jueves, 6 de agosto de 2009

TROPIC POLITIC THUNDER



La militarizacion de la politica americana
Alberto Moncada
Rebelión
No sabemos si Barack Obama logrará frenar esa militarización. De momento no se ha comportado de una manera contundente contra el golpe militar en Honduras, lugar desde donde la CIA organizó la lucha contra el sandinismo en la vecina Nicaragua y donde existe una importante base americana.
Un libro reciente, “The Mision:Waging War and Keeping Peace with American Military” (Norton, 2202) de Dana Priest, explica el desarrollo de esa militarización. Una buena parte de los neoconservadores que rodearon a Bush son militaristas y sus ideas se han incorporado al Proyecto de Nuevo Siglo Americano, que marca la ideología del grupo.
En la década de los noventa, la política de instalación de bases se amplía de Oriente Medio a Asia Central, otro lugar petrolífero importante. En conjunto cerca de 280 bases militares están desplegadas en todo el planeta como evidencia de la misión imperial que Washington ha asumido desde la caída de la Unión Soviética. Las bases militares sustituyen a las Embajadas y al dominio colonial.
La nueva política internacional se expresa también en la división del mundo en zonas que coinciden con los límites estratégicos de los Comandos. Hay un Comando para cada zona y, a veces, sus jefes, militares, tienen más influencia en Washington, que los canales diplomáticos a través del Departamento de Estado. A veces los jefes de los Comandos se permiten hacer declaraciones políticas, algunas llenas de insinuaciones. Recientemente, el jefe del Comando Sur, con jurisdicción sobre América Latina, se permitió decir que hay que tener cuidado con el terrorismo que podría amenazar a las riquezas acuíferas de la frontera Brasil Argentina, en una velada alusión a que el Ejército americano podría llegar a intervenir en el control del agua latinoamericana como ya lo hace con el petróleo del Oriente Medio. El dominio eminente americano sobre América Latina, a la que algunos denominan despectivamente como su “backyard”, su patrio trasero no ha disminuido con Obama puesto que se acaban de instalar nuevas bases militares en Colombia para sustituir a las que rechazan los países con gobiernos de izquierdas recién constituidos. Y esa implícita alianza con el conservador Uribe no presagia nada bueno para la democracia latinoamericana.
La militarización de la política americana tiene una versión nacional, de puertas adentro. En primer lugar, la industria militar forma parte especial de ese grupo de grandes corporaciones que deciden las elecciones, apoyando económicamente a los candidatos. De hecho, hay una primera selección de éstos que se produce mediante el apoyo económico. Los que no disponen de éste se quedan fuera de las campañas. Y el apoyo, naturalmente, hay que pagarlo luego en favores desde el poder. La industria militar, con la petrolífera, la farmaceutica y la de comunicaciones son los cuatro grandes sectores que deciden cada vez más quienes son candidatos en la carrera hacia la Casa Blanca y el Congreso. La industria militar tienen sus peones en la Administración a través de esa política de empleos públicos, ejemplificada por el Vicepresidente Cheney, en la que unas veces estás en la Administración y otras en las empresas que dependen de ella.
La importancia de la industria militar es tal que una nueva manera de hacer la guerra es subcontratarla.
Otra importante consecuencia de la militarización nacional son las nuevas leyes patrióticas dictadas a partir del 11 de Septiembre. Amparados por el ansia de seguridad de la población y en base a esa una ideología ultraconservadora, el Gobierno americano ha impuesto una política de controles y censuras que van desde la limitación de las libertades individuales al cercenamiento de la libertad de expresión y que tiene su máxima expresión en la obsesión contra los visitantes del país que les parecen sospechosos de antiamericanismo.
Alberto Moncada es presidente de Sociólogos sin fronteras internacional
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