluido que México está muy lejos de la barbarie y es uno de los países más civilizados, libres y cultos del planeta.
En verdad, México, como el resto de América Latina y buena parte del mundo, es ahora las dos cosas a la vez.  Si, antaño, parecía que la civilización y la barbarie tenían bien definidas sus demarcaciones y eran antagónicas, hoy descubrimos que aquélla era una más de las muchas ilusiones que fabricamos para no sentirnos demasiado inseguros en el mundo en que vivimos.  Gracias al fanatismo religioso y político y su símbolo –el terrorista suicida– y a la criminalidad que la industria de la droga genera por doquier, además de factores como las enormes desigualdades económicas, el desplome de los valores espirituales y religiosos y el generalizado desapego a la ley, la barbarie es hoy un ingrediente esencial de la civilización, una de sus expresiones.  No es una casualidad que en Noruega, que parecía un pequeño paraíso, el salvador de la humanidad Anders Behring Breivik se cargara el 22 de julio pasado a 77 inocentes, sólo para mandar un mensaje al adversario, como hacen los ‘zetas’ mexicanos.
Cuando recuerda que el Holocausto fue obra de un país que era el mismo de Goethe, Beethoven, Rilke y Thomas Mann, George Steiner saca la siguiente lección: “Las humanidades no humanizan”.  Tal vez tenga razón, tal vez sea cierto que la cultura no nos defiende contra el instinto tanático de destrucción y muerte que se disputa en nuestro ser con el ‘Eros’ constructivo, solidario y vital.
Pero, acaso, la cercanía del peligro y del horror sea un poderoso aliciente para el quehacer cultural, lo impregne de una atracción hechicera y de una fuerza mágica a la que inconscientemente acudimos en pos de consuelo,  ayuda,  seguridad, cuando el suelo parece estar cediendo bajo nuestros pies.
  ¿Es ésa la explicación de la extraordinaria concurrencia de jóvenes que, procedentes de todas las provincias de México, acuden a la Feria del Libro de Guadalajara?  Las tres o cuatro veces que he estado allí siempre me llamó la atención esa presencia sobresaliente de chicos y chicas.  Y este año ella ha sido infinitamente más numerosa que las anteriores, añadida de un gran número de niños que poblaban los pabellones de literatura infantil.  Esos millares de muchachos y muchachas circulando por todos los rincones de la Feria, haciendo largas colas para asistir a los actos programados, hojeando los libros de las estanterías o leyendo tumbados por los suelos o apretujados en los cafés y salas de descanso, parecían inmunizados contra los peligros que erizan las calles de México, fuera del alcance de esos pistoleros semianalfabetos, armados de las armas más modernas de la industria bélica, que “levantan” a los indefensos transeúntes y los matan sólo para que sus competidores sepan lo feroces y mortíferos que son.
La Feria del Libro de Guadalajara comenzó hace un cuarto de siglo sin muchas ínfulas pero ha ido creciendo de  manera sistemática, sin pausa, y es ahora un encuentro internacional al que acuden editores, agentes, libreros, escritores y lectores de todos los países del globo.  Su notable éxito se debe a que ha sabido combinar el aspecto industrial y comercial con el cultural, de mercado que es al mismo tiempo un semillero de actividades creativas en la que participan intelectuales y escritores de todas las culturas del globo.  Ahora no sólo existe en el estado de Jalisco.  Desde el año pasado se celebra también en Los Ángeles y ésta es, creo, la única feria en Estados Unidos dedicada exclusivamente al libro en español.
Se trata de un espectáculo hermoso y gratificante, sin duda.  Y, también, de un homenaje a esos  veintiséis pobres diablos sacrificados de manera inmisericorde por las guerras cainitas del narcotráfico.  Porque no hay nada más lejano de la muerte, la crueldad y la brutalidad que el amor por los libros.
Guadalajara, noviembre de 2011

Muy buen artículo de nuestro Nobel. De lectura obligada.

viernes, 25 de noviembre de 2011

¿ORO O AGUA?





Algo más sobre deuda (¿qué hacemos con 134.000 millones de planetas Tierra de oro puro?)

tratar de comprender, tratar de ayudar


Salvar la Tierra, se titulaba dramáticamente el número de junio de 2010 de Investigación y ciencia (la versión española de Scientific American). Pero la cuestión es: o salvar la Tierra, o hacer buenos negocios. Se trata de una disyunción excluyente: ambas propuestas no son viables a la vez.
El desajuste último, el que condena de forma inapelable a este sistema económico –el capitalismo que precisa una expansión constante, aunque se encuentra dentro de una biosfera finita–, es una idea errónea: tratar de vivir dentro de un planeta esférico y limitado como si se tratase de una Tierra plana e ilimitada.
Como si los recursos naturales fuesen infinitos, como si la entropía no existiese, como si los seres humanos fuésemos omnipotentes e inmortales.
Blas de Otero –de quien por fin se han publicardo los poemas póstumos agrupados en Hojas de Madrid, con la galerna– quería escribir “la poesía en los siglos futuros con el pan en medio de la mesa y un avión a Marte todos los miércoles”. No llegó a intuir –como le pasa a la mayor parte de nuestra izquierda— que el esfuerzo por inaugurar la línea aérea a Marte (que no se inaugurará jamás, dicho sea de paso) es una de las causas que impiden que haya pan encima de cada mesa.
Basta hacer números durante diez minutos para saber que esta civilización está condenada. Incluso la devolución de la deuda, el prerrequisito del capitalismo, resulta matemáticamente posible sólo a corto plazo. En un cálculo al que me he referido otras veces (y que recuerda el buen George Monbiot), Heinrich Haussmann mostró que un simple pfennig –un céntimo de marco alemán– invertido al 5% de interés compuesto en el año cero de nuestra era habría sumado en 1990 ¡un volumen de oro equivalente a 134.000 millones de veces el peso del planeta! (Decía el físico Albert Bartlett que “la mayor carencia del ser humano es su incapacidad para entender las implicaciones de la función exponencial”. [1])
Y el capitalismo persigue un valor de producción conmensurable con el reembolso de la deuda… Puro wishful thinking: pero a semejantes disparates se subordinan las políticas y las vidas humanas (así como las no humanas, claro está) bajo la dominación del capital.
Endeudarse para crecer, y crecer para pagar las deudas: así se ligan capitalismo financiarizado y devastación ecológica.
No hay en el planeta Tierra recursos naturales suficientes para pagar la deuda emitida, acumulada, aceptada. Esa montaña de dinero virtual ha de ser denunciada (la banca privada es una de las instituciones que no podemos permitirnos en una sociedad sostenible).
Un sistema socioeconómico que sólo sabe abordar la realidad –las realidades— en términos de rentabilidad y beneficio está condenado. Esto es una obviedad: pero una obviedad sobre la que no podemos insistir demasiado, ya que las mayorías sociales, en nuestros países, siguen sin verla.
Seguir pensando hoy en términos de business as usual –más crecimiento del consumo para que tire de la producción; más aumento de la producción para incrementar el consumo; más endeudamiento para crecer más; más crecimiento para pagar la deuda— resulta equivalente a ser niños de 35 años que patalean en el suelo: ¡no es verdad, no puede ser, los Reyes Magos existen, no son los padres!
Pero ya vamos siendo mayorcitos, ¿verdad? ¿Ya se nos puede decir que los Reyes Magos son los padres? ¿Y que el “desarrollo sostenible” basado en un supuesto desacoplamiento (decoupling) entre crecimiento económico e impacto ambiental es, o bien engaño de los poderosos, o bien autoengaño?
[1] Se hallarán algunos textos de este profesor de Física de la Universidad de Colorado (Boulder) en su web http://www.jclahr.com/bartlett/. Debo esta cita a Pedro Prieto.

Jorge Riechmann es profesor de Filosofía Moral de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de Ecologistas en Acción

CAMBIOS POR CAMBIOS EN EGIPTO

Y

    Nosotros, la mayoría de las masas revolucionarias egipcias, soberanas de nuestro territorio y nuestro destino que es la fuente de todo poder en este país, el cual hemos recuperado con la revolución popular y pacífica del 25 de enero, afirmamos nuestro sincero deseo de transmitir este poder a las autoridades civiles elegidas -El Parlamento y el Presidente- a más tardar el 15 de mayo de 2012.
    Afirmamos que los ocupantes y acampados de la plaza Tahrir representan a la mayoría del pueblo egipcio y que cualquier acuerdo o negociación entre el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas y las fuerzas políticas que excluyan la participación de los ocupantes y de las fuerzas revolucionarias es nulo y carece de cualquier efecto.
Las fuerzas revolucionarias han acordado la siguiente declaración, que contiene una hoja de ruta para la gestión de la crisis y la transición del poder:
El comunicado del mariscal Tantawi no satisface en lo más mínimo la voluntad y las expectativas del pueblo. Contiene mucha confusión mientras oculta los muchos crímenes cometidos contra el pueblo durante todo el período de transición, y especialmente durante los últimos cuatro días, con su oleada de asesinatos, violencia, profanación de los cadáveres de las víctimas y violaciones de la dignidad de los ciudadanos que son una ofensa a la dignidad de la patria. Dicho comunicado no anuncia ninguna medida concreta, como la detención de los asesinos ni de los que dieron la orden de disparar balas reales y gas, así como tampoco el juicio o expulsión de todos los militares y policías que cometieron estos abusos. Tampoco anuncia el cese inmediato de toda violencia contra los ocupantes de la Plaza Tahrir y de todo el país.
No satisface las reivindicaciones: constitución de un gobierno de salvación nacional con toda la autoridad para la gestión integral del período de transición y dejar a un lado al Consejo Superior de las Fuerzas Armadas para que se limite a la defensa de la patria y las tareas de seguridad. Tampoco satisface la reivindicación del pueblo de organizar elecciones presidenciales el 28 de abril y la transmisión del poder a mediados de mayo de 2012. Además, la declaración recuerda implícitamente la organización de un referéndum sobre el mantenimiento, si es necesario, del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas como gestor del período de transición, lo cual es categóricamente rechazado por el pueblo como intento de recuperación de su voluntad.
Y puesto que el comunicado es rechazado por la mayoría del pueblo egipcio, por el bien de la patria y su estabilidad y para evitar nuevas masacres y el cese inmediato de la violencia y el abuso contra el pueblo, presentamos la hoja de ruta para la gestión y una salida de la crisis:
1.- El anuncio de la decisión de detención y procesamiento inmediato de los asesinos y de los que emitieron las órdenes de disparar con munición real y gas y la expulsión de los altos mandos militares y policías implicados en estos sucesos; cese inmediato de la violencia contra los ocupantes de la plaza Tahrir y de todo el país; retirada de todas las fuerzas policiales en espera de la reforma del Ministerio del Interior; exclusión de los funcionarios corruptos que desafían la voluntad popular y pretenden prolongar el antiguo régimen y enterrar la revolución.
2.- Constitución de un gobierno de salvación nacional con plena autoridad para la gestión integral del período de transición y dejar a un lado al Consejo Superior de las Fuerzas Armadas para que se limite a la defensa de la patria y tareas de la seguridad. Nombramiento de una persona designada por los revolucionarios para formar este gobierno. Organización de una transición hacia un gobierno civil elegido de la siguiente manera:
    Organización de las elecciones a la Asamblea del Pueblo según un calendario declarado y el traspaso de todos los poderes a esta Asamblea una vez que sea elegida.
    Organización de las elecciones de una Asamblea de Concertación (Majlis Echchoura), según un calendario declarado, de aquí al 14 de marzo de 2012.
    Presentación de candidaturas para la elección presidencial del 14 al 28 de marzo de 2012.
    Elecciones presidenciales el 28 de abril (primera vuelta) y 5 de mayo de 2012 (segunda vuelta).
    Transmisión de todos los poderes ejecutivos al presidente elegido el 15 de mayo de 2012.
3.- Anuncio constitucional por el gobierno de salvación nacional de las fechas de la elección presidencial y de las relaciones entre los poderes.
4.- Las tareas de ese gobierno serán las siguientes:
    La organización de las elecciones parlamentarias y presidenciales y el traspaso de los poderes ejecutivo y legislativo especificado según el calendario indicado.
    La depuración del Estado y sus instituciones mediante la eliminación de corruptos y partidarios del régimen depuesto.
    El restablecimiento de la seguridad y la lucha contra los baltaguiyas [mercenarios pagados, NDT] y la reforma del Ministerio del Interior.
    Mejorar el nivel de vida y garantizar el suministro de bienes y servicios a precios justos
    Finalmente insistimos en la continuidad de nuestra revolución y en la obligación del CSFA de implementar las reivindicaciones enunciadas en este comunicado hasta la transferencia, según el calendario indicado, de todos los poderes a las instancias civiles elegidas –Parlamento y Presidente- y que no estarán sometidos a ninguna tutela.
Llamamos a todo el pueblo egipcio a manifestarse por millones el próximo viernes 25 de noviembre proclamando «el viernes de la revolución del pueblo».
Dios guarde a Egipto en la seguridad, la libertad y la dignidad.

DE LA HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA



Bussi, el siniestro





Murió Domingo Bussi, el general. Una de las más siniestras figuras de nuestra historia. Sí, no se cometería ninguna exageración si cuando se haga referencia a él se diga: “El general Bussi, el siniestro”. Sólo basta recorrer su biografía para constatarlo. La perfidia de sus crímenes llega a lo inimaginable. Y ahí está la pregunta que todavía no nos hemos contestado: ¿dónde aprendió Bussi su oficio de matar con total impunidad? ¿En el Colegio Militar, en la Escuela Superior de Guerra o en sus estadías en Kansas con el ejército yanki o en Vietnam durante su gira? Sea como fuere, fue un criminal de la mayor cobardía y crueldad. Sus crímenes comprobados y por eso condenado son todos de lesa humanidad. Su hazaña máxima como criminal es el haber exhibido el cadáver congelado de Santucho en el Museo de la Represión, en Campo de Mayo. Se le caía la saliva de la boca de puro placer. Pero, además, los mil casos de torturas, de “desaparición”, de asesinatos. El mismo ejecutaba a los presos políticos de un solo tiro. Está declarado por testigos. ¡Ah, general! La degradación. La absoluta validez de la ley del más fuerte.
Y ese episodio tan perverso, donde la vileza ya no tiene palabras para describirlo: cuando ordenó apresar a los vagabundos y los pordioseros de la capital tucumana y los transportó en camiones que los arrojaron por las sierras catamarqueñas, donde murieron de hambre y de frío. Occidental y cristiano el general. Eso ocurrió en tierras tucumanas donde en 1816, en aquel increíble 9 de julio, se cantó nuestro Himno Nacional con aquello tan sabio de “Ved en trono a la noble Igualdad, Libertad, Libertad, Libertad”.
Pero uno, como argentino, sintió aún mucho más vergüenza cuando el pueblo tucumano, ya en democracia, votó a ese abyecto personaje como gobernador de Tucumán. ¿Qué hubieran pensado los congresales de 1816 al saber que en esa misma tierra libertaria se había votado al abyecto supremo? Ahora, esos que lo votaron de los barrios bien y de los barrios que exigían “más seguridad” tendrían que tener el coraje civil de marchar frente a la Casa de Tucumán y pedir perdón por tamaña acción de burlar para siempre a la democracia.
Lo mismo que tendrían que hacer los diputados del radicalismo y de otros partidos conservadores que votaron el “Punto Final” de Alfonsín por el cual quedó en total libertad la jauría uniformada de la desaparición como método.
El “general” Bussi. Cuando trasladó el centro clandestino de detención de Famaillá al Ingenio Nueva Baviera, ahí sí que se sintió dueño de la vida y de la muerte. Dueño y señor de la picana y el submarino y de toda clase de torturas aprendidas en el General Staff College de Fort Leavenworth, en Kansas. Claro, siguieron las huellas de aquel general Julio Argentino Roca cuando mandó comprar diez mil remington, el invento estadounidense con que se había eliminado a los pieles rojas y a los sioux. Y con ellos Roca demostró que los argentinos somos los mejores europeos y americanos del norte. Videla, Menéndez, Bussi... la lista es larga. Pero por fin muchos de ellos ya están en cárceles comunes y retratados para siempre en el diccionario de la infamia.
Murió Bussi. El espectro de la infamia. General de la Nación. ¿De qué Nación? No aquella del 25 de Mayo ni de 1813 y del 9 de julio tucumano. No, la fiera sanguinaria salida de claustros castrenses argentinos y entidades “educadoras” norteamericanas. En su entierro, los argentinos que salieron a la calle para gritar “dónde están los desaparecidos” gritarán: “Nunca más”. Nunca más un general Bussi. El siniestro.

MAS ALLÁ DE LA CÚPULA DEL TRUENO






Los mismos halcones neoconservadores que mintieron sobre Iraq utilizan el argumento definitivo para presionar por la guerra contra Irán
Los que gritan “Holocausto”

Salon/ICH

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Ya hemos pasado por esto. Mientras una de las guerras más desastrosas en la historia de EE.UU. llega a un fin ignominioso, los mismos halcones belicistas neoconservadores que la urdieron promueven una nueva guerra que haría que la invasión de Iraq se pareciera a una invasión de Granada –y utilizan la insuperable baza del Holocausto en la política estadounidense para silenciar todo debate al respecto-

Cuando los halcones comienzan a repiquetear los tambores a favor de una guerra en Medio Oriente, con frecuencia Israel es un motivo importante para hacerlo. Así fue en los preparativos de la guerra de Iraq y sin duda así es también en la histeria actual respecto a Irán. A pesar de afirmaciones insinceras de lo contrario, el único motivo por el que EE.UU. está hablando de  guerra con Irán es Israel. Como señala el invaluable M.J. Rosenberg, que conoce el funcionamiento del lobby de Israel por haber sido un miembro registrado: “Es imposible encontrar a un solo político o periodista que propugne la guerra contra Irán que no sea neoconservador o un figurón del AIPAC (a menudo las dos cosas).”

Desde que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) publicó su exagerado y viejo informe sobre el programa nuclear de Irán, el rincón de los devotos de Israel en EE.UU. ha estado pidiendo sonoramente la guerra.

Si la política estadounidense no contuviera un enorme punto ciego, nadie prestaría alguna atención a lo que dicen esos ideólogos desacreditados. La guerra de Iraq que postularon resultó ser uno de los mayores desastres de política exterior en la historia de EE.UU. Su visión ignorante e islamófoba de Medio Oriente es tan sobrecogedora como su insulsa disposición a comprometer a EE.UU. en otra guerra ruinosa contra un país musulmán, esta vez cuatro veces más grande que Iraq y con una población de más del doble. Han demostrado un historial de fracaso total.

A pesar de todo, a esos incompetentes militaristas todavía los toman en serio. Y la razón es simple: Pretenden que son partidarios de Israel. En la política estadounidense puedes salir hasta con el belicismo más demencial mientras afirmes que eres “pro Israel”. Y el máximo pase libre para cualquier cosa que tenga que ver con Israel es el Holocausto.

Al oír a los neoconservadores y a los halcones, se pensaría que Hitler está a punto de enviar sus tanques por la frontera polaca. El ex embajador de EE.UU. e imitador del doctor Insólito (Dr. Strangelove), John Bolton, dice: “La única alternativa actual es el potencial para un ataque militar preventivo contra su programa militar, sea por EE.UU. o Israel. La diplomacia ha fracasado. Las sanciones han fracasado”. Para Bolton, Irán es el segundo advenimiento de Alemania nazi: “Si la alternativa es que continúen [para fabricar una bomba nuclear] o el uso de fuerza, pienso que estamos en el mismo punto que cuando Hitler invadió Renania… Todavía estamos en 1936, pero no queda mucho tiempo.”

Jeffrey Goldberg, ex cabo del ejército de Israel y escritor de Atlantic, cuya engañosa afirmación en New Yorker de que Sadam Hussein podría entregar sus armas de destrucción masiva a al Qaida ayudó a convencer a algunos liberales para que apoyaran a la guerra de Iraq, afirma: “El caso israelí a favor de la prevención es apremiante, y lo ha sido durante bastante tiempo”.

¿Por qué? “Los dirigentes de Irán son antisemitas eliminadores; hombres que por razones teológicas ven al Estado de los judíos como un ‘cáncer’. Han llamado repetidamente a la destrucción de Israel y han trabajado para acelerar ese fin, sobre todo mediante el suministro de apoyo material y entrenamiento a dos organizaciones, Hamás e Hizbulá, que se especializan en la matanza de judíos inocentes. Los dirigentes de Irán son hombres que niegan el Holocausto mientras prometen otro”.

Goldberg reconoció el inconveniente para Israel de un ataque a Irán, incluidos el aislamiento internacional y las represalias, pero para él es un motivo por el cual EE.UU., no Israel, debe amenazar con la guerra.

“Numerosos funcionarios israelíes me han dicho que sería mucho menos probable que recomendasen un ataque preventivo propio si estuvieran razonablemente seguros de que Obama está dispuesto a usar la fuerza. Y si los dirigentes iraníes temieran que existe una verdadera probabilidad de un ataque de EE.UU., podrían efectivamente modificar su conducta”, escribió Goldberg. “Creo que Obama utilizaría la fuerza, y que debería dejarlo perfectamente claro ante los iraníes”.

El dirigente neoconservador Bill Kristol, que se equivocó sobre Iraq y fue recompensado con un trabajo en el New York Times, donde rápidamente demostró que era el peor columnista de todos los tiempos, escribió en el Weekly Standard: “El próximo discurso que necesitamos escuchar del gobierno de Obama debería anunciar que, después de 30 años, hemos pasado a la ofensiva contra ese régimen asesino. Y el discurso siguiente podría celebrar la caída del régimen y ofrecer ayuda estadounidense a los demócratas para que construyan un Irán libre y pacífico”. En 2009, Kristol comparó a Obama con Neville Chamberlain por no ser suficientemente explícito por cuenta del pueblo iraní.

El modo de pensar del Holocausto

Pero el uso más evidentemente coercitivo del Holocausto lo hizo el candidato republicano a la presidencia Newt Gingrich (cuya fiabilidad en asuntos de política exterior se puede juzgar por el hecho de que criticó al Departamento de Estado de Bush por no amañar su inteligencia para apoyar la guerra de Iraq). “No pienso que EE.UU. tenga el derecho moral de decir a un país cuyo pueblo ya ha pasado por un Holocausto –dos armas nucleares es otro Holocausto-”, dijo en 2006. “E Irán se apresura a armarse con bombas atómicas”. En lenguaje virtualmente idéntico al de Goldberg, Netanyahu dijo que mientras el presidente iraní “niega el Holocausto, prepara otro Holocausto para el Estado judío”.

“Siempre recordaremos lo que el nazi Amalek nos hizo”, dijo Netanyahu en una conmemoración del Holocausto en Auschwitz, “y no dejaremos de estar preparados para el nuevo Amalek, que aparece en la escena de la historia y vuelve a amenazar con la destrucción de los judíos”.

El modo de pensar del Holocausto ha conducido a Israel a políticas autodestructivas. Y su promiscua invocación ha ayudado a asegurar que Israel mantenga su influencia sobre la política de EE.UU. en Medio Oriente. Esa influencia ha sido siempre dañina para EE.UU., pero ahora es realmente peligrosa.

Porque existe una posibilidad muy real de que Israel ataque a Irán. He estado leyendo el mejor periódico de Israel, Haaretz, durante más de 10 años, y nunca he visto que sus periodistas traten con tanta seriedad una posible guerra con Irán. Haaretz es un periódico de tendencias de izquierdas, pero la preocupación en Israel llena todo el espectro político. El más destacado columnista político de Israel, Nahum Barnea, advirtió recientemente en un artículo en primera plana en el periódico de mayor circulación del país, el centrista Yediot Achronot, de que el primer ministro Benjamin Netanyahu y el secretario de Defensa Ehud Barak, pasando por sobre las objeciones de sus expertos en seguridad, podrían lanzar un ataque a Irán este invierno.

El artículo de Barnea está en hebreo: está resumido por Larry Derfner, quien escribe para el excelente sitio israelí-estadounidense 972. Barnea escribió: “Netanyahu [cree] que Ahmadineyad es Hitler; si no se le detiene a tiempo, habrá otro Holocausto. Hay quienes describen la actitud de Netanyahu al respecto como una obsesión: toda su vida ha soñado con ser Churchill; Irán le da la oportunidad.”

Las probabilidades de guerra

Sin duda, las probabilidades siguen estando en contra de que Israel realmente lance un ataque. Washington ha dejado claro que no quiere una guerra con Irán, y la primera regla de la política israelí es “no amenazar nunca la relación especial con EE.UU.” Israel ha estado amenazando durante años con que a Irán le faltan a meses para tener una bomba nuclear. Y tiene un historial de hacer ruido de sables como táctica para obligar a EE.UU. a adoptar una línea más dura frente a Irán.

Pero no hay que tomar a la ligera la posibilidad de que Israel ataque a Irán, especialmente después de que las tropas de EE.UU. abandonen Iraq, no solo por la invocación del Holocausto por Netanyahu. Al parecer Netanyahu está sinceramente convencido de que si no se destruye el programa nuclear de Irán, Israel enfrentará otro Holocausto. Si ese fuera el caso, las limitaciones tradicionales en la conducta israelí no podrían aplicarse.

Es posible que Israel pueda atacar Irán unilateralmente y desafíe a EE.UU. a que lo detenga. Como dijo a Reuters el analista de Irán Mark Fitzpatrick: “Si se considera que el próximo año tendrá lugar la elección presidencial en EE.UU. y la dinámica de la política de ese país, podría aumentar la inclinación de Israel de tomar las cosas en sus propias manos. Lo más probable es que Netanyahu llame a Obama y diga: ‘No estoy pidiendo una luz verde, solo le digo que acabo de enviar los aviones, no los derribe’. Y en un año de elección presidencial en EE.UU., me parece improbable que Obama los derribase”.

El historiador israelí Benny Morris destaca el mismo punto.

“La mayoría de los observadores de Israel cree que aunque a Israel le gustaría tener la luz verde de Washington, procederá sin tenerla si cree que su existencia está en juego”, escribió en National Interest. “El sentimiento aquí es que Obama apoyará, y tal vez ayudará de diversas maneras, un ataque israelí una vez que se inicie –le hayan consultado previamente o no– porque considera el régimen de los ayatolás una amenaza para la paz mundial y los intereses estadounidense en Medio Oriente; porque los sucesivos gobiernos estadounidenses, incluido el propio, han declarado que Washington no permitirá que Irán adquiera la bomba; y porque, en un año de elección presidencial, Obama no puede alienar el voto judío”.

La afirmación de Morris de que Obama estaría dispuesto a aprobar y tal vez a apoyar un ataque israelí porque cree que está justificado es extremadamente dudosa, para no decir más. Las políticas de Obama en Medio Oriente han sido enormemente decepcionantes, porque no es ningún tonto. Sabe que Irán –que no ha comenzado una guerra en la historia moderna– no plantea una amenaza militar para EE.UU. También sabe que la Primavera Árabe y la crisis en Siria han debilitado la posición geoestratégica de Irán. También existe el problemita de que EE.UU. está en bancarrota y sus fuerzas militares agotadas. Por todos estos motivos, sería una locura total que Washington llegara a considerar el inicio de una guerra contra Irán. Por eso Obama ha enviado repetidamente mensajes a alto nivel a Netanyahu, del secretario de Defensa Leon Panetta y otros, advirtiéndole de que no lance un ataque unilateral.

Pero el inicio de una guerra es una cosa, y atreverse a hacerle frente a Israel en un año electoral es otra. Como siempre, el discurso se inclina hacia la derecha psicótica. Los candidatos republicanos a la presidencia atacan a Obama por su supuesta falta de apoyo a Israel y compiten por ser los primeros en atacar a Irán. (Mitt Romney, que tiene posibilidades de convertirse en el próximo presidente, dijo en efecto que simplemente dejaría que Israel decida la política de EE.UU. en Medio Oriente.) Y considerando la rendición políticamente motivada de Obama ante Netanyahu, Morris y Fitzpatrick pobablemente tienen razón al decir que no estaría dispuesto a enfrentar al líder israelí.

En otras palabras, es bastante probable que la nación más poderosa del mundo simplemente se quede impotente mientras un ínfimo Estado cliente amenaza con hacer lo que sabe que no solo es contraproducente para sus intereses, sino posiblemente ruinoso para ellos. La cola meneará al perro hasta llevarlo al precipicio.

Si estallara la guerra, las consecuencias para EE.UU. serían catastróficas. Los precios del petróleo se dispararían, lanzando a EE.UU. y al mundo a una depresión masiva. Irán utilizaría a sus aliados para atacar a los soldados estadounidenses. Y toda la región estallaría, con consecuencias imprevisibles. No es ir demasiado lejos decir que la guerra con Irán podría anunciar el comienzo del fin de EE.UU. como superpotencia.

Obviamente si un Irán nuclear amenazara en realidad la existencia de Israel, un ataque preventivo podría justificarse. Pero según los niveles más altos de la dirigencia militar y de seguridad israelíes, Irán no plantea una amenaza semejante. El reciente jubilado jefe del Mossad israelí Meir Dagan, calificó los planes de atacar Irán de “la cosa más estúpida que he oído”, y dijo que un ataque significaría una guerra regional que colocaría a Israel en una posición “imposible”.

El ex jefe del estado mayor militar de Israel, Gabe Ashkenazi, también se opone a la guerra, así como el ex jefe del Shin Beth Yuval Diskin. Otro ex jefe del Mossad, Ephraim Halevy, dijo que Irán no plantea una amenaza existencial para Israel y que un ataque “impactará a la región durante 100 años”.

Si Irán lanzara un misil nuclear contra Israel, Israel lo fulminaría al instante con las casi 200 ojivas nucleares que posee. Al contrario de las afirmaciones ignorantes hechas por halcones islamófobos como Goldberg, Irán no está dirigido por dementes decididos a cometer un suicidio nacional. (Si sus dirigentes realmente fueran “antisemitas eliminadores”, cuesta comprender por qué no han eliminado a la comunidad judía de Teherán).

De hecho, la lógica después de un ataque a Irán es idéntica a la tristemente célebre doctrina del “uno por ciento” de Dick Cheney, que sostenía que si hubiera una probabilidad del 1% de que Iraq llegara a adquirir armas de destrucción masiva, EE.UU. tendría que atacar. La doctrina chalada de Cheney está totalmente desacreditada. Pero debido a la supuesta posibilidad del 1% de otro Holocausto, vuelve a enmarcar la política estadounidense.

Lo que amenaza en realidad un Irán nuclear, como han admitido los altos funcionarios israelíes, es a la hegemonía israelí en la región. La PrimaveraÁrabe y el ascenso de Turquía ya han comenzado a erosionar esa hegemonía, y la inevitable adquisición por parte de Irán de la capacidad de construir una bomba la erosionará aún más. Israel no puede combatir esa tendencia. Han pasado los días en los que podría imponer su voluntad mediante la intimidación. Tiene que aprender a vivir con sus vecinos.

Esto nos lleva a un anatema para los belicistas: el acercamiento diplomático pleno con Teherán. Es hora de que EE.UU. ponga todo sobre la mesa –Hamás, Hizbulá, Siria, el expediente israelí-palestino, el problema nuclear, Iraq– de que trate de resolverlo todo, reconozca que Irán va a ser un importante protagonista regional y llegue a un acuerdo.

El elemento clave es el problema israelí-palestino. Si Israel llega a una paz justa con los palestinos y la Liga Árabe reconoce a Israel, toda la razón de ser de la posición negativa de Irán se eliminaría. Israel e Irán serían entonces simplemente vecinos que riñen por su terreno, junto con el resto de los países en un Medio Oriente en rápida transformación.

Israel está ante una encrucijada, y el tiempo no está de su parte. Netanyahu es un discípulo del padre del Sionismo Revisionista, Ze’ev Jabotinsky, quien argumentó que los árabes, comprensiblemente desde su punto de vista, nunca aceptarían voluntariamente la colonización sionista y sólo se les podría controlar mediante un “Muro de Acero por el que no pueda irrumpir la población nativa”.

Netanyahu no tiene la integridad intelectual de Jabotinsky, pero comparte su creencia de que la fuerza bruta es el único recurso de Israel. Para él sigue siendo 1938, los palestinos son terroristas, los enemigos de Israel son antisemitas asesinos y el Estado judío debe existir en un estado permanente de guerra.

Israel, con el apoyo de EE.UU., ha estado combatiendo a los nazis durante 63 años. Esa actitud del Muro de Acero, que ve a todos los enemigos de Israel como reencarnaciones de Hitler (como en la afirmación propagandística de Jeffrey Goldberg de que Hizbulá y Hamás “se especializan en el asesinato de judíos inocentes”) ha sido un fracaso calamitoso. No ha aumentado la seguridad de Israel. Como reconocen ahora incluso políticos israelíes de centro derecha como Tzipi Livni, ha llevado a que Israel se aísle cada vez más del mundo, que en gran parte lo ve ahora como un paria.

Y a Israel no le darán otros 63 años. Si sigue por este camino, con la ayuda de sus falsos “amigos” en EE.UU. que insisten en combatir a Hitler resurgente hasta el último israelí (y el último estadounidense), Israel está condenado. Pero si abandona su contraproducente teoría del Holocausto podrá vivir en paz con sus vecinos y unirse al mundo.

Desde la fundación de Israel de las cenizas de la Solución Final, el Holocausto ha estado en el centro de la identidad nacional de Israel. Esa identidad se reafirma todos los años, cuando a las 10 de la mañana resuenan las sirenas en todo Israel para conmemorar el Holocausto. Durante esos dos minutos, todo se paraliza. Incluso se detiene el tráfico en la calle.

Es comprensible que un pueblo que ha sufrido uno de los más horripilantes genocidios de la historia de la humanidad lo conmemore y jure que no permitirá que vuelva a ocurrir jamás. Pero la historia está repleta de desagradables ironías, y a veces la reacción a un trauma asegura que siga ocurriendo.

Una joven judía polaca llamada Ruth Grunkraut y su madre fueron enviadas a Bergen-Belsen. La madre de Grunkraut murió solo seis días antes de que los Aliados liberaran el campo. Antes de morir dijo a su hija: “Tienes que vivir. Tienes que vivir por mí”.

Los anales del Holocausto están repletos del mismo mensaje: Tienes que vivir. Un ataque contra Irán se realizará en nombre de las víctimas del Holocausto. Pero ese ataque, en lugar de salvar el Estado judío, firmará su sentencia de muerte. Israel y sus partidarios estadounidenses deben más a los millones de seres humanos cuya última plegaria, antes morir, fue que sus hijos vivan.



Gary Kamiya es escritor y colaborador de Salon.