sábado, 23 de enero de 2010

DEFENDIÉNDONOS DE LA CAJA BOBA



Telesur
por César Hildebrandt

He huido toda mi vida de las unanimidades.
Por eso es que huyo del menú planetario de las noticias, ese menú que hoy pretenden que traguemos los que nos consideran invitados de segunda en el banquete ultraliberal.
Ese fast food de la información se ha instalado en todas partes.
En España, por ejemplo, donde acabo de estar durante un mes, el recetario ha llegado a ser extremo en la televisión, tomada por asalto por las hordas de Berlusconi y sus adláteres.
Ver TV española es, por lo general, asistir a un espectáculo donde el cretinismo compite con la estupidez, la frivolidad con la ignorancia, el envilecimiento con la ruindad vestida de bata y en pantuflas.
Quienes salen ganando son los que necesitan manadas y no ciudadanos para lograr la hazaña –todavía en proceso- de destruir el modelo europeo y hacer del viejo mundo una franquicia del modelo Reagan: capitalismo a lo bestia, darwinismo social, abolición de derechos laborales, competitividad siguiendo el canon de Shangai.
No es que la TV esté dedicada a entretener -eso sería legítimo y hasta podría ser divertido-: su propuesta es mucho más audaz. De lo que se trata es de hundirnos a todos en el mismo caldo de vulgaridad venérea y chismografía de cinco céntimos.
El propósito es que la grey llegue a rebuznar, balar, croar, mugir o relinchar. Es el proyecto de reemplazar a Dios por Esopo y convertir el mundo en una fábula bufa. También se trata, por supuesto, de que nadie recuerde las lecciones de “Rebelión en la granja”.
Ni Roma en su esplendor imperial intentó algo parecido. Este proyecto mundial de Construcción de la Docilidad no tiene precedentes.Y es que Roma no sólo era un cometido de dominación. Era también un sueño civilizatorio, una propuesta republicana y una construcción del espíritu.
Hoy no. Hoy no hay un Virgilio que cante la antiepopeya de Irak ni un Cicerón que defienda a los inocentes ni un Apio Claudio inclinado a las esencias del Derecho. Hoy hay sólo una mafia avariciosa que ha creado la plutocracia global más encarnizada que alguien pudo imaginar.
Esa mafia se ha apoderado de la mayor parte de los medios y ha secuestrado el discurso de la información imponiendo sus mentiras y haciendo de la televisión esa cosa estupefaciente que aspira a reemplazar a la realidad.
Esa mafia, en suma, ha construido la utopía inversa de abolir al mundo y sustituirlo por sus ideas, sus prejuicios, sus intereses, sus gustos putañeros y aun sus miasmas personales.
De modo que cuando uno ve la Fox o alguna tele privada española lo que ve no es lo que pasa o ha pasado en el mundo. Lo que ve son los diablos azules de Murdoch, los cuentos de Andersen contados por gansters, los mitos celtas cantados por Madonna con las tetas al aire.
De la TV peruana no voy a decir mucho. Apenas diré que he regresado y la he visto más de una mañana y me ha dado vergüenza vivir en un país donde esa mierda que se grita y esas mierdas que se callan son “la oferta informativa” al uso.
En medio de ese panorama existe, sin embargo, una posibilidad de seguir siendo humano y más o menos lúcido. Me refiero a Telesur.
Sí, Telesur, ñaños de la Caverna, hijitos de Eisha, sirvientes de Piñera.
Puede uno discrepar de muchas cosas de Telesur pero al menos está claro que esa cadena no es parte del plan lobotomizador de las corporaciones.
Gracias a Telesur uno recuerda que hay palestinos sufriendo, una ONU descalificada, un Uribe voraz que va por la segunda reelección. Sólo por eso vale la pena verla. Está, arrinconada pero tenaz, en el 814 de Cable Mágico.
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