miércoles, 9 de junio de 2010

CRISIS PELIGROSA




De regreso al abismo
Nouriel Roubini

Una interpretación de las crisis financieras es que son, según palabras de Nassim Taleb, unos sucesos del estilo de un cisne negro; es decir, unos acontecimientos imprevistos y no planificados que cambian el curso de la historia.
Pero en mi nuevo libro sobre crisis financieras, Economía de la Crisis, que no abarca sólo la reciente crisis, sino también docenas de ellas que se han producido a lo largo de la historia tanto en las economías avanzadas como en los mercados emergentes, demuestro que las financieras, por el contrario, son unos sucesos tan predecibles como un cisne blanco. Lo que ahora vivimos, la segunda fase de la crisis financiera mundial, también era previsible.
Las crisis son el inevitable resultado de una acumulación de riesgos y vulnerabilidades macroeconómicas, financieras y políticas: burbujas de activos, una adopción y un aumento de los riesgos excesivo, el auge de los créditos, la relajación monetaria, la ausencia de un control y una regulación adecuada para el sistema financiero, la codicia y las peligrosas inversiones de los bancos y otras instituciones financieras.
La historia también sugiere que las crisis financieras tienden a mutar con el tiempo. Las que hemos padecido últimamente fueron, inicialmente, promovidas por una deuda y un apalancamiento excesivo de los agentes del sector privado -hogares, instituciones bancarias y financieras, firmas corporativas-. Lo que, al final, propició un nuevo apalancamiento del sector público, ya que los incentivos fiscales, la socialización de las pérdidas privadas y los programas de rescate causaron un peligroso incremento de los déficits presupuestarios y de las existencias de deuda pública.
Aunque es posible que dichos incentivos fiscales y rescates hayan sido necesarios para evitar que La Gran Recesión se convirtiera en La II Gran Depresión, el hecho de amontonar deuda pública encima de la privada supone un alto coste.
Finalmente, estos enormes déficits y deudas deban ser reducidos mediante una elevación de los impuestos y una reducción del gasto público. Y esta austeridad, necesaria para evitar una crisis fiscal, tiende a ralentizar la recuperación económica a corto plazo.
Los PIIGS
Si los desequilibrios fiscales no se enderezan con los recortes del gasto público y las alzas de los ingresos, sólo quedan dos opciones: la inflación para los países que piden préstamos en su propia moneda y pueden monetizar sus déficits; o bien el impago para los países que pidan préstamos en una divisa extranjera o que no puedan imprimir su propia moneda.
Por consiguiente, los recientes sucesos acaecidos en Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España no son más que la segunda fase de la reciente crisis financiera mundial. La socialización de las pérdidas privadas y el relajamiento fiscal destinado a la estimulación de las economías en plena depresión han desembocado en un aumento de los déficits presupuestarios y de la deuda pública. Por tanto, la reciente crisis financiera mundial no ha terminado; por el contrario, ha alcanzado una nueva fase más peligrosa.
De hecho, una definición práctica de la crisis financiera es un acontecimiento que obliga a las autoridades políticas a pasar un fin de semana intentando desesperadamente anunciar un nuevo paquete de rescate para evitar el pánico nacional y mundial antes de que el lunes abran los mercados. En los últimos años, estos trasnochadores de fin de semana se ocuparon de los inevitables rescates de empresas privadas tales como Bear Stearns, Fannie Mae y Freddie Mac, Lehman Brothers, AIG, rescates de bancos, etcétera.
Y, por supuesto, estos dramas de fin de semana siguen presentes entre nosotros. Los legisladores de la UE y de la eurozona pasaron un fin de semana desesperado desarrollando un paquete de rescate no sólo para Grecia, sino también para otros miembros débiles de la eurozona. La progresión es clara: primero fue el rescate de las empresas privadas y, ahora, llega el turno de salvar a los rescatadores, es decir, a los gobiernos.
¿Más y más ayudas?
La escala de estas ayudas aumenta vertiginosamente. Durante la crisis financiera asiática de 1997-1998, Corea del Sur (una economía emergente relativamente grande) recibió lo que fue considerado como un gran paquete de rescate del FMI, por valor de 10.000 millones de dólares estadounidenses. Sin embargo, tras los rescates de Bear Sterns (40.000 millones de dólares), Fannie Mae y Freddie Mac (200.000 millones de dólares), AIG (hasta 250.000 millones de dólares), el Programa de Ayuda a los Activos con Problemas para los bancos, conocido como Troubled Asset Relief Program (700.000 millones de dólares), ahora tenemos la madre de todas las ayudas: un flotador orquestado por el FMI y la UE para rescatar a los miembros de la eurozona en problemas por valor de un billón de euros. Mil millones de dólares solía ser mucho dinero; ahora, un billón es la nueva cifra "normal" o, parafraseando la novela y película El diablo viste de Prada, ¡un billón es el nuevo 10.000 millones!
Los gobiernos que han ayudado a las empresas privadas se encuentran ahora necesitados de apoyo. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la voluntad política de Alemania y otros acreedores disciplinados (muchos de ellos se encuentran hoy en mercados emergentes) para financiar dichos fracasos se desvanece? ¿Quién ayudará entonces a los gobiernos que salvaron en su momento a las entidades financieras y bancos privados? El mecanismo de nuestra deuda mundial se parece cada vez más a un esquema Ponzi.
Falta de austeridad
Mientras que la medicina adecuada y necesaria para evitar un descarrilamiento fiscal es ampliamente conocida, el principal problema para la disciplina y consolidación fiscal es que los débiles gobiernos de todo el mundo carecen de poder y voluntad política suficiente para implementar la austeridad. El colapso político en Washington y en el Congreso de los Estados Unidos demuestra la ausencia del bipartidismo necesario para abordar las cuestiones fiscales estadounidenses. En Reino Unido, un parlamento colgado ha resultado en un Gobierno de coalición que tendrá un largo camino para la aplicación de la disciplina fiscal.
En Alemania, la canciller Angela Merkel perdió unas elecciones estatales clave tras el rescate a Grecia, y Japón cuenta con un Gobierno débil e ineficaz que parece negar la magnitud del problema al que se enfrenta. En Grecia, se producen disturbios en las calles y huelgas en las fábricas; en el resto de los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia y España), la disciplina fiscal será política y socialmente dolorosa. De forma que estos obstáculos políticos pueden impedir que la austeridad y las reformas estructurales se pongan en marcha.
En consecuencia, la economía de crisis parece que va a permanecer entre nosotros durante largo tiempo. De hecho, la reciente crisis no ha terminado y, peor aún, la medicina utilizada para tratarla ha resultado parcialmente tóxica. Parece haber causado una mayor debilidad y adicción del paciente a medicamentos peligrosos, así como haberlo vuelto susceptible a las nuevas cepas del virus que, en algunos casos, han resultado fatales.
Nouriel Roubini, presidente de Roubini Global Economics (RGE).
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CORNEL WEST: UN FILOSOFO FILOSO


En un foro, el filósofo, activista, teólogo y rapero Cornel West lanza un torrente de críticas hacia EEUU

"Sin un movimiento social,
Obama nunca logrará ser buen presidente"

David Brooks

Soy un hombre de blues, un hombre de jazz en el mundo de las ideas, afirma Cornel West, filósofo, activista, teólogo, rapero y una de las figuras más reconocidas en el mundo intelectual progresista de Estados Unidos.
“Mi vocación es socrática, en mis mejores días es profética y otros días sólo es tragicómica… Por eso soy un hombre de blues”, declara el profesor de filosofía de la Universidad de Princeton, y antes de ello, de Harvard, donde fue profesor de estudios africano-estadunidenses y de la escuela de teología (se fue a Princeton después de una disputa abierta con el entonces rector de Harvard, Lawrence Summers).
Nadie se acuerda de un suceso parecido en los salones diplomáticos de esta ciudad: uno de los más famosos intelectuales disidentes estadunidenses ofrece su torrencial crítica de Estados Unidos, su llamado a la democracia profunda y la opción por los de abajo ante un arco iris de invitados (diplomáticos, sindicalistas, legisladores y asesores políticos, activistas internacionales y más) en un foro en la residencia del embajador de Venezuela en Washington, Bernardo Álvarez.
Democracia en evolución e imperio a la vez
Debemos tener una crítica sostenida de Estados Unidos, el cual es a la vez una democracia en evolución y un imperio. Añade que los estadunidenses tenemos que estar en conversación con los lugares donde la gente pobre está transformando todo, como en Venezuela.
En pleno Washington, refiriéndose a todos los debates políticos sobre la crisis económica, la reforma de salud, los inmigrantes y más, pregunta ¿y cuándo hablará el sufrimiento?, y agrega que el enfoque tiene que ser la gente trabajadora, los pobres tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
La justicia es lo que es el amor en público, afirma. La indiferencia al mal es más insidiosa que el mismo mal, y comenta que en este país, desde los tiempos de Reagan, la indiferencia se volvió un modo de vida ante la cada vez más aguda desigualdad de la riqueza, la devastación de los trabajadores y el abandono de los pobres.
Señaló que los saldos de todo esto son: un imperio en declive, una cultura en descomposición, y la corrupción de los grandes adinerados. Fue lo que heredó Obama al llegar a la presidencia.
West contribuyó a la campaña de Obama –organizó y/o participó en más de 65 actos para el candidato– y recuerda que ese movimiento despertó gran esperanza. Es uno de los pocos políticos que se inclinan por la verdad, dijo. Pero advierte que sólo la presión popular organizada sobre el gobierno de Obama logrará que se incline aún más.
Recuerda que Abraham Lincoln era al principio un político oportunista mediocre, dispuesto a ceder lo que fuera, incluso continuar la esclavitud, para mantener la unión del país (ante la amenaza de una guerra civil). Lo que lo convirtió en un gran estadista fue la presión del movimiento social. Recordó que lo mismo ocurrió en el caso de Franklin Roosevelt, entre otros. Por ello, insistió, la clave es la voz de los de abajo. Obama nunca logrará ser un buen presidente sin un movimiento social, concluyó.
¿Quienes son las voces detrás de Obama? ¿Por qué está tan hipnotizado por Wall Street y sus economistas? Tenemos un premio Nobel de la Paz y un presidente de guerra, es una identidad esquizofrénica, algo que tiene que ver con ser presidente en el imperio estadunidense. Al señalar que el presidente del Comité Nobel afirmó que Obama es la culminación del sueño de (Martin Luther) King, reviró: ése no era su sueño: a él no le importaba quién rompía los techos de cristal (para llegar a los puestos más altos), sino quién vive en el sótano de la casa.
Reprocha a Obama y a sus antecesores esa idea de Estados Unidos como el país de la esperanza, el faro para el mundo; ese excepcionalismo estadunidense es mentira: morirá, dijo. Otros pueblos tienen historias tremendas, la nuestra no es mejor, afirmó, y citó ejemplos como el del presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva y el ex mandatario sudafricano Nelson Mandela, histórico luchador contra el apartheid, entre otros.
Señaló: no creo en el optimismo ni en el pesimismo. Soy prisionero de la esperanza. Subrayó que lo importante siempre es continuar moviéndose, mantener el flujo de la música en la verdad. Y afirmó: aquí (en Estados Unidos) necesitamos un renacimiento democrático.
Escuchar a West es escuchar a un artista de la palabra, con raíces en la larga tradición de resistencia de las iglesias africano-estadunidenses (de donde surgió el reverendo King); es oír el sufrimiento y su antídoto a la vez, lo cual, dice, es la esencia del blues, la catástrofe expresada líricamente. Pero también es un jazz intelectual y hasta religioso.
Fue West quien afirmó hace un par de décadas que el socialismo del futuro tiene que ser como el jazz, y explicó: para tocarlo uno tiene que dominar los fundamentos de la música, ser maestro, para después poder improvisar.
Su rap filosófico invita: “Nunca una línea del partido, ni tampoco me someto a un power point”. Uno nunca debería ser eco, sino ser voz, nunca una copia, siempre un original; tenemos que insistir en que tenemos nuestras propias voces.
Tal vez sea el único filósofo rapero. Recientemente colaboró con el gran trompetista de jazz Terry Blanchard en la ruta sonora del documental sobre Nueva Orleáns del director Spike Lee. El arte y la música no son ornamento; constituyen lo que somos, dijo.
Su plática, sin apuntes ni guión, está enriquecida con citas de William James, Dostoyevski, Marx y la Biblia, y a la vez cita versos de blues como nadie me quiere excepto mi mamá, y también ella podría estar fingiendo. O el verso de la canción de jazz Strange Fruit (Fruta Extraña): fruta extraña colgada de un árbol, que se refiere a la larga historia de linchamientos de afroestadunidenses, como ilustración del imperio del terrorismo estadunidense dentro del país.
Uno tiene que mantenerse leal a lo que significa ser humano, e inspirar esperanza, declaró. Por eso fui a Venezuela, para ver el colapso del orden neoliberal. West viajó a Venezuela en 2006 junto con el legendario Harry Belafonte, y cuenta que sostuvo un diálogo de nueve horas con el presidente Hugo Chávez, donde él me jaloneaba, y yo lo jaloneaba a mi vez.
Declaró que Hugo Chávez tiene estatura significativa por enfrentarse al imperio de Estados Unidos y por formar parte de la ola colectiva contra el neoliberalismo.
Aquí, ante su anfitrión, elogió a su hermano Bernardo Álvarez (embajador de Venezuela en Washington), por su compromiso con los pobres no sólo en el tercer mundo, sino en ciudades y comunidades de color aquí en Estados Unidos.
West dice que por sus críticas a Estados Unidos a veces es acusado de ser antiestadunidense, pero responde ¿cómo puedo ser antiestadunidense si amo a Louis Armstrong, a Aretha Franklin, a George Gershwin y Frank Sinatra? Lo único que no puedo aguantar es la injusticia en Estados Unidos.
El evento empezó con un conjunto de hip hop llamado Cornel West Theory (con el cual West ha grabado). Comentan después que una de sus inspiraciones son los zapatistas; uno de sus integrantes se puso un pasamontañas para su rap y en su cedé una de las canciones se llama La venganza de Durito.
West es autor de 13 libros, incluido su clásico moderno Race Matters, que ha vendido más de medio millón de ejemplares, y Democracy Matters, entre otros. También grabó un cedé, ha sido actor (aparece en dos de las tres películas The Matrix), y es frecuente participante como comentarista en los medios.
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