viernes, 7 de septiembre de 2012

UNA LEY QUE PROMETE


La pobreza como violación de los derechos humanos

Red del Tercer Mundo


Antes de firmar tratados internacionales de comercio o de inversión o de diseñar políticas fiscales, los gobiernos deben asegurar la coherencia de estas políticas con sus obligaciones de derechos humanos y evitar medidas “que creen, mantengan o aumenten la pobreza, internamente o fuera del propio territorio”. Esto es necesario para conciliar la normativa internacional de derechos humanos con la realidad de pobreza en que vive la mayor parte de la población mundial.

Aunque éste y otros puntos -como la reafirmación del derecho al agua- son potencialmente controvertidos, la abogada chilena Magdalena Sepúlveda Carmona, relatora especial sobre la extrema pobreza de las Naciones Unidas, estampó la palabra “final” sobre el proyecto que acaba de enviar a los gobiernos para establecer “principios rectores sobre la extrema pobreza y los derechos humanos”. Sepúlveda cree que habrá consenso y que el Consejo de Derechos Humanos aprobará en setiembre este conciso documento de veinticinco páginas donde resume ocho principios y cuatro requisitos para garantizar catorce derechos específicos de las personas que viven en la pobreza.

El documento está concebido como orientador de las políticas públicas, y, por lo tanto, dirigido a los gobiernos nacionales que deciden sobre ellas, pero también contiene secciones sobre las obligaciones de las grandes empresas trasnacionales.

Culmina así un largo proceso, iniciado en 2001, cuando la entonces Comisión (hoy Consejo) de Derechos Humanos encomendó a la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos Humanos que definiera cómo aplicar las normas de derechos a la lucha contra la pobreza, que las Naciones Unidas consideran prioridad universal.

El Banco Mundial tiene una definición monetaria de la pobreza y ha establecido la frontera en los ingresos inferiores a un dólar por día (ahora ajustados a un dólar y cuarto). Según el enfoque de derechos humanos, en cambio, la pobreza es “una condición humana que se caracteriza por la privación continua o crónica de los recursos, la capacidad, las opciones, la seguridad y el poder”.

La pobreza, dice el preámbulo de los “principios” a los que Sepúlveda ha dado forma definitiva, es “a la vez causa y consecuencia de violaciones de los derechos humanos”. Los pobres “sufren muchas privaciones que se relacionan entre sí y se refuerzan mutuamente -como las condiciones de trabajo peligrosas, la insalubridad de la vivienda, la falta de alimentos nutritivos, el acceso desigual a la justicia, la falta de poder político y el limitado acceso a la atención de salud-, que les impiden hacer realidad sus derechos y perpetúan su pobreza”.

De ahí que el primer principio que se postula es el de la dignidad humana, junto a “la indivisibilidad, relación mutua e interdependencia de los derechos humanos”. Los restantes principios son la igualdad contra toda discriminación, que “incluye el derecho de ser protegidos contra el estigma negativo asociado a la situación de pobreza”, la igualdad entre hombres y mujeres, los derechos del niño, la capacidad de actuación y autonomía de las personas que viven en pobreza, la participación y empoderamiento, la trasparencia y acceso a la información y la rendición de cuentas.
Basados en estos principios, los Estados deben adoptar estrategias nacionales para reducir la pobreza y lograr la integración social, con puntos de referencia y plazos claros y planes de acción bien definidos. Las políticas públicas deben dar “debida prioridad” a los pobres y las “instalaciones, bienes y servicios necesarios para el disfrute de los derechos humanos” deben ser “accesibles, adaptables, asequibles y de buena calidad”.

Si bien todos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales se aplican a los pobres, el documento ofrece una lista de “algunos derechos específicos cuyo disfrute por quienes viven en la pobreza es particularmente limitado o está especialmente menoscabado, y respecto de los cuales los Estados tienen con frecuencia políticas inadecuadas o contraproducentes”. Entre éstos se cuentan el derecho al agua y el saneamiento, la alimentación, la salud y la educación, la vivienda, al trabajo y la seguridad social, entre otros esenciales para la dignidad, como el derecho a tener documentos de identidad.

Los Estados tienen la obligación ya mencionada de ser coherentes, solicitar asistencia internacional cuando sus esfuerzos no sean suficientes y asistir si están en condiciones de hacerlo, rindiendo cuenta de sus intervenciones.

“En un mundo caracterizado por un nivel sin precedentes de desarrollo económico, medios tecnológicos y recursos financieros, es un escándalo moral que millones de personas vivan en la extrema pobreza”, dice el prefacio del documento. Cuando se lo apruebe, erradicar la pobreza extrema ya no será solo un deber moral, sino también una obligación jurídica.

* Director del Instituto del Tercer Mundo (ITeM).

MAGIA NEGRA


Sin conejos en el sombrero



Como era previsible, escasos medios (los “díscolos” Infowars y Cubadebate, entre ellos) reprodujeron el artículo “EE.UU.: Algo grave está por suceder”, con que hace unos días Michael Zynder intentaba desperezar a la conciencia universal. Los “regidores” de la información, Washington a la cabeza, suelen callar estos temas, cual si el silencio resultara capaz de frustrar una debacle a tiro de piedra.
Porque a unos pasos podría hallarse el colapso financiero. Tomemos en cuenta que, según informes de crédito citados por nuestra fuente, la Casa Blanca ha estado instruyendo en secreto a cinco bancos en las “artes” de aplazar el crack, con miras a un escenario en que “no puedan contar con la ayuda del Gobierno”. Se asegura que el propio Barack Obama ha firmado numerosas órdenes ejecutivas que cristalizarían en un ámbito de crisis social. A ello se le suma la constatada avalancha de renuncias de ejecutivos bancarios y de ventas de acciones por agentes corporativos.
Sí, tal vez nos encontremos al borde de una sima de inimaginable hondura, al borde un parteaguas nada extraño. Recordemos que durante las últimas cuatro décadas la deuda total de los Estados Unidos se ha disparado desde alrededor de dos billones de dólares a casi 55 billones. Y sobran los augures. Un exdirectivo del Banco Mundial, Richard Duncan, se ubica entre quienes alertan acerca de que el débito “se ha adentrado en una espiral de muerte”… para toda nuestra civilización.
Por si fuera poco, renombrados economistas, como Nouriel Roubine, afirman sin aspavientos, lapidarios, instrumentales - tal vez por eso asusten más-, que el entuerto inminente “es peor porque en el 2008 tuvimos una crisis económica y financiera, pero ahora nos estamos quedado sin balas políticas. En 2008 se podía recortar las tasas, provocar el estímulo fiscal, obtener garantías de los bancos y todo lo demás. Hoy en día, los problemas son de solvencia, no de liquidez. Los déficits fiscales son ya tan grandes que usted no puede rescatar a los bancos, porque 1) hay una oposición política a hacerlo y 2) los gobiernos están cercanos a la quiebra –ni siquiera pueden rescatarse a sí mismos. Al parecer, nos estamos quedando sin conejos políticos para sacar del sombrero”.
Sobre Europa, huelgan los comentarios prolijos. Subrayemos si acaso que marcha de mal en peor. El desempleo, por las nubes; y hasta se registran indicios de que Alemania está considerando abandonar el euro, lo cual constituiría un desastre para el resto de la zona. Incluso, disminuye la esperanza de que las grandes economías emergentes -China, la India, Brasil- logren mantener el sólido crecimiento desacopladas de las occidentales, y se truequen en motor alternativo del despegue planetario, a causa de una mengua de sus exportaciones acarreada por la contracción de la demanda de las naciones ricas y del ingreso de capitales, tal anota Martin Khor, en El Mercurio Digital.

(Solamente en China el incremento del PIB se cifró en 7,6 por ciento en el segundo trimestre de 2012, lo que evidencia una desaceleración continua, con respecto al 10,4 por ciento en 2010, el 9,2 en 2011 y el 8,1 en los primeros tres meses del año en curso.)
No obstante, estudiosos como Frei Betto insisten en una diferencia de esta la tercera crisis del sistema: los países que antes componían la periferia se hallan más estratégicamente situados que los metropolitanos. En 2012 la progresión de los latinoamericanos, por ejemplo, debe sobrepasar a la de los EE.UU y Europa. “En esta parte del mundo son mejores las condiciones para el crecimiento de la economía: salarios en alza, desempleo a la baja, crédito [aún] abundante y reducción de las tasas de interés”.
Por supuesto, el conocido filósofo y teólogo de la Liberación no bate palmas. Aunque reconoce que el capitalismo semeja un gato de siete vidas, porque ha sorteado varias crisis, recuerda que la pionera del siglo XX, en los orígenes del imperialismo, cuando se pasó del liberalismo económico a la concentración del capital –a los monopolios-, derivó en la Primera Guerra Mundial, coda de una feroz batalla por la conquista de los mercados. Y si bien acabó con una salida hacia la izquierda -la Revolución Rusa de 1917-, la Gran Depresión de 1929 llevó hacia la derecha, al nazismo, y desembocó en la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué podría suceder en la actualidad? ¿Izquierda o derecha? ¿Qué de la amenaza de guerra nuclear? Ojalá dispongamos de tiempo, inteligencia y voluntad colectivas para conjurar el Apocalipsis –nos unimos a Frei Betto en la “jaculatoria” – sin pretender sacar conejos de una vieja chistera.