miércoles, 26 de junio de 2013
GATOPARDEANDO
Todo cambia para que todo siga igual
eldiario.es
Platón hace referencia a Heráclito en el diálogo Crátilo , cuando se enuncia el principio de que “Diversas aguas fluyen para los que entran en los mismos ríos”. Es el famoso “Pantha Rei” una expresión griega ( Πάντα ῥεῖ) que podríamos traducir como “Todo fluye”. Esta frase ilustra el hecho de que el río tiene que estar en constante cambio para ser río. Borges también recogió esta especie de devenir perpetuo de la existencia humana cuando decía que “(…) nadie baja dos veces el mismo río porque las aguas cambian, pero lo terrible es que nosotros somos no menos fluidos que el río”. La expresión “refundar el capitalismo” que formuló Nicolás Sarkozy en los albores de la presente crisis financiera, también estaba hablando del Pantha Rei. Expresaba la necesidad de modificar ciertos atributos del sistema de producción capitalista para que pudiera seguir existiendo.Empecemos por el contexto supranacional europeo. La UE tiene como sustrato ideológico la libertad de mercado desde sus inicios en 1957, cuando se firmó el tratado de Roma por el que nacieron las entonces llamadas Comunidades Europeas. Desde ese momento muchas de las directivas emanadas de la comisión, dirigidas ideológicamente por las grandes empresas que son las que se benefician de la “liberalización de los mercados”, han permitido reducir la capacidad de acción del sector público en favor del sector privado mediante privatizaciones. Pero es que la austeridad precisamente consiste en planes en los que se embarcan países con problemas de endeudamiento para reducir la producción de bienes y servicios públicos en favor de la producción privada. La “austeridad” entendida de esta forma es la dirección natural hacia la que tiende la UE, pues es el sustrato ideológico sobre el que se ha construido el proceso de integración. La zona euro además lo ha llevado a su máximo exponente, pues se ha privatizado la capacidad de generar moneda. Es cierto que el BCE es un banco de carácter público al ser una institución europea, pero es independiente de los estados democráticos, lo que le hace dependiente de los mercados financieros. Cuando algunos llaman a cambiar Europa desde dentro, hay que definir “cambiar” y “desde dentro”.
“Cambiar”
En 2011 se estimaba que un plan de estímulo podría suponer el 3,9% del PIB anual es decir, más de 40.000 mil millones de euros anuales durante dos años sin tener necesidad de incrementar impuestos para producir crecimiento. Desde el 2010 el cuadro macroeconómico ha empeorado notablemente gracias a los recortes masivos, por lo que el estímulo hoy debería ser mayor. Además este estímulo implicaría una compra de deuda durante al menos cuatro años por parte del BCE equivalente al 4% del PIB, esto es, en torno a 42.000 millones de euros directamente a los estados. Si bien esta cantidad es relativamente pequeña respecto a las inyecciones de liquidez que el BCE ha realizado (algunas de 500.000 millones de euros), o prácticamente igual a la ayuda para la reestructuración del sector bancario en España (alrededor de 50.000 millones), la compra de deuda directamente a los estados está totalmente fuera del escenario de posibilidades.
El BCE ha nacido bajo unos principios, con unos objetivos concretos, con un consenso ideológico que lo blinda ante cualquier intervención política. Pedirle que responda a otro consenso, a otros objetivos, o que responda a las necesidades de financiación de los países es una Contradictio in adjecto . En el hipotético caso de que se pudiera llegar a utilizar el BCE para financiar la deuda de los estados, ya no sería el BCE, por definición. Es una institución creada mediante un consenso político, y es necesaria la modificación de ese consenso para su conversión en otro tipo de banco central. Y ese consenso ideológico es el que sustenta las bases de la liberalización del mercado de capitales y por tanto del proceso mismo de financiarización en el que estamos inscritos. O lo que es lo mismo, el diseño institucional de la zona euro sitúa a los mercados financieros en una posición de poder frente a las decisiones políticas de los países.
Así la posibilidad de que el BCE cambie su estrategia para actuar como un banco central que responda a las necesidades de los países miembros se puede dar si y solo si se acompaña con un control de los mercados financieros que implique una transferencia de poder desde éstos hacia los países. Pero “control de los mercados financieros” es un eufemismo para definir un cambio estructural en su funcionamiento que reduzca su producción y por tanto su capacidad de generar beneficios. Por último, si hemos situado el actual sistema de producción capitalista en una fase de financiarización, y ésta se define como un régimen dónde los beneficios se dan principalmente en el sector financiero, esto implicaría un cambio político más profundo en el sistema de producción actual de los países de la zona euro. Ante esta situación ¿es consistente pensar que las presentes instituciones europeas pueden producir ese cambio en el sistema de producción capitalista?
“Desde dentro”
Se hace necesaria una alternativa con elementos constitutivos que creen las condiciones necesarias para la modificación de ese consenso político. El primer elemento debe ser sin duda una profundización democrática que detenga la espiral represiva que se está dando en los países donde la “austeridad” se está aplicando. En un reciente estudio de varios países se encuentra evidencia de que los planes de ajuste estructural han estado siempre acompañados de violencia política e inestabilidad social (1909-2009). Por tanto para que un gobierno pueda poner en práctica políticas de reducción del gasto, necesita incrementar la represión política a los sectores afectados.
No tenemos que explicar las estrechas conexiones entre políticos que privatizan, y empresas concesionarias, que son las principales beneficiarias de la austeridad. Es crucial introducir en las decisiones políticas los intereses de la sociedad que está sufriendo los recortes a escala masiva. La forma de poder conseguir esto es incrementar la participación popular en la toma de decisiones políticas. Merece la pena estudiar la posibilidad de establecer mecanismos y recursos para que pueda introducirse un contrapeso popular a los sesgos del sistema representativo. Existen numerosas experiencias de participación popular que merece la pena tener en cuenta . ¿Alguien duda de que los recortes en sanidad serían rechazados por los trabajadores de dicho sector?
Además es crucial detener la sangría de la deuda en España. Madrid por ejemplo las obras de la M30 han generado una de más de 7.400 millones de euros de deuda viva , 500% superior a la siguiente en el ránking. El problema no es la deuda en sí misma, sino que su emisión tuviese como objetivo proyectos para gloria del actual ministro de justicia, y que ha provocado: reducción de servicios de recogida de basuras, de becas a comedores, de la cantidad de incendios a los que los bomberos llegan antes de 7 minutos del 80% a 60%, en el presupuesto del SAMUR, en pruebas de VIH (de 4000 a 700), de la atención a familias afectadas por la drogodependencia (de 2500 a 100), por no hablar de servicios sociales o cultura. Recordemos que FCC, una de las constructoras a las que le fue adjudicado el proyecto de la M30, aparece en los papeles de Bárcenas como caritativa donante al PP.
La utopía no es pedir una auditoría a la deuda del ayuntamiento, sino pretender que los representantes políticos pueden degradar tan gratuitamente las condiciones de vida de los ciudadanos. Las propuestas de alternativas han de suponer un cambio en el sistema de producción pues es su evolución la que nos ha llevado a esta situación. El resto es Pantha Rei, es decir modificaciones institucionales de carácter totalitario y crecimiento de las desigualdades y pobreza, todas ellas necesarias para que el sistema de producción capitalista pueda seguir funcionando.
“Cambiar”
En 2011 se estimaba que un plan de estímulo podría suponer el 3,9% del PIB anual es decir, más de 40.000 mil millones de euros anuales durante dos años sin tener necesidad de incrementar impuestos para producir crecimiento. Desde el 2010 el cuadro macroeconómico ha empeorado notablemente gracias a los recortes masivos, por lo que el estímulo hoy debería ser mayor. Además este estímulo implicaría una compra de deuda durante al menos cuatro años por parte del BCE equivalente al 4% del PIB, esto es, en torno a 42.000 millones de euros directamente a los estados. Si bien esta cantidad es relativamente pequeña respecto a las inyecciones de liquidez que el BCE ha realizado (algunas de 500.000 millones de euros), o prácticamente igual a la ayuda para la reestructuración del sector bancario en España (alrededor de 50.000 millones), la compra de deuda directamente a los estados está totalmente fuera del escenario de posibilidades.
El BCE ha nacido bajo unos principios, con unos objetivos concretos, con un consenso ideológico que lo blinda ante cualquier intervención política. Pedirle que responda a otro consenso, a otros objetivos, o que responda a las necesidades de financiación de los países es una Contradictio in adjecto . En el hipotético caso de que se pudiera llegar a utilizar el BCE para financiar la deuda de los estados, ya no sería el BCE, por definición. Es una institución creada mediante un consenso político, y es necesaria la modificación de ese consenso para su conversión en otro tipo de banco central. Y ese consenso ideológico es el que sustenta las bases de la liberalización del mercado de capitales y por tanto del proceso mismo de financiarización en el que estamos inscritos. O lo que es lo mismo, el diseño institucional de la zona euro sitúa a los mercados financieros en una posición de poder frente a las decisiones políticas de los países.
Así la posibilidad de que el BCE cambie su estrategia para actuar como un banco central que responda a las necesidades de los países miembros se puede dar si y solo si se acompaña con un control de los mercados financieros que implique una transferencia de poder desde éstos hacia los países. Pero “control de los mercados financieros” es un eufemismo para definir un cambio estructural en su funcionamiento que reduzca su producción y por tanto su capacidad de generar beneficios. Por último, si hemos situado el actual sistema de producción capitalista en una fase de financiarización, y ésta se define como un régimen dónde los beneficios se dan principalmente en el sector financiero, esto implicaría un cambio político más profundo en el sistema de producción actual de los países de la zona euro. Ante esta situación ¿es consistente pensar que las presentes instituciones europeas pueden producir ese cambio en el sistema de producción capitalista?
“Desde dentro”
Se hace necesaria una alternativa con elementos constitutivos que creen las condiciones necesarias para la modificación de ese consenso político. El primer elemento debe ser sin duda una profundización democrática que detenga la espiral represiva que se está dando en los países donde la “austeridad” se está aplicando. En un reciente estudio de varios países se encuentra evidencia de que los planes de ajuste estructural han estado siempre acompañados de violencia política e inestabilidad social (1909-2009). Por tanto para que un gobierno pueda poner en práctica políticas de reducción del gasto, necesita incrementar la represión política a los sectores afectados.
No tenemos que explicar las estrechas conexiones entre políticos que privatizan, y empresas concesionarias, que son las principales beneficiarias de la austeridad. Es crucial introducir en las decisiones políticas los intereses de la sociedad que está sufriendo los recortes a escala masiva. La forma de poder conseguir esto es incrementar la participación popular en la toma de decisiones políticas. Merece la pena estudiar la posibilidad de establecer mecanismos y recursos para que pueda introducirse un contrapeso popular a los sesgos del sistema representativo. Existen numerosas experiencias de participación popular que merece la pena tener en cuenta . ¿Alguien duda de que los recortes en sanidad serían rechazados por los trabajadores de dicho sector?
Además es crucial detener la sangría de la deuda en España. Madrid por ejemplo las obras de la M30 han generado una de más de 7.400 millones de euros de deuda viva , 500% superior a la siguiente en el ránking. El problema no es la deuda en sí misma, sino que su emisión tuviese como objetivo proyectos para gloria del actual ministro de justicia, y que ha provocado: reducción de servicios de recogida de basuras, de becas a comedores, de la cantidad de incendios a los que los bomberos llegan antes de 7 minutos del 80% a 60%, en el presupuesto del SAMUR, en pruebas de VIH (de 4000 a 700), de la atención a familias afectadas por la drogodependencia (de 2500 a 100), por no hablar de servicios sociales o cultura. Recordemos que FCC, una de las constructoras a las que le fue adjudicado el proyecto de la M30, aparece en los papeles de Bárcenas como caritativa donante al PP.
La utopía no es pedir una auditoría a la deuda del ayuntamiento, sino pretender que los representantes políticos pueden degradar tan gratuitamente las condiciones de vida de los ciudadanos. Las propuestas de alternativas han de suponer un cambio en el sistema de producción pues es su evolución la que nos ha llevado a esta situación. El resto es Pantha Rei, es decir modificaciones institucionales de carácter totalitario y crecimiento de las desigualdades y pobreza, todas ellas necesarias para que el sistema de producción capitalista pueda seguir funcionando.
FANTASMAS PARA LOS YANQUIS
Estado paranoico
Uno no querría describirlo así porque suena desorbitado, pero ahí están las pruebas: entre las administraciones de George W. Bush y las de Barack Obama, Estados Unidos se ha vuelto el gobierno más paranoico del mundo y hoy lo es mucho más que en los tiempos del macartismo y de la guerra fría, cuando poseía, al menos, argumentos verosímiles –aunque no necesariamente verdaderos– para mantener a millones de personas, estadunidenses o no, bajo un régimen de vigilancia estrecha y secreta: en aquellos tiempos la confrontación entre las superpotencias tenía entre sus perspectivas la del cataclismo nuclear o destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés) y era propagandísticamente fácil dividir al mundo en buenos y malos. Ese telón de fondo dio a Washington pretextos para espiar y hostigar a individuos tan ajenos a una bomba atómica como Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, por ejemplo.
En los años 90 del siglo pasado tuvieron lugar dos fenómenos que habrían debido reorientar en forma radical la política exterior y la estrategia de seguridad estadunidenses: la desaparición del bloque soviético y el inicio de la masificación de Internet. El primero hacía obsoleta tanto la fuerza armada como la enorme infraestructura mundial de vigilancia y espionaje montada por Washington y la segunda conllevaba dos reglas de signo contrapuesto: si por un lado la proliferación de nodos de Internet facilitaba la tarea de espiar a los usuarios, por otro colocaba en un nivel de gran vulnerabilidad una gran cantidad de secretos de Estado, toda vez que éstos, de una forma u otra, irían a parar a contenedores (servidores) conectados a la red mundial.
Pero, en vez de redimensionar a la baja sus fuerzas ofensivas y de vigilancia, la Casa Blanca, entonces a cargo de George Bush padre, optó por proyectar a Estados Unidos como superpotencia única, autoerigida en promotora de un nuevo orden mundial de matriz neoliberal. Esta decisión se tradujo, en el ámbito del espionaje electrónico, en la reorientación de los sistemas de inteligencia de señales (Signint) hasta entonces usados para espiar a la URSS y sus aliados, cuyo conjunto se conoce popularmente como Echelon. Operado por los integrantes del Acuerdo Ukusa (EU, Inglaterra, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), actualmente es empleado para monitorear señales satelitales, telefónicas, celulares y de microondas, lo que pone a sus operadores en posibilidad de espiar el contenido de toda suerte de mensajes. En diversas ocasiones se ha señalado que Echelon es usado por sus socios como mecanismo de espionaje industrial y comercial que ha sido aplicado contra la Unión Europea. Ya en 2001 un informe del Parlamento Europeo recomendaba a ciudadanos y corporaciones del viejo continente que usaran sistemas de encriptación en sus telecomunicaciones, a fin de evadir la vigilancia ilegal por medio de Echelon (http://goo.gl/BVwRn).
En el ámbito interno, la FBI instaló en 1997 un software conocido como Carnivore (DCS1000) para monitorear los intercambios de correo electrónico en territorio estadunidense. Tres años más tarde la Electronic Frontier Foundation presentó un documento al Congreso, en el que señalaba los peligros del sistema y la respuesta de la FBI fue que no había motivos de preocupación, porque el programa permitía a las autoridades distinguir entre las comunicaciones que pueden ser legalmente interceptadas de las que no. Durante el gobierno de George W. Bush, Carnivore fue remplazado por NarusInsight, software desarrollado por una subsidiaria de Boeing de origen israelí.
Los programas de espionaje masivo dados a conocer el mes pasado por Edward Snowden se refieren a llamadas telefónicas dentro y fuera del territorio estadunidense (Verizon, Sprint y At&t), así como la intromisión mundial en correos electrónicos, chats, videos, fotos, videoconferencias y transferencias de archivos, e involucra a las compañías Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Paltalk, Youtube, Skype, Aol y Apple. De acuerdo con lo revelado por Snowden, el gobierno de Washington ha espiado por igual a estadistas, universidades, empresas y ciudadanos privados de un sinnúmero de países.
Uno de los problemas obvios de esa red de espionaje es que su operación requiere de grandes cantidades de personas. Hoy, casi 5 millones de personas –tanto empleados públicos como personal de empresas contratistas– tienen acceso a información confidencial y secreta del gobierno de Washington, en tanto que un millón 400 mil empleados gubernamentales tienen acceso a información clasificada como ultrasecreta. La debilidad estructural del sistema es evidente.
En cuanto a su debilidad política y moral, nada la ilustra mejor que el hecho de que el gobierno de Obama haya presentado contra Snowden cargos por... espionaje.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2013/06/25/opinion/026a1mun
En los años 90 del siglo pasado tuvieron lugar dos fenómenos que habrían debido reorientar en forma radical la política exterior y la estrategia de seguridad estadunidenses: la desaparición del bloque soviético y el inicio de la masificación de Internet. El primero hacía obsoleta tanto la fuerza armada como la enorme infraestructura mundial de vigilancia y espionaje montada por Washington y la segunda conllevaba dos reglas de signo contrapuesto: si por un lado la proliferación de nodos de Internet facilitaba la tarea de espiar a los usuarios, por otro colocaba en un nivel de gran vulnerabilidad una gran cantidad de secretos de Estado, toda vez que éstos, de una forma u otra, irían a parar a contenedores (servidores) conectados a la red mundial.
Pero, en vez de redimensionar a la baja sus fuerzas ofensivas y de vigilancia, la Casa Blanca, entonces a cargo de George Bush padre, optó por proyectar a Estados Unidos como superpotencia única, autoerigida en promotora de un nuevo orden mundial de matriz neoliberal. Esta decisión se tradujo, en el ámbito del espionaje electrónico, en la reorientación de los sistemas de inteligencia de señales (Signint) hasta entonces usados para espiar a la URSS y sus aliados, cuyo conjunto se conoce popularmente como Echelon. Operado por los integrantes del Acuerdo Ukusa (EU, Inglaterra, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), actualmente es empleado para monitorear señales satelitales, telefónicas, celulares y de microondas, lo que pone a sus operadores en posibilidad de espiar el contenido de toda suerte de mensajes. En diversas ocasiones se ha señalado que Echelon es usado por sus socios como mecanismo de espionaje industrial y comercial que ha sido aplicado contra la Unión Europea. Ya en 2001 un informe del Parlamento Europeo recomendaba a ciudadanos y corporaciones del viejo continente que usaran sistemas de encriptación en sus telecomunicaciones, a fin de evadir la vigilancia ilegal por medio de Echelon (http://goo.gl/BVwRn).
En el ámbito interno, la FBI instaló en 1997 un software conocido como Carnivore (DCS1000) para monitorear los intercambios de correo electrónico en territorio estadunidense. Tres años más tarde la Electronic Frontier Foundation presentó un documento al Congreso, en el que señalaba los peligros del sistema y la respuesta de la FBI fue que no había motivos de preocupación, porque el programa permitía a las autoridades distinguir entre las comunicaciones que pueden ser legalmente interceptadas de las que no. Durante el gobierno de George W. Bush, Carnivore fue remplazado por NarusInsight, software desarrollado por una subsidiaria de Boeing de origen israelí.
Los programas de espionaje masivo dados a conocer el mes pasado por Edward Snowden se refieren a llamadas telefónicas dentro y fuera del territorio estadunidense (Verizon, Sprint y At&t), así como la intromisión mundial en correos electrónicos, chats, videos, fotos, videoconferencias y transferencias de archivos, e involucra a las compañías Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Paltalk, Youtube, Skype, Aol y Apple. De acuerdo con lo revelado por Snowden, el gobierno de Washington ha espiado por igual a estadistas, universidades, empresas y ciudadanos privados de un sinnúmero de países.
Uno de los problemas obvios de esa red de espionaje es que su operación requiere de grandes cantidades de personas. Hoy, casi 5 millones de personas –tanto empleados públicos como personal de empresas contratistas– tienen acceso a información confidencial y secreta del gobierno de Washington, en tanto que un millón 400 mil empleados gubernamentales tienen acceso a información clasificada como ultrasecreta. La debilidad estructural del sistema es evidente.
En cuanto a su debilidad política y moral, nada la ilustra mejor que el hecho de que el gobierno de Obama haya presentado contra Snowden cargos por... espionaje.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2013/06/25/opinion/026a1mun
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