lunes, 1 de diciembre de 2008

RECICLÁNDOSE





Financieros fracasados dirigen el equipo de transición de Obama

Habría que preguntar a los magos de Wall Street que forman el pool de talentos del gobierno entrante: “Si sois tan vivos, ¿cómo es posible que ya no seáis ricos?”
Las escuelas privadas más a la moda de Manhattan, a las que es más difícil de entrar que a Harvard, buscan en silencio alumnos para matrícula completa ahora que los hijos de banqueros despedidos de Wall Street se van a escuelas públicas en suburbios más baratos. El presidente de la Universidad Harvard, Dew Faust, ha advertido que habrá recortes del presupuesto debido a “pérdidas sin precedentes” en su dotación de 39.000 millones de dólares.
Las acciones de Citibank, la firma actual del secretario del tesoro de Bill Clinton, Robert Rubin, se transaron la semana pasada a menos de una décima parte de su valor de mercado de un año antes y podrían necesitar otro rescate federal. [Citigroup tendrá más de 300.000 millones de dólares en hipotecas con problemas y otros activos garantizados por el gobierno de EE.UU. bajo un plan federal para estabilizar al prestamista después que sus acciones cayeron un 60% la semana pasada. Bloomberg informó hoy, 24 de noviembre, que Citigroup recibirá una infusión de 20.000 millones de dólares del Departamento del Tesoro, sumados a los 25.000 millones de dólares que el banco recibió el pasado mes bajo el Programa de Alivio para Activos Problemáticos o TARP. A cambio del dinero y de las garantías, el gobierno recibirá 27.000 millones de dólares en acciones preferenciales que pagan un dividendo de 8%.
Rubin, asesor en la transición del presidente electo Barack Obama, fue mentor del secretario del Tesoro designado, Timothy Geithner. Incluso Goldman Sachs, la máquina comercial de pura sangre que nos dio al Secretario del Tesoro Hank Paulson, así como a Rubin, se negocia a un quinto de su valor máximo.
Estos hechos se le ocurren a uno cuando lee el panegírico de David Brooks en el New York Times del 21 de noviembre sobre el presunto gabinete de Obama, que se deshace en elogios: “Sus miembros son dos veces más avispados que los pobres periodistas que tienen que escribir sobre ellos, tres veces si se incluye a los columnistas.” Brooks agregó: “... por más que quisiera resentirme por esos súper-talentos sobre-educados... yo mismo me siento tremendamente impresionado por la transición de Obama.”
¿Ha estudiado los mercados Brooks? La gente más inteligente de EE.UU. los banqueros de inversiones de las mejores universidades, ha manchado sus propios nidos así como su propio patrimonio neto, y persuadido a los contribuyentes para que los rescaten. Si son los mejores y los más brillantes de 2008, EE.UU. tiene serios problemas.
Los magos de un solo truco de Wall Street tuvieron una idea, y fue seguir la tendencia y acumular tanto apalancamiento como permitieran inversionistas crédulos y reguladores cómplices. El asunto se fue a la porra, y los que no se apresuraron a cobrar temprano junto con los cínicos, están pobres. Por suerte para ellos, Obama les permitirá que jueguen con el presupuesto del gobierno federal de EE.UU. durante los próximos cuatro años.
Financieros fracasados dirigen el equipo de transición de Obama. Antes eran los jefes de grandes compañías industriales los que recibían los máximos puestos del gabinete. Ahora son los genios de un solo truco. Después que George W Bush despidió al ex Secretario del Tesoro, Paul O'Neill, quien había dirigido Alcoa, el último sobreviviente de la especie fue el vicepresidente Dick Cheney, ex presidente de Halliburton. La bandada de talentos de Obama viene de las finanzas. Los industriales estadounidenses se han convertido en personajes ridículos, como el patético director ejecutivo de General Motors, Rick Wagoner, implorando por un préstamo del gobierno.
Las acciones subieron el 22 de noviembre después de informes de que Obama entregaría el puesto del Tesoro a Geithner, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York y arquitecto del mayor rescate de la historia. Duplicó el tamaño de la hoja de balance de la Reserva Federal a más de 2 billones de dólares, mediante la compra de activos tan arriesgados como los efectos negociables de las compañías automovilísticas estadounidenses casi en bancarrota. Eso, aparte del plan de rescate del Tesoro de 700.000 millones de dólares. A los inversionistas les gusta la idea de que se transfieran billones de dólares del dinero público a compañías privadas.
El ex secretario del Tesoro, Rubin, “fue un arquitecto de la estrategia del [Citibank]” informó el New York Times el 23 de noviembre. “En 2005, cuando Citigroup comenzó sus esfuerzos por expandir desde el interior, el señor Rubin acribilló a sus colegas con preguntas mientras formulaban el plan. Según colegas actuales y antiguos, creía que Citigroup se estaba quedando atrás respecto a rivales como Morgan Stanley y Goldman, y presionó para que se reforzaran los negocios de alto crecimiento de ingreso fijo del banco, incluyendo el negocio de [crédito estructurado]. Antiguos colegas dijeron que el señor Rubin también alentó a Prince [ex director ejecutivo de Citibank Charles] para que ampliara el gusto del banco por el riesgo, siempre que también mejorara la supervisión – aunque más adelante la Reserva Federal concluyó que la supervisión del banco seguía siendo inadecuada.”
Un ejemplo claro es la anunciada implosión de los fondos de las fundaciones de Harvard y Yale. Durante años, esos gigantescos fondos fueron presentados como prueba de que la inteligencia superior era el pasaporte a ingresos excesivos. Durante los 10 años hasta 2007, .Harvard y Yale produjeron una tasa anual compuesta de rendimiento de 15% y 17,8% respectivamente, mucho mejor que el mercado, la inversión promedio o el hedge fund promedio – sólo para estallar en 2008 en proporciones horrorosas que aún no han sido dadas a conocer.
Según un estudio reciente, las “súper inversiones” sobrepasaron a sus pares recargando el valor de bienes raíces, materias primas, y “capital riesgo”, precisamente los sectores que sufrieron necrosis este año. El capital-riesgo es la versión de alto riesgo de las finanzas corporativas, adquiriendo compañías -no públicas con un mínimo pago inicial y el máximo de deuda.
David Swenson, el legendario gerente de la Fundación Yale, aprendió un truco: compra en las caídas en el mercado de capital con todo el dinero prestado que puedas conseguir. La red de ex-alumnos en Wall Street aseguró que las donaciones universitarias estuvieran en primera línea para los negocios más atractivos. Eso funcionó hasta 2008. No sabemos en qué medida han caído las carteras de capital riesgo de Harvard y Tale, pero el precio de los valores comercializados del Grupo Blackstone, una destacada firma de capital riesgo, da una buena idea. Ha bajado de su oferta inicial de 35 dólares del año pasado a sólo 4,65 dólares actuales, una caída de un 87%. Las materias primas, mientras tanto, han caído a la mitad.
Durante un cuarto de siglo, los productos endogámicos de las fábricas de cachorros de las universidades emblemáticas no han conocido otra cosa que una tendencia al alza en los precios de los activos. No les interesaron demasiado los orígenes de esta tendencia. El gobierno de Reagan había encontrado un mercado bursátil en 1981 que negociaba a un 50% por debajo de su tendencia a largo plazo. Reagan restauró el mercado de valores a la tendencia reduciendo impuestos, suprimiendo la inflación y alivianando algunas regulaciones. Los vivos de la propiedad privada fueron pulgas que viajaban sobre el perro de Reagan. Simplemente seguían la tendencia con el máximo de apalancamiento.
Ahora, cuando el mercado bursátil ha colapsado, los estrategas de los fondos de propiedad privada no pueden pagar sus deudas, y sus ingresos se han evaporado. Nótese que los inversionistas en acciones pasaron una década al margen desde 1973 a 1983; podría ser aún peor esta vez. Los vencimientos de la deuda otorgada para financiar negocios de capital privado se vencerán mucho antes de la recuperación.
A largo plazo, sabemos que la inversión promedio no puede crecer más rápido que la economía, porque las inversiones son evaluadas en última instancia según los flujos de fondos, y los flujos de fondos resultan del crecimiento de la economía. El producto interno bruto estadounidense real creció en un 2% al año en promedio entre 1929 y 2007. ¿De dónde, entonces, salieron los enormes beneficios para las universidades prestigiosas? Algunos provinieron seguramente de apuestas a los caballos correctos, pero en su mayor parte vinieron de acceso privilegiado al apalancamiento.
Uno recuerda a Fernando I de Austria (1793-1875, depuesto por incompetencia después de la Revolución de 1858, quien apócrifamente mató a un águila, y dijo: “¡Debe ser un águila, pero sólo tiene una cabeza!” Fernando pensaba que el pájaro de dos cabezas del escudo de su familia era la norma, exactamente como los de las universidades emblemáticas, con sus tirantes y camisas rosadas, pensaron que las ganancias de dos dígitos eran la norma para sus inversiones.
El mismo acceso privilegiado al apalancamiento permitió que los bancos de inversiones produjeran un rendimiento de las acciones en exceso de un 20% por año, un año tras otro, vendiendo productos estructurados, como expliqué en un reciente ensayo. (“Lehman and the end of the era of leverage,” Asia Times Online, 16 de septiembre de 2008). Durante los 10 años hasta 2007, los propietarios estadounidenses de casas se sumaron a la fiesta, con ganancias en exceso de un 20% sobre el valor de sus casas (10% de valorización del precio de la casa que más que se duplica con el apalancamiento).
Mientras más apalancamiento pedía el mundo, más bancos de inversión eran apalancados junto con el apalancamiento, por así hablar. Wall Street iba a la carga por métodos cada vez más misteriosos de empaquetado de apalancamiento, y tanto mayores eran las ganancias de los proveedores de apalancamiento.
Eso explica cómo un operador político en Washington como Rahm Emanuel, actualmente jefe de gabinete de Obama, quien estudió ballet en lugar de balances, pudo ganar supuestamente 16,2 millones de dólares en dos años y medio en Wasserstein Perella, la boutique de fusiones y adquisiciones. En el clímax de la burbuja, la firma de Bruce Wasserstein fue vendida a Dresdner Bank de Alemania por la suma feérica de 1.600 millones de dólares. Hasta las migajas de un pan de Wasserstein podían enriquecer a un político de Chicago.
Sin apalancamiento, los tipos avispados alrededor de Barack Obama son pulgas sin perro. Ninguno de ellos inventó algo, introdujo un nuevo producto importante, abrió un nuevo mercado, o hizo algo que llegara a las vidas de la gente de a pie. Usaban gemelos caros, leían balances, hacían regularmente gimnasia, participaban en consejos filantrópicos, y suponían que su viaje parasítico sobre el perro de Reagan duraría para siempre.
Todo lo que conocían era el apalancamiento, y ahora cuando el mundo se está desapalancando, tratan de volver a introducir el apalancamiento al sistema. Uno casi puede oír a Mortimer Duke, el personaje de Don Ameche en
“Trading Places,” [“Entre pillos anda el juego” en España o “De mendigo a millonario” en Latinoamérica, N- del T.] gritando: “Ahora, ¡escúchame! Quiero que los negocios reabran ahora mismo. ¡Que vuelvan de inmediato esos agentes de bolsa! ¡Pon a funcionar esas máquinas!”
Por cierto, nada excluye la posibilidad de que el equipo de Obama traiga a colación algo constructivo. Pero no hay motivo para esperar un cambio drástico como resultado de la reacción a la crisis del mismo tipo de gente (comenzando con el Secretario del Tesoro Paulson) en el gobierno de Bush. Rescatarán a firmas incompetentes, fracasadas, y tirarán dinero desde helicópteros y lo llamarán paquete de estímulo. Y no resultará mejor que el de los humillados republicanos.
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