Una nueva depresión
Juan Francisco Martín Seco
Frente al optimismo del Gobierno español, según el cual todos los días estamos saliendo de la crisis, se sitúa la opinión de los analistas internacionales –especialmente los de EEUU– que no ven las cosas tan claras y no descartan la posibilidad de que una segunda depresión aceche en lontananza.
Juan Francisco Martín Seco
Frente al optimismo del Gobierno español, según el cual todos los días estamos saliendo de la crisis, se sitúa la opinión de los analistas internacionales –especialmente los de EEUU– que no ven las cosas tan claras y no descartan la posibilidad de que una segunda depresión aceche en lontananza.
El mismo Ben Bernanke, gobernador de la Reserva Federal, advirtió hace unos días del riesgo que existe de que se interrumpa la recuperación de la economía, tanto de la americana como de la global. Llegó a calificar como “inusualmente inciertas” las perspectivas, y es que son múltiples las señales que indican que, por mucho que se quiera, la tempestad no ha pasado.
Tales conjeturas no tienen por qué extrañarnos; en realidad, lo sorprendente sería lo contrario. Si en los inicios de la crisis los mandatarios internacionales parecían haber entendido la gravedad de la situación y todos los países se apresuraron a tomar medidas, estas, pasando el tiempo, han quedado reducidas al salvamento de los bancos con dinero público, porque hasta los parcos planes de estímulo fiscal que se adoptaron en el primer año se han desinflado en todas las latitudes, e incluso en alguna región, como Europa, se han transformado, bajo un brote de esquizofrenia, en ajustes durísimos. Da la impresión de que lo único que importaba era salvar las entidades financieras y que, una vez conseguido este objetivo, se retorna a las andadas con las prácticas más duras del neoliberalismo económico. Todo apunta a que se están cometiendo los mismos errores que en los años treinta.
Pero es que, además, se ha extendido un velo de silencio sobre los tímidos intentos que se habían realizado para identificar las verdaderas causas de la crisis: la globalización económica y financiera y, en Europa, la Unión Monetaria.
Mientras persista la libre circulación de capitales y continúen los brutales desequilibrios en las cuentas exteriores de los países, mientras permanezca la Unión Monetaria con las actuales reglas y no se creen los adecuados mecanismos de compensación, será difícil que el fantasma de la depresión se aleje por completo. Los mismos planes de estímulo pueden resultar ineficaces.
¿Quién impedirá que los acometidos en EEUU, lejos de reactivar la economía americana, generen un mayor superávit de la balanza de pagos de China y un incremento de la deuda estadounidense?
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