jueves, 26 de septiembre de 2013

CONSECUENCIAS DE LA DEMOCRACIA DEL SHERIFF

Sin ingresos del petróleo, sin seguridad, sin agua, sin electricidad …
Bienvenidos a la nueva Libia, un país “liberado” por la OTAN


Abdel Bari Atwan



Bienvenidos a la nueva Libia, un país “liberado” por la OTAN que ahora se encuentra sin los ingresos del petróleo que podrían hacerle rico, sin seguridad ni estabilidad y con unos niveles sin precedentes de asesinatos y de corrupción. 
El viernes pasado [13 de septiembre de 2013] la revista The Economist publicó un informe acerca de la implosión de Libia. Me llamaron la atención las fotografías que lo ilustraban, particularmente una de una pitada en una pared del paseo marítimo de la capital, Trípoli: “El único camino al cielo es el camino al aeropuerto”, decía. 
Esta pintada es indicativa de la difícil situación en la que se encuentra Libia actualmente tras la “liberación” por parte de los bombarderos de la OTAN por aire y de la revolución por tierra que derrocaron el régimen dictatorial de Muammar al-Ghadafi. 
Recientemente me he entrevistado con muchas personas que visitan Londres procedentes de Libia y cuentan unas historias que son difíciles de creer. 
La capital Trípoli estuvo una semana entera sin agua o electricidad. 
Las milicias armadas dominan las calles y gobiernan en ellas en ausencia de un gobierno viable, de una institución de seguridad nacional y de servicios municipales básicos. 
Onoud Zanoussi, la hija de 18 años de Abdullah Zanoussi, ex jefe de la seguridad de Ghadafi, fue secuestrada al salir de la cárcel donde había estado siete meses acusada de haber entrado ilegalmente en el país. ¡Fue secuestrada frente a la puerta de la cárcel y el secuestrador era uno de los guardas de la cárcel! 
Hace dos años la comunidad de los negocios británica y francesa se afiló los dientes y se frotó las manos regocijada pensado en su participación en la reconstrucción de Libia. Ahora no hay ni un solo hombre de negocios en Trípoli, todos ellos corrieron a ponerse a salvo tras el asesinato del embajador estadounidense y los ataques a varias embajadas y consulados extranjeros. 
Durante los bombardeos de la OTAN las noticias sobre Libia dominaban las portadas y eran la primera noticia de los telediarios de todas las televisiones occidentales y árabes. Había una cobertura de 24 horas del milagro de la liberación libia y de la gran victoria lograda por la OTAN y los revolucionarios. Ahora es muy raro encontrar en Libia a un periodista occidental y todavía más raro leer un reportaje decente acerca de Libia y de lo que está ocurriendo ahí. 
El petróleo era el principal objetivo y la verdadera razón de la intervención de la OTAN, pero se ha detenido la producción de petróleo debido a una huelga de los guardias de seguridad de los campos de petróleo y de las terminales de exportación. La razón aparente de la huelga es la exigencia de un aumento de sueldo, pero existe otro motivo igual de poderoso: protestan por la reivindicación de varios movimientos separatistas que piden el autogobierno para la rica en petróleo región de Barca (Cirenaica) con su capital en Bengazi. La mayoría de las reservas de petroleo de Libia están situadas ahí. 
Más que el gobierno local o nacional, es una milicia la que controla la mayoría de los campos de petróleo y la terminal de exportación. Ha empezado a vender enormes cantidades de petróleo en el mercado negro y está tratando de expandir estas actividades, lo que ha llevado al primer ministro libio Ali Zidan a amenazar con bombardear cualquier tanque de petróleo que vaya a cualquier lugar cerca de estos emplazamientos. 
La ironía es que ahora está ocurriendo lo mismo en el este de Siria donde las milicias y las tribus locales controlan los campos de petróleo de Deir Al-Zour, refinan ellos mismos el petróleo a mano y lo venden ilegalmente. Lo mismo sigue ocurriendo en el sur de Iraq. 
Iraq y Libia, por supuesto, se han “beneficiado” de la intervención occidental y Francia y Gran Bretaña han repetido orgullosamente lo que la madre de Occidente, Estados Unidos, solía decir acerca de Iraq. Lo han repetido primero en Libia y ahora en Siria: la intervención conferirá una enorme sofisticación al país concernido, el cual se convertirá inmediatamente en un modelo de prosperidad y de estabilidad, y abrirá el camino para otros países árabes gobernados por dictadores para que inviten y den la bienvenida a la intervención militar. De hecho, este modelo ha generado el peor tipo de anarquía, el fracaso de la seguridad, el colapso político y la desintegración del Estado. 
El caos gobierna Libia. El asesinato de políticos y de periodistas se ha convertido en una noticia cotidiana en la Libia de hoy en día hasta el punto de que el propio coronel Yussef Ali al-Asseifar, el encargado de investigar la avalancha de asesinatos y de detener a las personas que estaban detrás de ellos, fue asesinado el 29 de agosto cuando unos hombres de un grupo no identificado pusieron una bomba bajo su coche. 
En el aniversario del 11 de septiembre la semana pasada una enorme bomba destrozó en edificio del ministerio de Exteriores de Bengazi. 
Human Rights Watch ha destacado otra atrocidad que sucedió en Tripoli el 26 de agosto de 2013 en la Institución Principal del Corrección y Rehabilitación, conocida con su antiguo nombre de al-Roueimy, donde estaban encarceladas unas 500 personas, incluidas cinco mujeres. Los presos estaban en huelga de hambre para protestar por el hecho de estar encarcelados sin cargos y sin un juicio justo. Al no poder presentar su propio destacamento de seguridad, el gobierno llamó al Comité de Seguridad Suprema, compuesto por ex milicianos en contra de Gadafi, para sofocar el levantamiento. Estas fuerzas asaltaron la cárcel, dispararon contra los presos e hirieron a 19 personas. 
El 4 de agosto dimitió el primer ministro de Libia Awadh al-Barassi y fue sustituido por Ali Zeidan. Entonces, el 18 de agosto, el ministro del Interior Mohammed al-Sheikh dimitió después de solo tres meses en el cargo. Mencionó la falta de apoyo de Ali Zeidan y el fracaso del gobierno en hacer frente al descontento y a la violencia, en ganarse la confianza del pueblo o en financiar adecuadamente a las agencias del Estado para proporcionar los servicios más básicos. 
Libia simplemente se está desintegrando en líneas divisorias tribales y geográficas. La mayoría de su población está furiosa, incluidos los bereberes en el sur, y la perspectiva de la reconciliación nacional se ve muy lejana. 
La frustración popular es extrema. Cuando los manifestantes tomaron las calles en el exterior de las poderosas “Brigadas del Escudo Libio” para protestar por el injustificado poder de la milicias murieron bajo los tiros 31 personas. Las milicias actúan completamente al margen de la ley. 
Suleiman Kjam, miembro del Comité Parlamentario para la Energía, declaró a un periodista de Bloomsberg que ahora el gobierno está gastando sus reservas financieras después de que la producción de petróleo descendiera de 1.4 millones de barriles al día a principios de este año a menos de 160.000 barriles al día. Advirtió que de seguir esta situación el gobierno no podrá pagar los sueldos de sus funcionarios en los próximos meses. 
El régimen de Gadafi era una dictadura opresiva, y lo afirmamos por la millonésima vez, pero es difícil de aceptar o de entender la Libia actual, con un grado sumo de corrupción y una no existente seguridad. Especialmente cuando recordamos que Libia fue liberada por los países más sofisticados y avanzados del planeta, según los criterios occidentales. 
El ministro de Exteriores libio Mohammad Abdel Azziz sorprendió a muchas personas tanto de Occidente como del mundo árabe cuando el día 4 de septiembre se opuso a los inminentes ataques aéreos estadounidenses contra Siria en una reunión especia de la Liga Árabe presidida por él para discutir la posible intervención. 
Puede que Abdel Azziz, como muchos de sus compatriotas libios, haya modelado su opinión a consecuencia de la experiencias de su propio país tras la intervención militar occidental. 
Esperamos que los pueblos de los países árabes y Siria particularmente aprendan del ejemplo libio. 
Es cierto que algunas personas sugieren que es una situación provisional para Libia y que tras este periodo de transición reinará la estabilidad. Nos aconsejan ser pacientes. 
Esperamos que su profecía resulte ser correcta, pero somos escépticos con Afganistán e Iraq también ante nuestros ojos. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

¿NUEVA CRISIS ASIÁTICA?



Nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, pero su aspecto puede parecer amenazadoramente familiar. No es sorprendente que, al ver tambalearse en fechas recientes las divisas y los mercados de valores en Asia, inversionistas y comentaristas hayan evocado el espectro de la tormenta financiera de 1997-98. En aquella crisis, Tailandia primero, luego Indonesia y Corea del Sur, solicitaron ser rescatados por el FMI. La crisis devastó las economías regionales y en Indonesia acabó con la dictadura de 32 años de Suharto. Filipinas y Malasia resultaron con graves daños. Ahora los temores del mercado en la región se vuelven contagiosos de nuevo, y empeorarán al añadirse la preocupación por las consecuencias de una posible acción militar encabezada por Estados Unidos en Siria. Sin embargo, el río se ha transformado, y es menos probable que arrastre a los desprevenidos.
Desde luego, las similitudes con los meses anteriores a la crisis de 1997 son impactantes, no menos porque Indonesia, Malasia y Tailandia parecen en riesgo de nuevo. En 1997, como ahora, la política monetaria de EU causaba inquietud. En marzo de aquel año la Reserva Federal elevó las tasas de interés. Eso, junto con la fortaleza del dólar, que para mediados de 1997 se había elevado 30 por ciento contra el yen respecto de principios de 1995, propició el retiro de capitales de los mercados emergentes. En los días que corren, un dólar fuerte, aunado a la mera amenaza de tasas de interés más altas ahora que la Fed evalúa reducir su programa de compra en masa de bonos, atrae el dinero hacia la presunta seguridad de los activos en el mundo rico.
Entonces como ahora, el crecimiento de las exportaciones en muchos países asiáticos era titubeante. Tanto aquella desaceleración como la actual pueden atribuirse en parte a China, aunque por razones muy diferentes. A mediados de la década de 1990 China se establecía como la fábrica del mundo; su arrojo exportador se comía la participación de mercado de países que se habían industrializado antes: no sólo los tigres Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán, sino también Malasia y Tailandia. Dieciséis años después, el fenomenal crecimiento de China la ha consolidado como el mercado más importante de la región por derecho propio: es el mayor destino de exportaciones de Australia, Indonesia, Japón, Malasia, Corea del Sur, Tailandia y Taiwán. Así que la disminución del dinamismo en China –incluso la relativamente menor desaceleración observada hasta ahora– tiene un fuerte impacto en el mercado regional.
Otro paralelismo con 1997 puede ser que el éxito económico ha originado cierta arrogancia. Los años de florecimiento en buena parte de Asia a principios de la década de 1990 no se vieron como parte de un auge insostenible, apoyado por divisas subvaluadas, sino como un derecho de nacimiento. Incluso algunos los tomaron como prueba de la superioridad de los valores asiáticos de trabajo arduo, ahorro y disciplina. De manera similar, haber salido relativamente indemnes del bache global de 2008-09 alimentó la complacencia. En particular, autoridades indias e indonesias sostuvieron que los fundamentos de sus países eran tan sólidos, que podrían detener la necesaria reforma estructural hasta después de las próximas elecciones (programadas para el año entrante). Cuando asomaron los problemas, la primera reacción de los dos países, al igual que a finales de la década de 1990, fue culpar al mundo exterior, y en particular a la política estadunidense.
Sin embargo, también al igual que en 1997, países como India (en gran medida ilesa en 1997-98) e Indonesia, con grandes déficits en cuenta corriente, siguen siendo vulnerables a una pérdida de confianza en el extranjero. En India, el valor de la rupia ha caído a niveles sin precedente contra el dólar. En Indonesia, el país más lastimado en 1997-98, las medidas políticas anunciadas el 23 de agosto, como apoyos fiscales a exportadores, no lograron detener el deslizamiento de la rupia local. Las reservas del país en divisas extranjeras han caído 20 por ciento en los dos años pasados.
De los países que sufrieron colapsos financieros en 1997-98, Malasia, Filipinas, Corea del Sur y Tailandia han tenido superávits en sus cuentas corrientes en años recientes, en contraste con los déficits de la década de 1990. Sin embargo, el ringgit malayo, el peso filipino y el baht tailandés también se han debilitado en semanas recientes. Esto apunta a un contagio como el que propagó el pánico en 1997. Hasta el dólar de Singapur se ha debilitado contra el estadunidense.
Pese a todo, la región se encuentra ahora en mucho mejor forma. Sus divisas ya no están alineadas como bolos, esperando los disparos de los fondos de cobertura de riesgo. En 1997 la mayoría estaban más o menos adheridas al dólar. Las que en teoría estaban flotantes, en la práctica eran manejadas por los bancos centrales en una imitación de paridad fija. Hoy día en verdad flotan… o se hunden.
En parte por la experiencia de la crisis más reciente, los países están mejor preparados para lo que viene. Todos tienen reservas adecuadas en divisas extranjeras, para cubrir al menos seis meses de importaciones. Y la causa particular de la crisis de 1997 –préstamos en gran escala en dólares para financiar inversiones en moneda local, sobre todo en bienes raíces– ya no está en boga. Así pues, el contagio ya no es como antes. En 1997-98 estalló una burbuja de inmuebles en Bangkok, que reveló la arraigada podredumbre en el manejo económico de Tailandia y los vínculos de corrupción entre sus bancos, empresas y políticos. Bajo escrutinio, se pudo ver que muchos de sus vecinos estaban afligidos por males similares: los valores asiáticos se volvieron pecados asiáticos.
Made in China
En esta ocasión, un cambio global en las percepciones de riesgo financiero afecta a todos los mercados emergentes. No es que los países asiáticos sean especialmente vulnerables porque estén en Asia. Más bien, algunos afrontan dificultades a causa de las elecciones políticas hechas por sus gobiernos: por ejemplo, la persistente negligencia de India en enfrentar su déficit presupuestario, y su introducción de pequeños controles al capital, en agosto, que refleja pánico; la reacción cada vez más estridente de Indonesia ante la inversión extranjera en sus abundantes recursos naturales, y las populares, pero costosas compras de arroz de Tailandia a precios superiores a los del mercado.
Así pues, por ahora las aguas del río no están en una crecida incontenible. Sin embargo, la reciente turbulencia plantea una cuestión a más largo plazo. Como se hizo ver, la crisis de 1997-98 fue en parte un daño colateral causado por el fenomenal crecimiento chino, en tanto las ansiedades actuales vienen después de una moderada disminución en el crecimiento chino. Los grandes peligros que acechan ahora a la región no son sólo los miedos inmediatos y quizá prematuros por la reducción de la Fed, sino también el riesgo de una desaceleración más prolongada y tal vez más profunda de China.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¡QUE CHAVEZ!



Los retos en el despliegue de la identidad política chavista
Chávez somos (casi) todos



En un momento de sus conversaciones con Ignacio Ramonet, plasmadas en el imprescindible libro Mi primera vida, Hugo Chávez denuncia que las élites tradicionales “santificaron a Bolívar” para “despolitizarlo”. En una notable paradoja histórica, el ‘mito Chávez’ enfrenta hoy una tesitura similar. La elevación de la figura del Comandante por encima de la disputa política, ya sea por la hipócrita condescendencia a posteriori o por una sincera nostalgia militante, puede contribuir a convertirlo en un ‘transversal ideológico’: un referente central en la cultura política venezolana, que ya no suscita choques y que es un consenso conjugado en pasado pero de poco impacto político en el presente. Tras su fallecimiento, la figura de Chávez es tan sólo abiertamente rechazado por la minoría que aún sueña con volver, pacíficamente o no, al país anterior a la irrupción de masas en el Estado. Cuando estos sectores acusan a la revolución bolivariana de polarización la están acusando de politizar la pobreza y la exclusión, esto es: volverlas un asunto público, discutible y solucionable, en lugar de un dolor sordo y privado. 
Desde Maquiavelo sabemos que la política, toda política, es una tensión variable entre consenso y conflicto. En la política revolucionaria dos riesgos paralelos son la marginalidad, con tanto contenido de cambio como nula capacidad de seducción, como la absoluta integración en el orden existente, convirtiéndose en un referente tan amplio como tendencialmente vacío, incapaz de producir transformaciones. Un 4 de febrero 1992, Chávez irrumpió en la vida de los venezolanos siendo conflictividad pura, impugnación frontal y pública del orden existente. Un parteaguas en una lenta descomposición moral, política y social del régimen de la IV República y sus sectores dirigentes. Ese gesto se convirtió en un símbolo en torno al cual se fueron vinculando demandas insatisfechas de diferentes sectores sociales, que con Chávez como catalizador fueron pasando de fragmentos a componentes de un pueblo en gestación. Catorce años de revolución bolivariana fueron decantando ese nombre propio como una forma para llamar en conjunto a los más desfavorecidos. Su condición de frontera radical en el escenario político venezolano permitió a Chávez ser un nombre y una superficie de inscripción para un conjunto heterogéneo de posiciones sociales y aspiraciones, no reductibles a ninguno de los marcos ideológicos existentes previamente. Ese campo popular está cohesionado por fechas y símbolos, emociones, descripciones compartidas de la realidad, valores y un horizonte común de país, que permiten hablar de una identidad política que, como venimos sosteniendo, no sólo es mayoritaria sino también relativamente hegemónica: el chavismo.

El éxito discursivo fundamental del chavismo fue impugnar las diferencias entre los partidos tradicionales y erigir una nueva frontera que ordenó las lealtades de la sociedad venezolana, convirtiendo a la minoría privilegiada en minoría política y a las mayorías desposeídas en un proyecto de construcción de ‘pueblo’ que reclamaba la representación del conjunto de la comunidad. Chávez asumió, con gran desgaste vital, encarnar esa frontera, ser el eje principal sobre el que pivotasen las afinidades y diferencias en el país, conformando una voluntad nacional-popular con orientación socialista. Tras su fallecimiento, sus adversarios, que fueron incapaces de superar esa ordenación que los relegaba a una posición subalterna, aspiran a borrar esa frontera convirtiendo a Chávez en un bello recuerdo histórico y al chavismo en el acto no político de añorar a una persona, sin implicación alguna en las lealtades políticas actuales; cortocircuitar la conexión entre la identificación afectiva con Chávez y la adhesión al proyecto de país que defendía. Es clave la gestión discursiva de esa frontera en la actualidad: el chavismo es tendencialmente para (casi) todos pero no es cualquier cosa ni en él cabe cualquier contenido. Resulta fundamental construir con cuidado su ‘afuera’ y manejar con flexibilidad el juego inclusión-exclusión, seduciendo en lo inmediato al mismo tiempo que desplegando pedagogía política que labre las posiciones del futuro. 

La maniobra de despolitizar a Chávez y dispersar el chavismo, de una oposición deseosa de dejar de ser ‘antichavista’, cuenta a su favor con el paso del tiempo y la extrema juventud de la pirámide demográfica venezolana. En frente debiera tener el proceso de articulación de una cultura y una narrativa del chavismo que siga emocionando en futuro y no sólo en pasado, que siga produciendo un horizonte común de país, que recupere la conducción intelectual y moral para los revolucionarios. La eficacia en la Nueva Gestión Pública Socialista y la construcción institucional son condiciones sine qua non para fortificar las posiciones avanzadas en una década y media de transición estatal. Pero estos éxitos no aseguran necesariamente la adhesión mayoritaria de la sociedad, que no puede confundirse con la conquista puntual de victorias electorales.
Para ello hay al menos tres tareas de gran envergadura: La formación de la siguiente ola de intelectuales –gestores; la fragua de una nueva épica que nutra a las generaciones que no han vivido los hitos históricos que estructuran y cohesionan el relato chavista ni tampoco el pasado oneroso frente al cual la revolución es ‘lo nuevo’; y el trabajo en el estudio, la discusión, sistematización y desarrollo del chavismo, no como un viejo y querido álbum de fotos, ni tampoco como un conjunto de dogmas –recordemos al Marx de “yo nunca sería marxista”-, sino como los lazos y elementos que han articulado un sujeto político que desafió el ‘fin de la historia’ y, a contrapelo de la evolución internacional, rescató la política como el arte de tomar las riendas del destino común por parte de los que no se tienen más que a sí mismos.
Venezuela lleva una década y media inmersa en un proceso de sentido socialista en condiciones de plena libertad y expandiendo la soberanía popular. Su evolución le ha llevado a experiencias y avances históricamente inéditos, pero uno de los precios que paga por su audacia es el de enfrentarse a retos y contradicciones para los que no hay apenas referentes históricos y muy pocas pistas teóricas. Pero sí la certeza de que la política y la disputa nunca se terminan, que siempre habrá que seducir y construir, en la tensión creadora que advierte Boaventura de Sousa Santos: “Socialismo es democracia sin fin”.

Íñigo Errejón es Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA SIN PARTICIPAR




Entre elección y elección, ¿qué?



Entre denuncias de intentos de magnicidio y sabotajes, debates sobre las formas de combate a la corrupción, falta de discusión sobre modelos de desarrollo o planificación económico-financiera, transcurrirán los tres meses que restan hasta las elecciones municipales de diciembre, en medio de campañas mediáticas destinadas no a informar u orientar a la ciudadanía, sino a confundirla.
Para la agrupación chavista Marea Socialista, la Revolución Bolivariana atraviesa su momento más crítico, ya que la muerte de Hugo Chávez abrió una nueva disputa por la hegemonía política en el país. Las elecciones del 14 de abril no fueron un momento de continuidad, sino de quiebre, mostraron en toda su dimensión que se ha abierto una nueva etapa en el Proceso, afirman. Y señalan que para cambiar el rumbo, es imprescindible defender las conquistas sociales y políticas de los últimos 14 años.
Pareciera que Venezuela, un país que aún no logra definir su modelo de desarrollo y subsiste con una economía basada en el monocultivo y la renta del petróleo, vive de unos comicios a otros. El desfasaje del tipo de cambio hace, por ejemplo, que un tanque de gasolina de 50 litros cueste 1,5 dólares, lo mismo que un solo litro en cualquier país de la región.
Y mientras sectores de oposición, con el liderazgo aparente de Henrique Capriles Radonsky –que sigue buscando apoyo político y financiero en los sectores ultraderechistas del exterior-, ven cerca el apocalipsis, dirigentes del chavismo insisten que sea cual fuere el resultado, éste no incidirá en absoluto en el rumbo de la Revolución Bolivariana.
Los datos muestran que Nicolás Maduro se ha asentado en la sucesión presidencial. Es más, la encuestadora Hinterlaces indicó que el 90% de los venezolanos desea que le vaya bien en su gestión, mientras que el 56% considera que su labor como jefe de Estado ha sido positiva.
Y en esta ocasión –otra vez- un sector opositor le asigna carácter plebiscitario al acto del 8 de diciembre, planteando que si los resultados favorecen al antichavismo, debieran realizarse nuevamente los comicios presidenciales de abril de este año en los que Maduro se impuso ajustadamente a Capriles Radonsky. 
Hay quienes, algo más apocalípticos y apegados a un lenguaje procaz y escatológico, llegan a plantear que un triunfo municipal justificaría cualquier intento violento (en abril fueron responsables de 14 muertes y casi una centena de heridos) e incluso golpista (si encuentran cuadros castrenses dispuestos a ello).
Se prepara a la opinión pública para la ya manida denuncia de “fraude” en las elecciones. Este sector de la oposición no acepta una derrota electoral, repitiendo el mismo guión desde hace casi tres lustros. Y para explicar eso han desarrollado un bombardeo constante ya no sólo en la prensa comercial (radios, televisión, diarios), sino que han inundado las llamadas redes sociales. Si ganan, viene la violencia… y si pierden, también. La opción para ellos es retomar por la fuerzas las prebendas que perdieron hace 14 años, soñando con un renacer del neoliberalismo.
En Venezuela, ¿los medios procuran la regulación democrática de los conflictos o exacerban la confrontación? ¿Existe una presión de la ciudadanía en contra de la mentira política o prevalece la tolerancia en las audiencias politizadas? Hay medias verdades que matan… las buenas prácticas periodísticas, señala la socióloga Maryclén Stelling.
Pero también existe un sector de la oposición que cree en la democracia, aunque la experiencia venezolana demuestra que estos “moderados” quedan siempre sepultados por la arremetida de los sectores desestabilizadores y golpistas, seducidos por el desconocimiento permanente del orden constitucional, como ocurre desde 2002: golpe, guarimbas, sabotaje petrolero, intentos de desobediencia civil, llamados al desconocimiento de la realidad (llámese derrotas sucesivas).
Nuevamente se insiste desde la oposición de la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Algunos lo hacen dentro de la búsqueda de un mecanismo que permita votaciones antes de las presidenciales de 2018. Otros (sectores poderosos) quieren cambiar la definición actual de economía mixta por una visión neoliberal, donde no se consagren los derechos a la salud, la educación y la vivienda.

Y, en general, a ninguno le gusta el modelo de participación popular, y hay quienes sostienen que aún si ganan las elecciones presidenciales, el poder público no estará en sus manos.

Entre denuncias y sabotajes, el futuro

El sociólogo opositor Leopoldo Puchi señala que la estrategia opositora de una “primavera árabe” se ha desinflado, luego del 14 de abril y su estela de fallecidos y heridos. Pero en realidad ese no es el peligro principal para el gobierno: el desafío son los votos, ante un descontento por la ineficiencia y el burocratismo, que no es fácil revertir. “Y ya se sabe, sin votos no hay paraíso”, señala, tras remarcar que las expectativas que se habían creado en las bases del Psuv sobre la celebración de elecciones primarias han sido frustradas.

Maduro denunció públicamente nuevas operaciones paramilitares con el objetivo de atentar contra su vida y la del presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, parte de un plan organizado desde Colombia, entre sectores vinculados al ex mandatario Álvaro Uribe, al ex funcionario estadounidense Roger Noriega y el terrorista de origen cubano Luis Posada Carriles.

Estos sectores, denunció, han reclutado mercenarios y paramilitares colombianos, planificando una operación encubierta con uniformes del ejército venezolano, para crear la imagen de una acción militar contra el gobierno bolivariano. A estas denuncias de proyectos de magnicidio se suman los sabotajes en refinerías y plantas generadoras de energía.
Reinaldo Iturriza, ministro de las Comunas, indica que "sucede con frecuencia que unas ciertas lógicas de razonamiento nos gobiernan, y éstas lógicas inducen prácticas que nos gobiernan igualmente, y un buen día despertamos siendo gobernados por fuerzas que no son las nuestras"-
Toby Valderrama, columnista chavista, señala que la lucha interna es señal de la salud de la Revolución: “ya sabemos que el silencio, la no discusión, la unanimidad, es suicida. La labor principalísima de la dirección es mantener el terreno, el equilibrio, para que la lucha interna de clases no se desborde, para que se realice en el cuerpo a cuerpo de los argumentos y no de las bayonetas caladas. Del éxito en la discusión dependerá que la Revolución encuentre su rumbo”.
Y con el marco de la designación por la cúpula del PSUV de los candidatos a alcaldes y concejales, señala que la tarea de los revolucionarios es discutir por sobre cualquier dificultad e incomprensión, es criticar, prestigiar las ideas que dirigen la práctica, combatir las desviaciones con valentía. Además, entre los aliados del Gran Polo Patriótico el malestar es por el “sectarismo”.
En este interregno entre elección y elección siguen las dudas: si hay que reactivar o transformar la economía. El economista y exministro Víctor Álvarez señala que la reactivación económica es un proceso que debe estar sincronizado con la transformación estructural en función de sustituir el orden viejo, explotador del ser humano y depredador de la naturaleza, por otro orden capaz de erradicar las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social.
Añade que desde que entró en vigencia la reconversión monetaria, la inflación acumulada es de 311,3%. Eso significa que hoy en día un bolívar equivale a solo 0,2431 céntimos del bolívar fuerte que comenzó a circular en enero de 2008. La inflación acumulada al mes de julio llegó a 29% y la anualizada alcanzó 42,6%.
El nivel de corrupción e ineficiencia es un factor que no solamente incide en el desgaste del modelo político actual y que conspira contra la esperanzas de millones que creen en una sociedad socialista justa. La práctica generalizada de la corrupción por grupos o castas enquistada en el aparato del Estado, es además uno de los principales obstáculos para construir un modelo económico socialista, señala el economista Simón Zúñiga.
La tolerancia hacia la corrupción se ha convertido en una cultura que tiene diversas expresiones en el peculado, el desvío de fondos, la negociación de recursos naturales (como el oro y el coltán) y la práctica del nepotismo. Y muchas veces para apagar los incendios se llama a los piromaníacos… 
La difícil coyuntura económica y los continuos titubeos en el más alto gobierno han impedido que hasta el momento se pongan en vigor una serie de medidas graduales, pero urgentes, para enfrentar los principales problemas económicos y financieros de corto plazo, señalaba Zúñiga. Las reales urgencias económicas de la ciudadanía también hacen poner en duda los resultados decembrinos.
Lo preocupante es que se quiera interpretar esta seguidilla de elecciones como una expresión de democracia. En un proceso, donde convertir al ciudadano en sujeto de política (y no en mero objeto de ella) ha sido uno de sus principales logros, confundir la participación pasiva en unos comicios con democracia participativa y protagónica popular, pareciera ser un mal chiste.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.