Niñas y mujeres en situación de calle
Paulina Rivas Ayala
CIMAC
Las circunstancias de las niñas y mujeres que habitan las calles son doblemente complejas, ya que tanto por ser mujeres, como pobres las coloca en una posición de mayor vulnerabilidad ante la misoginia y el abuso, informa el Capítulo 31 del Diagnóstico de Derechos Humanos del Distrito Federal, elaborado El Caracol AC y por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).
Un aspecto fundamental del Diagnóstico es que las mujeres y niñas, además de no contar con protección legal por la falta de reconocimiento jurídico debido a que pertenecen a las llamadas poblaciones callejeras, también se enfrentan a violación y explotación sexual, embarazos no deseados por abuso y vida sexual sin protección; desconocen su derecho a decidir sobre su cuerpo y no cuentan con atención médica durante el embarazo.
“Yo no fui de médicos, mi hija nació en un taxi cuando yo tenía doce años”, comenta Adriana, una mujer que vive en el camellón de Montevideo esquina Insurgentes y quien, a sus 28 años parece de cuarenta debido a la mala alimentación y el consumo de drogas, luego de 18 años de vivir en la calle.
Adriana lava parabrisas y a veces “no sale y me las veo duras”, dice. Tiene dos hijos, “la más grande vive con mi mamá” y explica que cuando tenía diez años se salió de su casa porque sus padres se separaron y ella tenía problemas con su mamá.
Estado, obligaciones omitidas
Pensar en poblaciones callejeras, como lo marca el informe, es darse cuenta de una serie de violaciones a sus derechos humanos, ya que el Estado no les garantiza una vida libre de violencia en el propio seno familiar. Ello se debe a que no se respetan las leyes nacionales y acuerdos internacionales para que las niñas y niños vivan en un ámbito familiar que les provea educación y los cuide.
“Después de un tiempo, continúa Adriana, regresé por mis hermanas, porque mi padrastro las golpeaba muy feo y mi mamá no decía nada”.
La violencia es parte de su cotidianeidad desde antes de su decisión de vivir en las calles, pero ya en éstas se enfrentan a más violencia como lo marca el informe.
“Lo único que nosotros necesitamos es apoyo económico”, dice por otra parte Lupe, de 29 años, quien tiene tres hijas y trabaja en las calles desde los once años. Ella también cuenta que se salió de su casa por “problemas con la familia”.
Lupe renta una casa “más que nada por mis hijas” dice. Desde niña trabaja “checando” las tarjetas de los camiones de Insurgentes y Montevideo y, según las personas en situación de calle que viven en esa zona, “no ha dejado las drogas”.
Negación de sus derechos sexuales y reproductivos
La violación sexual y el embarazo en las calles van de la mano, reporta el Informe y esto se traduce en una negación a sus derechos sexuales y reproductivos (SyR), entre ellos, decidir sobre su cuerpo y su sexualidad, violentando, además, su derecho a la educación sexual al igual que el derecho a una vida libre de violencia.
“Me violaron cuando tenía 13 años”, narra Adriana, quien recuerda que la amarraron a una coladera y abusaron de ella tres jóvenes de otro grupo. “Se aprovecharon porque mi chavo no estaba y se pasaron de lanza”. Sus gestos revelan resentimiento, no le gusta hablar sobre el tema.
Relata que antes los mismos hombres del grupo las protegían y reflexiona: “Si a mí me pasó, ahora les va peor a las mujeres porque los hombres ya son más canijos”. Cuenta que los mismos “chavos” del grupo “les ofrecen drogas, las marean para calmar sus ansias por un rato o luego (cuando ellas no quieren) las obligan”.
Embarazo sin atención médica
También en el Diagnóstico se dice que 90 por ciento de las mujeres y niñas embarazadas que viven en la calle carecen de atención médica en el embarazo debido a que les niegan los servicios en las instituciones de salud con el pretexto de que son indigentes.
Es tan profunda la vulnerabilidad de estas poblaciones que la exclusión por género en condición de calle se ha invisibilizado y se carece de datos sobre la verdadera dimensión del problema, señala el documento.
Añade que el problema ha trascendido de ser sólo “niños de la calle” a familias enteras, ya que han desarrollado una cultura de la calle en la que aprendieron a sobrevivir. La vida sexual sin protección, así como los embarazos no deseados se traduce en el crecimiento de estas poblaciones y en infecciones de transmisión sexual (que la mayoría de las veces no son de su conocimiento).
“A veces nos traen condones, yo no sé si los chavos los usen; yo por eso me operé cuando tuve la oportunidad”, explica Adriana, quien dice que no ha tenido ninguna infección de transmisión sexual o “al menos no me he sentido mal de eso”.
¿Dónde están las y los niños?
El capítulo destaca que, en el caso de las mujeres jóvenes con hijas e hijos, se tiende a priorizar la situación de vulnerabilidad del bebé y lo alejan por la fuerza de su madre para llevarlo a una institución de ayuda, ignorando la voz y necesidades de ella para que permanezcan juntos. En lugar de eso, se responsabiliza públicamente a la madre por su modo de vida.
Adriana explica que su hijo Jonathan, de ocho años, está en un orfanato, pero no quiso decir el motivo, “yo creo que está mejor allá y a él le gusta porque le enseñan como en la escuela. Cuando estaban los dos conmigo, recuerda, me las vi muy duras por falta de lana (dinero)”.
Cifras pobres
En el Diagnóstico se destaca que no se cuenta con cifras exactas sobre cuántas personas viven en la calle ya que estas poblaciones no son reconocidas en los censos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Sin embargo, El Caracol AC ha realizado un seguimiento sobre la muerte de personas en situación de calle que se denominó “Estadísticas de la muerte callejera 1995 a 2005, Ciudad de México”, en donde se documentaron 184 muertes de niñas, niños, mujeres, jóvenes y adultos.
Veinticuatro por ciento de las muertes documentadas se refieren a mujeres; equivalen a 48, desglosadas en siete por homicidio, seis por accidente de tránsito, 13 por enfermedad, 12 por consumo de drogas, cinco calcinadas, dos por VIH/SIDA y tres más por causas desconocidas.
Las restantes son cifras de muertes de hombres y es importante destacar que cuarenta se deben a accidentes de tránsito, 34 a homicidios, 28 a enfermedades, 12 a suicidios, diez a consumo de drogas, tres calcinados y una más a causas desconocidas.
Miguel Ángel Arteaga, encargado del área de Fortalecimiento Institucional de El Caracol, explicó a Cimacnoticias que para obtener esta información se valen de visitas, bitácoras y sólo corresponde a las personas en situación de calle con las que ellos trabajan y que siguen trabajando para procesar nuevas cifras.
Según los resultados del Censo de Personas en Situación de Calle de la Ciudad de México denominado “Tú también cuentas”, realizado por la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal y realizado del 27 de octubre de 2008 al 27 de febrero de 2009 a través de el Instituto de Asistencia e Integración Social (IASIS), existen 2 mil 759 personas viviendo en las calles, de las cuales el 19 por ciento son mujeres.
La encuesta, realizada a través de entrevistas, trató de averiguar edad, estado civil, lugar de origen, consumo de drogas, escolaridad, padecimiento de enfermedades y los resultados se basaron únicamente en las declaraciones de los y las entrevistadas.
El modelo Giuliani
La tendencia de las acciones oficiales ha sido reprimir y controlar a la población de las calles, explica el Diagnóstico y argumenta que uno de los actos que llaman más la atención, debido a las graves violaciones a los derechos humanos, es el modelo “Giuliani”, aplicado en Nueva York, consistente en la llamada “cero tolerancia”.
El Diagnóstico refiere que “las recomendaciones de Giuliani” (Rudolph W. Giuliani, ex alcalde de Nueva York) muestran una tendencia a profundizar el estigma social de estos grupos y la discriminación, así como la criminalización de la pobreza.
Se desconoce, explica el documento, la existencia de las poblaciones callejeras, especialmente la infancia que está asociada con la ausencia de políticas sociales, miseria y el trabajo precario; en cambio, se juzga que su condición de vida callejera es generadora de potenciales delincuentes.
La violencia que viven estas poblaciones cuando los canalizan a instituciones públicas o privadas es algo que la mayoría ha experimentado; por eso, existe una resistencia cuando las organizaciones dedicadas a ayudarles se acercan a ellos, expone en su página Web, El Caracol, asociación que trabaja con infancia en situación de calle.
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