“El loco se burla del loco”
por Guillermo Giacosa
La frase pertenece al sabio Erasmo de Rotterdam y la recordé leyendo la inmensa cantidad de literatura que se ha producido y se produce en torno a la crisis. Hay opiniones de todos los colores, y en el blanco y el negro de los extremos están quienes creen asistir al funeral final del capitalismo y quienes insisten en aplicar las mismas recetas que nos llevaron a la actual situación. En otras palabras, pasó todo y nace un nuevo orden ajeno al actual o no pasó nada y debemos seguir como estábamos. Seguramente los extremos, como suele suceder, están equivocados y habrá que esperar el tiempo que dure la gestación para saber cómo será la criatura que parirá la historia. Es posible que tan pronto (que muy pronto no será) se estabilice la crisis (digo estabilice, no desaparezca), las fuerzas económicas utilicen su inmenso poder para volver a las andadas y preparar una crisis al interior de la crisis que desate fuerzas que aún, y no se por cuánto tiempo, se mantienen tensas pero sin salir de su cauce. Me refiero, naturalmente, a la rabia popular que, de empeorar la situación, podría encenderse en una imparable espiral de violencia. Los locos que se burlan de los locos están en los extremos, y muchos de quienes no compartimos sus delirios creemos, decididamente, que es tiempo de aportar ideas, de inventarlas, de imaginar posibles e imposibles. Es tiempo de salir de los encasillamientos, de burlarse de los estereotipos, de saltar sobre los prejuicios y, sobre todo, de deponer el vano y tonto orgullo de querer tener razón. Es tiempo de dolor y de creación. Es, por tanto, tiempo humano. Tiempo de repensarnos como especie, como seres sociales y como individuos. El poeta Yeats decía que “el hombre precisa de un coraje temerario para descender al abismo de sí mismo”. Quizá esta crisis, que es una crisis de valores que afecta al sistema en su conjunto, sea desencadenante del coraje que precisamos para volver a preguntarnos, si es que alguna vez lo hemos hecho, qué tipo de sociedad queremos construir, en qué tipo de sociedad queremos que vivan nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Preguntarnos, además, ¿cómo impulsar una economía eficiente, que respete la vida y la naturaleza y, por sobre todo, no oponga a los individuos de nuestra especie entre sí, como si de enemigos se tratara?Saldremos fortalecidos de esta crisis si somos capaces de pensar con libertad y con el sentido altruista que descansa en la base de nuestra exitosa supervivencia frente a fuerzas físicas que nos superan y a fuerzas cósmicas que nos deslumbran y nos empequeñecen. Si hemos logrado, con tanto dolor, llegar a donde hemos llegado, quiere decir que aún es posible inventar un futuro nuevo. Un futuro que nos incluya a todos los seres humanos y a todas las expresiones de vida que la naturaleza ha creado. Si los locos que se burlan de los locos no nos lo impiden, la aventura, aunque escarpada y difícil, no solo es necesaria sino que también será posible.
por Guillermo Giacosa
La frase pertenece al sabio Erasmo de Rotterdam y la recordé leyendo la inmensa cantidad de literatura que se ha producido y se produce en torno a la crisis. Hay opiniones de todos los colores, y en el blanco y el negro de los extremos están quienes creen asistir al funeral final del capitalismo y quienes insisten en aplicar las mismas recetas que nos llevaron a la actual situación. En otras palabras, pasó todo y nace un nuevo orden ajeno al actual o no pasó nada y debemos seguir como estábamos. Seguramente los extremos, como suele suceder, están equivocados y habrá que esperar el tiempo que dure la gestación para saber cómo será la criatura que parirá la historia. Es posible que tan pronto (que muy pronto no será) se estabilice la crisis (digo estabilice, no desaparezca), las fuerzas económicas utilicen su inmenso poder para volver a las andadas y preparar una crisis al interior de la crisis que desate fuerzas que aún, y no se por cuánto tiempo, se mantienen tensas pero sin salir de su cauce. Me refiero, naturalmente, a la rabia popular que, de empeorar la situación, podría encenderse en una imparable espiral de violencia. Los locos que se burlan de los locos están en los extremos, y muchos de quienes no compartimos sus delirios creemos, decididamente, que es tiempo de aportar ideas, de inventarlas, de imaginar posibles e imposibles. Es tiempo de salir de los encasillamientos, de burlarse de los estereotipos, de saltar sobre los prejuicios y, sobre todo, de deponer el vano y tonto orgullo de querer tener razón. Es tiempo de dolor y de creación. Es, por tanto, tiempo humano. Tiempo de repensarnos como especie, como seres sociales y como individuos. El poeta Yeats decía que “el hombre precisa de un coraje temerario para descender al abismo de sí mismo”. Quizá esta crisis, que es una crisis de valores que afecta al sistema en su conjunto, sea desencadenante del coraje que precisamos para volver a preguntarnos, si es que alguna vez lo hemos hecho, qué tipo de sociedad queremos construir, en qué tipo de sociedad queremos que vivan nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Preguntarnos, además, ¿cómo impulsar una economía eficiente, que respete la vida y la naturaleza y, por sobre todo, no oponga a los individuos de nuestra especie entre sí, como si de enemigos se tratara?Saldremos fortalecidos de esta crisis si somos capaces de pensar con libertad y con el sentido altruista que descansa en la base de nuestra exitosa supervivencia frente a fuerzas físicas que nos superan y a fuerzas cósmicas que nos deslumbran y nos empequeñecen. Si hemos logrado, con tanto dolor, llegar a donde hemos llegado, quiere decir que aún es posible inventar un futuro nuevo. Un futuro que nos incluya a todos los seres humanos y a todas las expresiones de vida que la naturaleza ha creado. Si los locos que se burlan de los locos no nos lo impiden, la aventura, aunque escarpada y difícil, no solo es necesaria sino que también será posible.
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