Canal de cable
por César Hildebrandt
Jaime de Althaus ha convertido al Canal N, el canal que alguna vez se atrevió a difundir el video Kouri-Montesinos, en la televisión nostálgica del fujimorismo. Ahora Canal N parece la TV Karaoke que canta mal las canciones que otros le escriben. Y en ese terreno, el Agustín Lara del momento es, precisamente, Jaime de Althaus.
No es mayor novedad que este señor, que piensa como escribe y escribe como habla, sea un publicista aguerrido del dos veces condenado señor Fujimori.
En la primera etapa del fujimorismo, como se recuerda en varias Cepris, algunos directorios y en las páginas inmortales de “Expreso”, Jaime de Althaus fue un fujimorista entusiasta: pasó del vargasllosismo con gritito y bandera a vivar al que empezó a roncar a gritos y con dos banderas.
En la segunda etapa, cuando ya se sabía de qué levadura podrida estaba hecho el wasabi bamba de Montesinos y compañía, Jaime fue un fujimorista matalascallando. En el que iba a ser el tercer periodo del ingeniero que sumaba maletas y multiplicaba tránsfugas, De Althaus también exhibió su fujimorismo de autista con programa propio. Lo hizo en su mejor estilo solapa, pero lo hizo. Y allí están los recortes y sus eventuales apariciones en la TV desbravada por el billetón.
Y ahora, en los comienzos del cuarto fujimorismo –el llamado fujimorismo reo-, De Althaus exhibe nuevamente su lealtad hacia el caudillo de Barrios Altos y La Cantuta. De Althaus es pura coherencia. Y si para eso tiene que organizar debates premeditadamente asimétricos, entrevistas serviles, emboscadas agresivas a invitados a quienes no se les advierte cuál es el tema a tratar, pues De Althaus no duda en hacerlo.
Este señor, que dice ser descendiente de Flora Tristán pero que parece el hijo predilecto de Andrés Bedoya Ugarteche, lo que defiende, por supuesto, son ideas y no avaricias.
La primera idea que defiende es que Manuel Pardo está vivo y que se ha encarnado en él. ¿No han visto en él la sombra epónima del fundador del civilismo? ¿No presienten que la cara de Jaimito tira para retrato de sala congresal? ¿No hay en él mucho de borbón republicano?
La segunda idea es que Gonzalo Prialé es el sucesor de Pedro Beltrán (cuando en realidad es un montón de arrobas de algodón hidrófilo importado).
¿No ven que ya lo ha entrevistado doscientas ocho veces?
Y en el prognatismo de Prialé, ¿no está la herencia adoptada de Alfonso XIII?
La tercera idea de Jaimito es que la derecha peruana no ha tenido hasta ahora su oportunidad. O sea que él cree que la derecha no es esa vieja pelleja sin culo y con cara de matamaridos sino una novicia rebelde que acaba de debutar y a la que hay que darle una oportunidad. O sea que Jaimito cree en el punto de oro y en la vulcanización de las intimidades.
La cuarta idea que habita los sesos a la mantequilla de tan ilustre periodista es la de que estamos “en plena revolución capitalista” en el Perú. Esta idea, como se sabe, fue idea original de Caridad Bravo Adams, adaptada a la televisión por Genaro Delgado, ejecutada en China por Víctor Joy Way, adoptada años más tarde por los hermanos Wong, consagrada por los Rodríguez (banda) y subida al olimpo de las ideas indiscutibles por José Luis Sardón, descendiente de la momia Juanita y amante, por ende, de los sacrificios humanos.
La quinta idea responde a la aristocracia de su muy disimulada inteligencia. Jaimito está convencido de que el sistema que él defiende será el último que conozca la civilización humana (tal es el grado de su superioridad). De allí que no hable sino que aleccione, disfrazado de Sumo Pontífice de la UPC y de miembro secreto del Klu Klux Klan de Wall Street.La sexta idea de Jaime es que su club es grande. En eso también tiene razón: a esas planillas doradas están suscritos, entre otros, Jorge Morelli –esa seta crecida a la sombra del fujimorismo-, Vicente Silva Checa (o Cheque, no me acuerdo), Chemita Salcedo, Nicolás Lúcar, Moisés Wolfenson, Augusto Bressani (dos veces malogrado), Miguel Jesús Calderón, el negro Valdés, la Mónica Delta y el colchonero que volvió de esa amnesia que le permitió ser decente por algunos años.
Y la séptima idea de este antropólogo que es don Jaime de Althaus es que el fujimorismo –la más firme representación de “la revolución capitalista”- tiene que volver al poder. Porque con esa sonora matancera (con Martin Rivas tocando la tumba) –piensa De Althaus- la salsa de la Confiep suena mejor que nunca. Y con esa mano que no tembló ni para felicitar a los Colina –insiste De Althaus- la nave del Estado (o sea el yate de él y sus amigos huasqueados cualquier fin de semana) no conocerá derivas ni extravíos y se dirigirá al puerto del orden y el progreso, he dicho.
Jaime de Althaus es el Niño Goyito del civilismo resurrecto. Sólo que en vez de transmitir en la frecuencia OAX4X lo hace por Canal N, canal de cable.
De cable lanzado al fujimontesinismo.
Jaimito es la versión beligerante de “Cosas”.
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