lunes, 9 de octubre de 2017

A PROPÓSITO DE CATALUNYA: EL DESBORDE

El Salto

La vuelta de los problemas no resueltos de la historia de España viene acompañada de dos etiquetas, "pop" y "postmo", acordes con los tiempos de crisis financiera global que corren


Poco a poco en Cataluña vamos saliendo de la representación teatral, del entretenido minuette que enfrentaba a las dos partidos-administración, para ir metiéndonos en otra cosa. Lo sucedido en estos cinco o seis últimos días, tiene algo de repetición histórica, como si la inercia de los viejos problemas patrios (la "cuestión catalana", la inflexibilidad-irreformabilidad del Estado) nos metieran en una suerte de repetición pop o postmo de 1934. En ese año una declaración de independencia de Catalunya terminó en varias decenas de muertos, al tiempo que se encendía la insurrección obrera de Asturias; fue el prolegómeno de la guerra civil. La cuestión (toda la cuestión) está, sin embargo, en esos adjetivos: "pop" y "postmo".
En cierto modo, la clave es teórica, y esta requiere situarse con cierta distancia respecto a lo ocurrido en estas jornadas (guste o no, aquí también es necesario distancia). Lo que venimos observando desde la crisis iniciada en 2007 y convertida en política en 2011, se puede resumir en una pregunta, ¿cómo se organiza y produce el conflicto en las sociedades post-bienestar o sociedades post-clase media? A este respecto, España (o Cataluña) son un laboratorio excepcional.
Recordemos que estas sociedades son el resultado de la integración de la vieja sociedad de clases y de la aniquilación del enfrentamiento capital-trabajo por medio de una particular alquimia política: una síntesis de metales relativamente estable que se le puede dar el nombre de sociedad de clases medias. Recordemos también que el artífice de esta síntesis fue el Estado, convertido en la instancia fundamental en la reproducción de las clases medias, ya sea directamente (empleo público, nobleza de Estado), ya indirectamente por medio de la fiscalidad, la legislación social, los salarios indirectos y los beneficios sociales. El llamado neoliberalismo fue un proceso de erosión sostenida de esta función de Estado, sin proponer a su vez ninguna otra forma de regulación social, siquiera comparable a las que destruía.
Una parte no pequeña de los conflictos en los Estados del centro capitalista, y prácticamente todos los procesos que amenazan con mover sus cimientos, tienen que ver con estos desplazamientos. Pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que estos conflictos se expresen de una forma inmediata (nunca existe una relación política directa entre malestar y discurso), sino a través de una serie de mediaciones (discursos, sentidos y autoexplicaciones) que se anclan en tradiciones políticas nacidas en contextos completamente distintos.
Así por ejemplo, el propio democratismo que es, de otro lado la más sofisticada y progresiva de las expresiones políticas de las sociedades clase medias en descomposición, reclama "democracia". Pero lo hace de acuerdo con un "ideal", que se puede traducir en términos radicales como democracia directa (aunque ciertamente se sabe poco acerca de lo que pueda ser eso) o conservadores, como la restauración de la meritocracia; esto es, como la restauración de las clases medias. Meritocracia en último término es que "qué hay de lo mío, denme lo que merezco".
De igual modo, los nacionalismos de distinto tipo (también entra aquí la ilusión nacional catalana) reivindican un ideal de Estado que hoy resulta imposible: el Estado soberano, capaz de restaurar el justo reparto interclasista entre la comunidad nacional, de garantizar a todos un lugar, unas seguridades. Problemas nuevos enfrentados con respuestas viejas, esto es también parte de esa particular condición contradictoria de nuestras sociedades.
Ejemplo de la condición "pop" de la política es también lo sucedido estos días en Cat. Valga decir que lo que enciende la mecha catalana es la represión de una acto organizado en torno al "oficio sacro" de la democracia, el voto; importa poco aquí que fuera ilegal o no. Del mismo modo, la represión, a su vez, se teatraliza sin muerte (recordemos de nuevo cómo acaba 1934, o más cerca, el terrorismo de Estado frente a ETA-MLNV). Lo que no deja de ser un acto de insurrección en un territorio de un Estado y que en medio planeta (o simplemente hace cincuenta años) hubiera sido casus belli que daría pie a una represión con centenares de muertos, se queda aquí en una representación: la ocupación policial de Catalunya y una secuencia de porrazos, que por crueles o indignantes que resulten, no responden a la gravedad de lo que aparentemente significa la palabra «sedición» o «insurrección».
Conviene mantener bien el foco en los límites del conflicto: éste todavía se resuelve en la ilusión democrática y en el acuerdo fundamental del conflicto atemperado o teatralizado, esto es, el conflicto "pacífico", sin muerte.
Esta misma condición "postmo" de la política se observa de igual modo en los sujetos. En Cataluña, como en todo el país durante el ciclo 15M, se observa el mismo protagonismo de los sectores sociales medios. Así quienes constituyen el motor de la protesta son curiosamente un sector institucional (la mitad de la clase política) que se extiende a todos los aparatos de Estado que rodean a la Generalitat (alta administración, medio de comunicación nacionales, universidades, etc.). A su vez las fuerza de choque son sin sorpresa estudiantes, profesores, algunos cuerpos profesionales, y sobre todo las clases medias y medias-bajas de comarcas que entrarían sin duda en el grupo de los "perdedores de la globalización". Valga al caso la participación en estos días de los tractoristas como exponente casi folclórico de una realidad que sobre todo comprende un tejido industrial (y agrario) de medianas y pequeñas empresas sobreexplotado y en crisis permanente desde hace 20 años.
Incluso cuando a partir del domingo en la masividad de la protesta ha reaparecido el componente 15M (el democratismo) frente a la represión de Estado, el predominio ha vuelto a ser de los mismos segmentos medios (profesionales, clases creativas, etc.). Esto no quiere decir que ocasionalmente y como ha ocurrido en estas jornadas entren en juego otros sectores sociales; que aparezcan sindicalistas, organización en barrios, etc. Pero cabría discutir mucho si este es el elementos activo, o motor, de la movilización.
Como ocurrió en el 15M, los "segmentos populares" (la clase obrera convertida en precarios de los servicios, los migrantes, etc) distan de haberse constituido como sujetos políticos autónomos. Siguen siendo en todo subalternos al gigantesco marco ideológico que todavía conforma la sociedad de clases medias.
Sobre estos mimbres, y no sobre ninguna presunción ideológica, conviene plantear las posibilidades de la consigna "desborde". De acuerdo con muchas de las intervenciones de estos días, se puede decir que el desborde ha sucedido ya. Lo ocurrido en Barcelona y metrópoli nos habla de lógicas de movilización y apelación tan masivas que van mucho más allá del marco de la independencia. Pero por no extendernos (cabría discutir mucho la anterior afirmación), el desborde localizado territorialmente no es desborde.
Desgraciadamente, lo que puede ser acotado territorialmente y codificado en términos territoriales (nacionales) puede ser empleado en términos funcionales al conflicto que aparentemente se expresa entre dos legitimidades enfrentadas con sus respectivas parroquias: la constitucional-española y la nacional catalana. El Estado español y también las élites políticas catalanas tienen una larguísima experiencia en lidiar con este tipo de enfrentamientos, incluso en modalidades agónicas.
Por esta vía parece en principio difícil (aunque Catalunya arda durante meses) que la situación descarrile. Se podrá decir, y tienen razón, que el principal contraargumento a este marco está en que el conflicto puede escalar a los niveles de la vieja política (conflicto "con muerte"), esto es, más allá del perímetro de lo legítimo en la sociedad de clases medias. Si eso ocurriera entraríamos en un terreno oscuro e interesante, pero que ya no se dejaría comprender del todo en este marco de la política "pop". Hay razones para pensar, de todos modos, que esto no es probable.
Seguimos. Como en el 15M, "desborde" implica un juego de reflejos y proyecciones que comunican e impulsan movilizaciones de distintas ciudades, más allá incluso de las fronteras de los Estados. Por simplificar, en la metrópolis espejo de Barcelona, Madrid (y este artículo, no se esconde, se escribe por y para Madrid), el desborde implicaría el desarrollo de un ciclo de movilización propia. Pero si nuestra hipótesis política en relación con Cataluña es la de explorar las posibilidades de su «desborde» en otros territorios, empezando por esta ciudad, conviene comprender bien dos o tres puntos que en estos días no resultan obvios:

1. El primero es recordar un viejo adagio del 15M, "no somos ni de izquierdas ni de derechas". Todavía más en un contexto como el actual, las retóricas de la izquierda son impotentes como fuerza de movilización (la solidaridad con Catalunya, la autodeterminación de los pueblos, etc.), pero también de análisis (procesos "nacional populares", el ensalzamiento de la "movilización de los clases populares"). La única solidaridad real, también en las sociedades "postmo" es la que convierte una lucha ajena en una lucha propia. Si se quiere reflejar lo que ocurre Cataluña sobre el resto del Estado, el elemento común es la lucha contra el autoritarismo de Estado, el abuso de Estado en relación con la «ilusión democrática».

Las jornadas «insurreccionales» de la ciudad de Madrid en los últimos 15 años (movilizaciones contra la guerra, 11-13M de 2004, 15M de 2011) se han producido siempre como un levantamiento contra los abusos y las mentiras de Estado. Si Madrid (o Sevilla, o Zaragoza o Valencia) puede estar al lado de Barcelona, no lo hará en pro de los «derechos nacionales» de los catalanes, sino contra el exceso de arbitrariedad vivido en propia carne. Los automatismos ideológicos de la izquierda ayudan aquí poco o nada.
2. Jugamos a un juego retórico que en buena medida es falso en términos políticos. Falso en política quiere decir que es impotente, que no reconoce aquello a lo que realmente nos enfrentamos. Este juego se ha anclado en torno a palabras fetiche como «régimen del 78»; palabras que que dejan transpirar sin dificultad viejos debates como monarquía o república. Por ir rápido, desde 2011, en plena crisis, hemos perdido capacidad de localizar los poderes reales y de enfrentarlos materialmente. En 2011-2012, el problema no era Rajoy o Zapatero, o lo eran, pero sólo como lo es un mediador de un poder real: un portero, un policía o un cobrador de deudas. El poder localizado y enfrentado materialmente (véase PAH y Mareas) era la dictadura financiera europea.La recomposición del mando europeo ha pasado por una renacionalización de la política, que vuelve a estar recluida en sus contenedores nacionales. Esto implica una clausura de la opinión pública alrededor de los actores políticos locales. Tanto es así, que incluso la nueva política que nació del 15M se ha vaciado rápidamente de potencia convirtiendo la "representación de la oposición democrática", la alternativa en el marco nacional al régimen del 78, en su única razón de ser. Paradójicamente, la nueva política no tiene espacio propio en un conflicto nacional que además se dirime en contraposiciones nacionales. Por eso el problema, una vez más, se encuentra más allá del sistema de partidos, más allá de su propia impotencia para representar el juego de afirmación y reforma del régimen. Desbordar quiere decir desbordar el sistema partidos, incluida la nueva política, vuelta impotente en una situación de este tipo.
3. Caso de desborde efectivo, la consigna "proceso constituyente" puede convertirse en la consigna política de una movilización democrática. Pero esto supone al mismo tiempo un avance y un retroceso. Las propuestas tradicionales en relación a la forma de Estado (república) y a la circulación de élites (reforma electoral) pueden contentar a la vieja y a la nueva izquierda (incluida la nueva política). De igual modo, los elementos de reforma territorial y de limpieza y transparencia democrática también pueden satisfacer a las formas de expresión de descontento de unas clases medias en descomposición.
En este marco "constituyente" se comprende el "bloque histórico" que los neogramscianos proclaman de una forma más bien anacrónica. No obstante, estos elementos de movilización no suponen ningún avance sobre los ciclos de protesta iniciados en 2011. Estos contenidos del "proceso constituyente" sirven para agrupar y reunir, pero no preparan la situación a una crisis que está llamada a prolongarse durante décadas. Los aspectos dinámicos de la movilización (la incorporación de nuevos sujetos y demandas), así como la propia democratización (que siempre será muy relativa) del Estado, son las únicas palancas que puede hacer de la consigna también elementos de "desborde". En términos formales la consigna está vacía. En términos políticos (y paradójicamente la insurrección catalana es una confirmación) seguimos dentro de los límites del 15M.
Por terminar, la sobrerreacción de una parte de las élites políticas apenas esconde su debilidad, una voluntad decidida de supervivencia y reanimación que les otorga una energía extraordinaria, al igual que un condenado a muerte cuando se emplea en una posibilidad de fuga. En ese propósito pueden ir poco a poco abandonando la teatralización del conflicto propia de las formas de una democracia pacificada en dirección hacia nuevas formas de excepcionalidad y autoritarismo. El escenario que nos prometen es el de una vuelta a los ochenta, sobre la base de la codificación de toda lucha (por derechos, democracia) en las claves Constitución / Caos, esta vez en forma de independentismo catalán.
No obstante, conviene reconocer que estos actores son débiles, carecen de legitimidad y tampoco pueden sortear los marcos tanto de esa democracia de clases medias, como de su condición de actores subordinados de una provincia europea. La partida es tan compleja para ellos como para cualquier otro. En este sentido, el "desborde" es posible si se atina en encontrar los resortes adecuados. Se vienen meses interesantes, lo cual no quiere decir necesariamente buenos.

martes, 3 de octubre de 2017

SEGUIMOS CON CATALUÑA

La dignidad de un pueblo



Con el compromiso, la movilización y la determinación de la ciudadanía de Cataluña se pudieron abrir los colegios electorales y ejercer el derecho a voto, a pesar de la represión del Estado. El 1-O, la dignidad colectiva del pueblo de Cataluña ganó.
A por ellos
Centenares de personas se movilizaron, dentro y fuera de los colegios electorales, concentradas bajo la consigna de hacer resistencia pacífica ante unas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (Policía Nacional y Guardia Civil) que reprimieron brutalmente la organización del referéndum. Bien temprano, justo abiertos los colegios electorales, empezaron las primeras actuaciones de los antidisturbios: cargas, golpes de porra, disparos de pelotas de goma, lanzamiento de gases lacrimógenos, agresiones indiscriminadas y vía libre a grupos de extrema derecha, era la tónica en todo el territorio catalán. Ciudades y pueblos eran víctimas de la brutalidad policial.
La utilización contundente de la fuerza no tuvo ninguna justificación porque no había habido ninguna provocación previa. “La violencia utilizada ha sido deplorable”, fueron las palabras de la responsable de la misión de observadores internacionales que se había desplazado a Cataluña para monitorizar el referéndum de autodeterminación. Los observadores internacionales, "estupefactos" por las numerosas y repetidas violaciones de los derechos humanos y cívicos, en lo que consideran una “operación de estilo militar" contra el 1-O. Una actuación del Estado español hacia Cataluña que supone una vergüenza para Europa y que constata la vulneración de derechos fundamentales en un estado de la Unión Europea. Con la actuación policial represiva, el Estado se quitó definitivamente la careta, aflorando tics autoritarios que hacen urgente replantear la democracia española. Una actuación policial en la que el Estado ha perdido Cataluña.
Poder popular
La estrategia de asedio policial al referéndum iba acompañada de operaciones para restringir la red Internet y, así dificultar o impedir la votación, intentando crear una situación de miedo, de terror generalizado para que el mayor número de personas desistiera de votar.
Un referéndum de autodeterminación que se llevó a cabo en medio de un estado de excepción. No obstante, la determinación del gobierno y de la CUP, pero, sobre todo, de las entidades soberanistas y de la población, fueron esenciales para la celebración del 1-O. La plataforma Escuelas Abiertas y los Comités de Defensa del Referéndum (CDR), fueron dos ejemplos exitosos de autoorganización y de empoderamiento popular para garantizar el referéndum, manteniendo abiertos los colegios electorales y defendiendo las urnas. La resistencia pacífica, la actitud cívica y la astucia para custodiar o esconder urnas fueron las garantías de la votación.
Papeletas contra porras
El análisis de la participación no se puede hacer como si fueran votos emitidos en condiciones normales, hay que tener en cuenta el cierre, según el consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno, de 319 colegios electorales de los 2.230 habilitados. Así mismo, la persecución judicial y la estrategia del miedo durante las semanas previas, la represión policial el 1-O, el boicot de Ciudadanos, PSC y PP mediante la No campaña, no fueron suficientes para evitar que más de 2,2 millones de catalanes votaran (un 42’58%, según datos provisionales difundidos por el Gobierno la misma noche del 1-O).
Una votación emotiva, pero muy dificultosa, que el censo universal facilitó, gracias al cual cualquier persona podía votar en cualquier mesa electoral, previas comprobaciones digitales. No obstante, y cómo es obvio, la participación hubiera sido mucho más elevada sin este estado de asedio permanente que impidió recontar centenares de miles de votos, intervenidos durante las diferentes actuaciones policiales. En este sentido, muchas personas no fueron a votar por miedo y porque su colegio más cercano estaba cerrado u ocupado por las fuerzas policiales.
La internacionalización del Proceso
Las muestras de solidaridad hacia Cataluña en todo el Estado español, en Europa y en el mundo se multiplican. La prensa y televisiones internacionales se están haciendo un gran eco de la situación y, condenan enérgicamente la actuación desproporcionada del Estado español, contra un movimiento soberanista que llena las calles de forma pacífica año tras año desde el 2012. Por el contrario, los medios generalistas del Estado hacen un análisis sesgado y parcial, tal como denuncian los propios trabajadores de los servicios informativos de RTVE por no recoger la realidad de los hechos, criticando que incluso se han omitido "entre otros elementos las cargas policiales".

Varios líderes y analistas mundiales condenan la actuación policial y claman por una solución política, pero no hay ningún pronunciamiento oficial de ningún gobierno o instituciones. En este sentido, el presidente Puigdemont argumenta sobre la posición de la UE que "es evidente que Europa tiene que dejar de mirar hacia otro lado porque es un asunto europeo", y solicita a la UE que apadrine una mediación para la resolución política del conflicto. Ante esta situación, la vía unilateral, contemplada en la ley de transitoriedad jurídica aprobada por la mayoría del Parlamento, toma una relevancia excepcional.
Escenarios
El movimiento independentista se ha convertido en el principal desafío del régimen del 78. El 1-O ha abierto una crisis de Estado de grandes dimensiones. Un punto de inflexión en la política catalana y española, donde el independentismo gana exponencialmente defensores y, la opción de echar al gobierno del PP es ahora más cercana.
En este contexto, el gobierno central ha optado por la represión pura y dura, donde el siguiente paso podría ser la aplicación definitiva del artículo 155 de la Constitución española para hacerse con el control de la Generalitat y convocar elecciones autonómicas. Un escenario en el que la pérdida de competencias y la regresión de la democracia serían todavía más evidentes.
Por otra parte, en Cataluña se celebra este 3 de octubre una huelga general, una huelga social y política en defensa de la soberanía de Cataluña y de la democracia, contra la represión del Estado y por la justicia social. Una movilización para acumular fuerzas en el conflicto con el Estado y que puede ser el preludio a la proclamación de la República Catalana y la apertura de un proceso constituyente popular. Un escenario complejo, con más dudas que certezas, pero que abriría la puerta a la ruptura democrática del régimen del 78.
El embate continúa, la Revuelta catalana está en marcha y, después del 1-O, el camino hacia la autodeterminación de Cataluña es irreversible. 

lunes, 2 de octubre de 2017

¡A LA HUELGA!

Contra la represión y en defensa de las libertades
3-O: llamamiento unitario a la huelga general en Cataluña

[Ante el estado de excepción de facto que se ha impuesto desde el Estado, la represión tan brutal y las imágenes tan horrorosas de los cuerpos policiales estatales contra una sociedad catalana completamente pacífica que lo único que quería era defender un derecho tan básico, como el derecho a decidir su futuro ha llevado a las organizaciones sindicales a la necesidad de responder como trabajadores y trabajadoras con el instrumento más preciado que tienen, la HUELGA. Será fundamental preservar y potenciar estos elementos heterogéneos, de autonomía y de autoorganización, que se han empezado a activar al margen del repertorio habitual que hasta ahora canalizaba el grueso del Proceso. Sera fundamental para poder defender la legitimidad del referéndum del 1 de Octubre y también para evitar un cierre restaurador de la crisis por arriba.
Ante la represión y la negación de los derechos más fundamentales como es el derecho a la autodeterminación, la respuesta no puede ser otra que tomar las calles y paralizar el país, es en este sentido que se ha convocado una huelga general y social para el 3 de octubre. Tres sindicatos IAC, COS y CGT realizaron los preavisos necesarios la semana pasada; en las últimas horas se han incorporado Ómnium cultural, ANC, , l’ANC, la FAPAC, la Federació d’Associacions de Veïns de Catalunya i la Unió de Federacions Esportive, la Unió de Pagesos, los sindicatos UGT, CCOO... además de numerosas entidades de la sociedad civil y de los movimientos sociales, como las Marxas de la dignidad, Ca la Dona, Marea Pensionista, asamblea de Pagesos, Papers per tothom y un larguísimo etcétera, también secundan esta huelga general y social para el día 3 de Octubre.
Es en este contexto de huelga general y Social, de movilización en la calle cuando se debería exigir un gesto al presidente Puigdemont y no es otro que la proclamación de la República Catalana y la apertura de un proceso constituyente. Proclamar la República en un contexto de huelga general, acompañada del apoyo de más de un 80 % de alcaldes que en estos momentos también están amenazados por el Estado español, podría tener una enorme fuerza catalizadora que hiciera precipitar la crisis de régimen aquí y en todo el Estado.
Para esto es fundamental que las movilizaciones de solidaridad que hemos visto estos días, desde Madrid a la Coruña, pasando por Andalucía o el País Vasco, se activen también estos días, con huelgas solidarias y movilizaciones masivas con el apoyo activo de los ayuntamientos del cambio y las demás fuerzas progresistas del resto del Estado que han estado defendiendo el derecho a un referéndum en Catalunya. Nunca habíamos tenido tan cerca la posibilidad de tumbar el régimen del 78, de nosotros depende aprovechar este momento.
A continuación os dejamos la convocatoria de la izquierda sindical y social para el próximo 3 de octubre. Marc Casanovas]
CONTRA LA REPRESIÓN Y EN DEFENSA DE LAS LIBERTADESDesde las entidades, organizaciones y sindicatos convocantes de la huelga general del 3 de octubre queremos denunciar la violencia desplegada por parte de los cuerpos policiales del Estado español durante este 1 de octubre y condenamos la represión y la vulneración de derechos y libertades civiles, sexuales y políticas, tanto individuales como colectivas, que está produciéndose en Catalunya en forma de un estado de excepción encubierto.
Hemos decidido convocar huelga general para denunciar las presiones y las amenazas que el conjunto de las clases trabajadoras y populares hemos padecido durante estas últimas semanas, sí como los constantes ataques a la libertad de expresión y los continuos intentos de atemorizar al conjunto de la población catalana.
Queremos dejar claro que ante las políticas austeritarias que han precarizado nuestras vidas estos últimos años y que han desmantelado el sector público con un plan de rescate bancario, hace falta que nos organicemos y apostemos por una carta de derechos sociales que incorpore todas las experiencias, prácticas y conocimientos acumulados por parte de los diferentes movimientos sociales durante todos estos años: desde la economía social y solidaria hasta la soberanía alimentaria, desde la defensa del territorio hasta las luchas feministas y contra las violencias machistas, desde los movimientos por la paz hasta el reconocimiento de los derechos de las personas migradas.
Hacemos un llamamiento a paralizar el país, desde todos los sectores y ámbitos de nuestras vidas, para plantar cara a la represión y en defensa de nuestras libertades.
Este 3 de octubre, huelga general y social
Nos encontramos todas juntas a las 18h en los Jardinets de Gràcia de Barcelona.
Por un bloqueo total,
¡¡¡PARAREMOS TODO!!!
Tumbemos el Régimen
Barcelona, 1 de octubre de 2017
Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article13063